Papa Francisco en la Audiencia, 22-3-2023: «Evangelizar es dar testimonio del encuentro con Cristo siendo coherentes entre lo que se cree y lo que se vive, entre fe y obras»

*  «Es necesario recordar que el testimonio comprende también la fe profesada, es decir, la adhesión convencida y manifiesta a Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, que por amor nos ha creado, nos ha redimido. Una fe que nos transforma, que transforma nuestras relaciones, los criterios y los valores que determinan nuestras elecciones. El testimonio, por tanto, no puede prescindir de la coherencia entre lo que se cree y lo que se anuncia y lo que se vive. No se es creíble solamente diciendo una doctrina o una ideología, no. Una persona es creíble si tiene armonía entre lo que cree y lo que vive. Muchos cristianos solamente dicen que creen, pero viven de otra cosa, como si no lo fueran. Y esto es hipocresía. Lo contrario del testimonio es la hipocresía. Cuántas veces hemos escuchado “ah, este va a misa todos los domingos, y después vive así, así, así, así”: es verdad, es el contratestimonio»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

* «El sábado se celebrará la Solemnidad de la Anunciación del Señor y el pensamiento va al 25 de marzo del año pasado, cuando en unión con todos los Obispos del mundo, se consagraron la Iglesia y la humanidad, en particular Rusia y Ucrania, al corazón Inmaculado de María. No nos cansemos de encomendar la causa de la paz a la Reina de la paz. Por eso deseo invitar a cada creyente y comunidad, especialmente a los grupos de oración, a renovar cada 25 de marzo el acto de consagración a la Virgen, para que Ella, que es Madre, pueda custodiar a todos en la unidad y en la paz»

22 de marzo de 2023.- (Camino Católico)  El Papa Francisco continuó este miércoles 22 de marzo con la serie de catequesis dedicadas a la pasión por la evangelización. La octava catequesis de esta serie ha tratado sobre “el primer camino de evangelización: el testimonio”, y la lectura que acompañó la audiencia fue la primera carta de San Pedro, capítulo 3, versículos 8-9.

Foto: Vatican Media

El Santo Padre ha reflexionado sobre la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, de san Pablo VI, dedicada a la evangelización en el mundo contemporáneo y afirmó que la evangelización “es más que una simple transmisión doctrinal y moral”, puesto que ante todo es «dar testimonio del encuentro personal con Jesucristo». Se trata de “un testimonio indispensable”, porque el mundo necesita “evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente”: “No es transmitir una ideología o una doctrina – entre comillas – sobre Dios, no. Es transmitir a Dios que se hace vida en mí.

El Papa señala luego que es necesario recordar que el testimonio comprende también la fe profesada, es decir la adhesión convencida y manifiesta a Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo. Esto es muy importante porque “la gente necesita de testigos, es decir, de personas que sean coherentes entre lo que creen y lo que viven, entre la fe que profesan y las obras que realizan”.

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También recuerda el Papa que el testimonio de una vida cristiana conlleva un camino de santidad, que no está reservada a pocos. La santidad “es don de Dios y requiere ser acogida y que fructifique para nosotros y para los demás”.

Por otra parte, es menester tener en cuenta que los destinatarios de la evangelización no son sólo las personas que están fuera de la Iglesia —porque profesan otra religión o no profesan ninguna—; sino también nosotros mismos, que pertenecemos al Pueblo de Dios: “Esto significa que la misma Iglesia, para poder evangelizar, necesita ser evangelizada, y para ello está llamada a recorrer un camino exigente, de continua conversión y renovación”. De hecho, el Papa Francisco advierte que “si la Iglesia no se evangeliza a sí misma se vuelve una pieza de museo”; y explica que lo que la «actualiza» continuamente es, precisamente, la evangelización de sí misma.

Francisco afirma también que la Iglesia debe ir adelante y crecer continuamente para permanecer joven. “Debe ser una Iglesia que encuentra ‘dialógicamente’ el mundo contemporáneo, que teje relaciones fraternas, que genera espacios de encuentro”, pero que al mismo tiempo “encuentra cada día al Señor y dialoga con el Señor, y deja entrar al Espíritu Santo que es el protagonista de la evangelización”. “Sin el Espíritu Santo nosotros sólo podríamos hacer publicidad de la Iglesia, no evangelizar. Es el Espíritu Santo en nosotros, el que empuja hacia la evangelización, y esta es la verdadera libertad de Hijos de Dios”. En el vídeo superior de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Foto: Vatican Media
PAPA FRANCISCO
                       AUDIENCIA GENERAL                      
Plaza de San Pedro
Miércoles, 22 de marzo de 2023
Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente
8. La primera forma de evangelización: dar testimonio (cf. Evangelii nuntiandi)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

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Hoy nos ponemos a la escucha de la “carta magna” de la evangelización en el mundo contemporáneo: la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de san Pablo VI (EN, 8 de diciembre de 1975). Es actual, fue escrita en 1975, pero es como si hubiera sido escrita ayer. La evangelización es más que una simple transmisión doctrinal y moral. Es en primer lugar testimonio: no se puede evangelizar sin testimonio; testimonio del encuentro personal con Jesucristo, Verbo Encarnado en el cual la salvación se ha cumplido. Un testimonio indispensable porque, ante todo, el mundo necesita «evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente» (EN, 76). No es transmitir una ideología o una “doctrina” sobre Dios, no. Es transmitir a Dios que se hace vida en mí: esto es dar testimonio; y además porque «el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, […] o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (ibid., 41). El testimonio de Cristo, por tanto, es al mismo tiempo el primer medio de la evangelización (cf. ibid.) y condición esencial para su eficacia (cf. ibid., 76), para que sea fructuoso el anuncio del Evangelio. Ser testigos.

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Es necesario recordar que el testimonio comprende también la fe profesada, es decir, la adhesión convencida y manifiesta a Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, que por amor nos ha creado, nos ha redimido. Una fe que nos transforma, que transforma nuestras relaciones, los criterios y los valores que determinan nuestras elecciones. El testimonio, por tanto, no puede prescindir de la coherencia entre lo que se cree y lo que se anuncia y lo que se vive. No se es creíble solamente diciendo una doctrina o una ideología, no. Una persona es creíble si tiene armonía entre lo que cree y lo que vive. Muchos cristianos solamente dicen que creen, pero viven de otra cosa, como si no lo fueran. Y esto es hipocresía. Lo contrario del testimonio es la hipocresía. Cuántas veces hemos escuchado “ah, este va a misa todos los domingos, y después vive así, así, así, así”: es verdad, es el contratestimonio.

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Cada uno de nosotros está llamado a responder a tres preguntas fundamentales, así formuladas por Pablo VI: “¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís?” (cf. ibid.). Hay una armonía: ¿crees en lo que anuncias? ¿Tú vives lo que crees? ¿Tú anuncias lo que vives? No nos podemos conformar con respuestas fáciles, preconfeccionadas. Estamos llamados a aceptar también el riesgo desestabilizante de la búsqueda, confiando plenamente en la acción del Espíritu Santo que obra en cada uno de nosotros, impulsándonos a ir siempre más allá: más allá de nuestros confines, más allá de nuestras barreras, más allá de nuestros límites, de cualquier tipo.

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En este sentido, el testimonio de una vida cristiana conlleva un camino de santidad, basado en el Bautismo, que nos hace «partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos» (Const. dogm. Lumen gentium, 40). Una santidad que no está reservada a pocos; que es don de Dios y requiere ser acogido y que fructifique para nosotros y para los demás. Nosotros elegidos y amados por Dios, debemos llevar este amor a los otros. Pablo VI enseña que el celo por la evangelización brota de la santidad, brota del corazón que está lleno de Dios. Alimentada por la oración y sobre todo del amor por la Eucaristía, la evangelización a su vez hace crecer en santidad a la gente que la realiza (cf. EN, 76). Al mismo tiempo, sin la santidad la palabra dela evangelizador «difícilmente abrirá brecha en el corazón de los hombres de este tiempo», sino que «corre el riesgo de hacerse vana e infecunda» (ibid.).

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Entonces, debemos ser conscientes que los destinatarios de la evangelización no son solamente los otros, aquellos que profesan otros credos o que no los profesan, sino también nosotros mismos, creyentes en Cristo y miembros activos del Pueblo de Dios. Y debemos convertirnos cada día, acoger la palabra de Dios y cambiar de vida: cada día. Y así se hace la evangelización del corazón.  Para dar este testimonio, también la Iglesia en cuanto tal debe comenzar con la evangelización de sí misma. Si la Iglesia no se evangeliza a sí misma se queda en una pieza de museo. En cambio, lo que la actualiza constantemente es la evangelización de sí misma. Necesita escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones de su esperanza, el mandamiento nuevo del amor. La Iglesia, que es un pueblo de Dios inmerso en el mundo y, con frecuencia, tentado por los ídolos —muchos— siempre necesita oír proclamar las obras de Dios. En una palabra, esto quiere decir que la Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, tiene necesidad de tomar el Evangelio, rezar y sentir la fuerza del Espíritu que va cambiando el corazón (cf. EN, 15).

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Una Iglesia que se evangeliza para evangelizar es una Iglesia que, guiada por el Espíritu Santo, está llamada a recorrer un camino exigente, un camino de conversión, de renovación. Esto conlleva también la capacidad de cambiar los modos de comprender y vivir su presencia evangelizadora en la historia, evitando refugiarse en las cómodas zonas de la lógica del “siempre se ha hecho así”. Son refugios que enferman la Iglesia. La Iglesia debe ir adelante, debe crecer continuamente, así permanecerá joven. Esta Iglesia está completamente dirigida a Dios, por tanto, es partícipe de su proyecto de salvación para la humanidad, y, al mismo tiempo, enteramente dirigida hacia la humanidad. La Iglesia debe ser una Iglesia que encuentra dialógicamente el mundo contemporáneo, que teje relaciones fraternas, que genera espacios de encuentro, aplicando buenas prácticas de hospitalidad, de acogida, de reconocimiento e integración del otro y de la alteridad, y que cuida de la casa común que es la creación. Es decir, una Iglesia que encuentra dialógicamente el mundo contemporáneo, dialoga con el mundo contemporáneo, pero que encuentra cada día al Señor y dialoga con el Señor, y deja entrar al Espíritu Santo que es el protagonista de la evangelización. Sin el Espíritu Santo nosotros podremos solamente hacer publicidad de la Iglesia, no evangelizar. Es el Espíritu Santo en nosotros, lo que nos impulsa hacia la evangelización y esta es la verdadera libertad de los hijos de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, os renuevo la invitación a leer y releer la Evangelii nuntiandi: os digo la verdad, yo la leo a menudo, porque es la obra maestra de san Pablo VI, es la herencia que nos ha dejado a nosotros para evangelizar.

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Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

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En esta catequesis reflexionamos sobre la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, de san Pablo VI, dedicada a la evangelización en el mundo contemporáneo. Recordamos que evangelizar, más que la mera transmisión de contenidos doctrinales o morales, es ante todo dar testimonio del encuentro personal con Jesucristo. Y esto es muy importante, porque la gente necesita de testigos, es decir, de personas que sean coherentes entre lo que creen y lo que viven, entre la fe que profesan y las obras que realizan. Coherencia.

Otro aspecto a tener en cuenta es que los destinatarios de la evangelización no son solamente las personas que están fuera de la Iglesia —porque profesan otra religión o no profesan ninguna—; sino también nosotros mismos, que pertenecemos al Pueblo de Dios. Y esto significa que la misma Iglesia, para poder evangelizar, necesita ser evangelizada, y para ello está llamada a recorrer un camino exigente, un camino de continua conversión y renovación.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Los invito a leer y a reflexionar, de una manera personal y comunitaria, la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, y llevar a la oración estas preguntas: ¿Crees lo que anuncias? ¿Vives lo que crees? ¿Anuncias lo que vives? Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

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En otras lenguas el Santo Padre ha manifestado:

Hoy se celebra la Jornada Mundial del Agua. Vuelven a la mente las palabras de san Francisco de Asís: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy útil y humilde, y preciosa y casta». En estas sencillas palabras escuchamos la belleza de la creación y la conciencia de los desafíos que implica cuidar de ella. En estos días se celebra en Nueva York la segunda Conferencia del Agua de la Organización de las Naciones Unidas. Rezo por el buen resultado de los trabajos y espero que este importante evento pueda acelerar las iniciativas a favor de quienes sufren la escasez de agua, este bien primario. El agua no puede ser objeto de despilfarros y abusos o motivo de guerras, sino que debe ser preservada para nuestro beneficio y el de las generaciones futuras.

Foto: Vatican Media

El sábado se celebrará la Solemnidad de la Anunciación del Señor y el pensamiento va al 25 de marzo del año pasado, cuando en unión con todos los Obispos del mundo, se consagraron la Iglesia y la humanidad, en particular Rusia y Ucrania, al corazón Inmaculado de María. No nos cansemos de encomendar la causa de la paz a la Reina de la paz. Por eso deseo invitar a cada creyente y comunidad, especialmente a los grupos de oración, a renovar cada 25 de marzo el acto de consagración a la Virgen, para que Ella, que es Madre, pueda custodiar a todos en la unidad y en la paz.

Y no nos olvidemos, en estos días, de la martirizada Ucrania, que sufre tanto.

Por último, como siempre, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, los enfermos, los ancianos y los recién casados. Que el tiempo de Cuaresma que estamos viviendo os ayude a redescubrir el gran don de ser discípulos de Jesús: seguirlo sin reservas, imitar su entrega a la voluntad del Padre y su amor a los hermanos.

Francisco


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