Papa Francisco en la Audiencia General 31-1-18: «El recorrido de la Palabra de Dios: de los oídos al corazón, a las manos y a las buenas obras»

* «Sabemos que la palabra del Señor es una ayuda indispensable para no perdernos, como  reconoce el salmista que, dirigiéndose  al Señor, confiesa: «Lámpara para mis pasos es tu palabra, luz en mi camino» (Sal 119,105). ¿Cómo podríamos enfrentar nuestra peregrinación terrena, con sus fatigas  y sus  pruebas, sin ser nutridos e iluminados regularmente por la Palabra de Dios que resuena en la liturgia?… La acción del Espíritu, que hace eficaz la respuesta, necesita corazones que se dejen cultivar y trabajar, para que lo que se escucha en la misa pase a la vida cotidiana, según la admonición del apóstol Santiago: «Poned por obra la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22). La Palabra de Dios se abre camino dentro de nosotros»

Video completo de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

31 de enero de 2018.- (13 TV Vatican News / Camino Católico“Se deben hacer comentarios mientras se lee la palabra de Dios?”, preguntó el Papa Francisco a fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro congregados para participar en la audiencia general de este miércoles 31 de enero de 2018. “¡Mira el sombrero rojo que lleva ella, es ridículo! ¡Eh! ¿Es verdad esto? ¿Se deben hacer comentarios mientras se lee la palabra de Dios? – ¡No! – Porque si tu chismorreas con la gente no escuchas la palabra de Dios”, sostuvo el Papa quien prosiguió una serie de catequesis sobre la Santa Misa.

Después de haber dedicado varias catequesis a los ritos introductorios de la Misa, el Papa Francisco centró su predicación en la liturgia de la Palabra. “Cuando se lee la palabra de Dios en la Biblia, la primera lectura, la segunda, el salmo responsorial, el Evangelio, debemos escuchar; abrir el corazón porque es Dios mismo quien nos habla. Y no pensar o hablar de otras cosas. ¿Entendido?”, dijo mirando seriamente a la multitud.

La gente quedó muda ante la solicitud del Sucesor de Pedro – “¿no creo que hayan entendido?”- , bromeó ante tanto silencio.

Sobre la liturgia de la Palabra aseguró “que es una parte constitutiva de la celebración eucarística, en la que nos reunimos para escuchar lo que Dios ha hecho y quiere hacer por nosotros”. “En la liturgia de la Palabra las páginas de la Biblia dejan de ser un texto escrito para ser palabra viva de Dios. Él mismo nos habla y nosotros lo escuchamos poniendo en práctica lo que nos dice”.

“Tenemos necesidad de escuchar la Palabra de Dios, pues ‘no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’. De hecho, hablamos de liturgia de la Palabra como de una ‘mesa’ que el Señor dispone para alimentar nuestra vida espiritual”.

El Papa ha argumentado que no se pueden sustituir los textos bíblicos con textos no bíblicos como “la noticia del día”. “He escuchado que se lee el periódico” en la Misa. Francisco amonestó esa decisión que está prohibida por la Iglesia: “La palabra de Dios es la palabra de Dios. El periódico lo podemos escuchar después, pero ahí se lee la palabra de Dios. El Señor es quien nos habla”. “Sustituir esa palabra con otras cosas, empobrece y compromete el diálogo de Dios con su pueblo en oración”.

Francisco por último señaló cómo se transforma dentro de la persona la Palabra de Dios. “La palabra de Dios hace un camino dentro de nosotros, lo escuchamos con los oídos, pasa al corazón, no se queda en los oídos, deber ir al corazón, y del corazón para a las manos, pasa a las obras buenas”. En el vídeo superior se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy continuamos con las catequesis sobre la santa misa. Después de  hablar  sobre  los ritos de introducción consideramos ahora la Liturgia de la Palabra, que es una parte constitutiva porque nos reunimos para escuchar lo que Dios ha hecho y todavía tiene la intención de hacer por nosotros. Es una experiencia que tiene lugar «en vivo» y no de oídas, porque “cuando se leen las sagradas Escrituras en la Iglesia, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en la palabra, anuncia el Evangelio.» (Instrucción General del  Misal Romano, 29, ver Const. Sacrosanctum Concilium, 7; 33). Y cuántas veces mientras se lee la Palabra de Dios, se charla: “Mira ése, mira ésa, mira el sombrero que se ha puesto aquella: es ridículo”. Y se empieza a comentar. ¿No es verdad? ¿Hay que hacer comentarios mientras se lee la Palabra de Dios? (responden: “¡No!). No, porque si charlas con la gente no escuchas la Palabra de Dios. Cuando se lee la Palabra de Dios en la Biblia –la primea lectura, la segunda, el salmo responsorial y el evangelio- tenemos que escuchar, abrir el corazón, porque es Dios mismo quien nos habla y no tenemos que pensar en otras cosas o decir otras cosas ¿De acuerdo? Os explicaré que pasa en esta Liturgia de la Palabra.

Las  páginas de la Biblia dejan de ser un escrito para convertirse en palabra viva, pronunciada por Dios. Es Dios que, a través de la persona que lee, nos habla y  nos interpela a nosotros, que lo escuchamos con fe. El Espíritu, «que habló a través de los profetas» (Credo) e inspiró a los autores sagrados, hace que «la Palabra de Dios realice efectivamente en los corazones lo que suena en los oídos” (Leccionario, Introd., 9). Pero para escuchar la Palabra de Dios también hay que tener el corazón abierto para recibir la palabra en el corazón. Dios habla y  nosotros lo escuchamos, para después  poner en práctica lo que hemos escuchado. Es muy importante escuchar. A veces, quizás,  no entendemos del todo porque hay algunas lecturas un poco difíciles. Pero Dios nos habla igual de otra manera. (Hay que estar) en silencio y escuchar la Palabra de Dios. No lo olvidéis. En misa, cuando empiezan las lecturas, escuchamos la Palabra de Dios.

¡Necesitamos escucharlo! Es, efectivamente,  una cuestión de vida, como bien recuerda la certera frase  «no solo de pan vive el hombre, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4). La vida que nos da la Palabra de Dios. En este sentido, hablamos de la Liturgia de la Palabra como de la «mesa» que el Señor prepara para alimentar nuestra vida espiritual. La mesa litúrgica es una mesa abundante, servida  en  gran parte con los tesoros de la Biblia (véase SC, 51), tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento porque en ellos  la Iglesia anuncia el único e idéntico misterio de Cristo (véase Leccionario, Introd., 5). Pensemos en la riqueza de las lecturas bíblicas presentes en  los tres ciclos dominicales que, a la luz de los Evangelios sinópticos, nos acompañan durante el año litúrgico: una gran riqueza.  Aquí también deseo recordar la importancia del Salmo responsorial, cuya función es favorecer  la meditación sobre lo que se ha escuchado en la lectura que lo precede. Es bueno que el salmo se valorice  cantando  al menos en la respuesta (véase OGMR, 61; Leccionario, Introd., 19-22). 

La proclamación litúrgica de dichas  lecturas, con los cantos procedentes de la Sagrada Escritura, expresa y fomenta la comunión eclesial, acompañando el camino de todos y cada uno de nosotros.  Así se entiende porqué algunas decisiones subjetivas, como la omisión de las lecturas o su sustitución por textos no bíblicos, estén prohibidas. He oído que alguno, si hay una noticia, lee el periódico porque es la noticia del día. ¡No! ¡La Palabra de Dios es la Palabra de Dios!. El periódico se puede leer después. Pero allí se lee la Palabra de Dios. Es el Señor quien nos habla. Sustituir esa Palabra con otras cosas  empobrece y compromete el diálogo entre Dios y su pueblo en oración. Por el contrario,  (se requiere) la dignidad del ambón y el uso del Leccionario, la disponibilidad de buenos lectores y salmistas. Pero hay que buscar buenos lectores, que sepan leer, no esos que leen (tragándose  las palabras) y no se entiende nada. Es así. Buenos lectores. Tienen que ensayar antes de misa para leer bien. Y así se crea un clima de silencio receptivo.

Sabemos que la palabra del Señor es una ayuda indispensable para no perdernos, como  reconoce el salmista que, dirigiéndose  al Señor, confiesa: «Lámpara para mis pasos es tu palabra, luz en mi camino» (Sal 119,105). ¿Cómo podríamos enfrentar nuestra peregrinación terrena, con sus fatigas  y sus  pruebas, sin ser nutridos e iluminados regularmente por la Palabra de Dios que resuena en la liturgia?

Ciertamente, no es suficiente escuchar con los oídos, sin recibir la semilla de la Palabra divina en el corazón, para que dé  fruto. Recordemos la parábola del sembrador y los diferentes resultados según los diferentes tipos de terreno (véase Mc 4, 14-20). La acción del Espíritu, que hace eficaz la respuesta, necesita corazones que se dejen cultivar y trabajar, para que lo que se escucha en la misa pase a la vida cotidiana, según la admonición del apóstol Santiago: «Poned por obra la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22). La Palabra de Dios se abre camino dentro de nosotros. La escuchamos con los oídos y pasa al corazón; no se queda en los oídos; tiene que llegar al corazón y del corazón pasa a las manos, a las buenas obras. Este es el recorrido de la Palabra de Dios: de los oídos al corazón y a las manos. Aprendamos estas cosas. ¡Gracias!

(Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:)

Queridos hermanos y hermanas:

Después de haber dedicado varias catequesis a los ritos introductorios de la Santa Misa, consideramos ahora la liturgia de la Palabra, que es una parte constitutiva de la celebración eucarística, en la que nos reunimos para escuchar lo que Dios ha hecho y quiere hacer por nosotros.

En la liturgia de la Palabra las páginas de la Biblia dejan de ser un texto escrito para ser palabra viva de Dios. Él mismo nos habla y nosotros lo escuchamos poniendo en práctica lo que nos dice. Tenemos necesidad de escuchar la Palabra de Dios, pues «no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». De hecho, hablamos de liturgia de la Palabra como de una «mesa» que el Señor dispone para alimentar nuestra vida espiritual, tanto con las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento, como también del salmo responsorial.

La proclamación litúrgica de las lecturas, con las antífonas y cantos tomados de la Sagrada Escritura, manifiestan y favorecen la comunión eclesial, y acompañan nuestro camino de fe. Hay que valorar la liturgia de la Palabra, formando lectores y creando un clima de silencio que favorezca la experiencia del diálogo entre Dios y la comunidad creyente.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica; de modo especial a los seminaristas del Seminario Menor de Ciudad Real, y a los participantes en la Asamblea anual de Delegados diocesanos de Medios de Comunicación de España. Los invito a acoger cada día el alimento y la luz de la Palabra de Dios que resuena en la liturgia, siendo capaces de ponerla en práctica con obras concretas.

(El Papa ha dicho al final de la catequesis:)

Por último, me dirijo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Hoy recordamos a San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud. Queridos jóvenes, miradlo  como al educador ejemplar. Vosotros, queridos enfermos, siguiendo su ejemplo, confiad  siempre en Cristo crucificado. Y vosotros, queridos recién casados, recurrid a su intercesión para asumir vuestra misión conyugal con un  generoso compromiso.

Francisco

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