Papa Francisco en homilía en Santa Marta: «El cristiano es fundamentalmente alegre y el Señor solo nos pide reconocerle como el Único Esposo»

Hay verdaderos momentos de cruz, momentos de dolor, pero siempre está esa paz profunda de la alegría, porque la vida cristiana se vive como una fiesta, como las bodas de Jesús con la Iglesia”

6 de septiembre de 2013.- (Radio Vaticana / Camino Católico)  Que el cristiano esté siempre alegre como cuando se va a una boda. Es lo que ha afirmado el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Papa, además, ha destacado que es necesario vencer la tentación de verter la novedad del Evangelio en odres viejos y ha afirmado que el Sacramento del matrimonio es imagen de la unión de Cristo con la Iglesia.

“Cuando está el esposo no se puede ayunar, no se puede estar triste”.El Papa Francisco ha desarrollado su homilía partiendo de la respuesta de Jesús a los escribas, de quienes habla el Evangelio de hoy. Y ha destacado que el Señor vuelve a menudo sobre la imagen del esposo. Jesús, ha dicho, nos hace ver la relación entre Él y la Iglesia como matrimonial. “Pienso –ha observado el Papa- que este sea el motivo más profundo por el que la Iglesia custodia tanto el Sacramento del matrimonio y lo llama el Sacramento grande, porque es imagen de la unión de Cristo con la Iglesia”. El Pontífice se ha detenido en dos actitudes que el cristiano debería vivir en estas bodas: antes que nada“la alegría porque hay una gran fiesta”.

“El cristiano es fundamentalmente alegre. Y por esto al final del Evangelio, cuando traen el vino, cuando habla del vino, me recuerda a las bodas de Caná: y por esto Jesús hizo aquel milagro; por esto la Virgen, cuando se dio cuenta de que no había más vino, pero sin vino no hay fiesta… Imaginemos terminar las bodas, bebiendo té o zumo: no le pega… es fiesta y la Virgen pide el milagro. Así es la vida cristiana. La vida cristiana tiene esta actitud alegre, alegre de corazón”.

Cierto, ha añadido el Papa “hay verdaderos momentos de cruz, momentos de dolor, pero siempre está esa paz profunda de la alegría, porque la vida cristiana se vive como una fiesta, como las bodas de Jesús con la Iglesia”. Y ha recordado como algunos de los primeros mártires fueron al martirio como si fuesen a una boda; también en aquel momento tenían “un corazón gozoso”. La Iglesia, ha afirmado, se une con el Señor “como una esposa con su esposo y al final del mundo será la fiesta definitiva”.

La segunda actitud que debe tener el cristiano, prosiguió, lo encontramos en la parábola de las bodas del hijo del rey. Todos son invitados a la fiesta, buenos y malos. Pero cuando comienza la fiesta, el rey mira a quienes no tienen el vestido nupcial.

“Nos viene la idea: ‘¿Pero cómo es posible? Me encuentran en la encrucijada de los caminos y me piden que vista el vestido nupcial? Esto no funciona… ¿Qué significa esto? ¡Es sencillísimo! Dios solo nos pide una cosa para entrar en esta fiesta: la totalidad. El Esposo es el más importante, el Esposo lo colma todo. Esto nos lleva a la primera lectura, que nos habla tan fuertemente de la totalidad de Jesús, primogénito de toda la creación. En Él fueron creadas todas las cosas, por medio de él fueron creadas y a su vista ¡Todo! Él es el centro, de todo”.

Jesús, añadió, “es también la cabeza del Cuerpo de la Iglesia; Él es el principio. Y Dios le ha dado toda la plenitud, la totalidad, porque en Él se han reconciliado todas las cosas”.

Si, por tanto, la primera actitud es la fiesta, ha dicho el Papa, “la segunda es la de reconocerle como Único. El Señor solo nos pide esto: reconocerle como el Único Esposo”.
 
Él es siempre “fiel y nos pide a nosotros fidelidad”. Por eso cuando queremos “tener una pequeña fiestecilla nuestra, la cosa no funciona”. El Señor, ha afirmado, nos dice que no se pueden servir a dos Señores: o se sirve a Dios o se sirve al mundo.

“Esta es la segunda actitud cristiana: reconocer a Jesús como el todo, el centro, la totalidad. Pero siempre tendremos la tentación de tirar la novedad del Evangelio, este vino nuevo en actitudes viejas… Es el pecado, todos somos pecadores. Pero reconocerlo: ‘Esto es un pecado’. No decir esto no va con esto. ¡No! Los odres viejos no pueden asumir el vino nuevo. Es la novedad del Evangelio.
Jesús es el esposo, el esposo que se casa con la Iglesia, el Esposo que ama la Iglesia, que da su vida por la Iglesia. Y ¡Jesús hace esta fiesta de matrimonio!
 Jesús nos pide a nosotros la alegría de la fiesta, la alegría de ser cristianos. Y nos pide también la totalidad: es todo Él. Y si tenemos algo que no es de Él, pues hay que arrepentirse, pedir perdón e ir adelante. Que el Señor nos dé, a todos nosotros, la gracia de tener siempre esta alegría, como si fuésemos a una boda. Y también tener esta fidelidad que es el único esposo es el Señor”.

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