Papa Francisco en la Audiencia General: «La madre Iglesia nos enseña el camino de la misericordia, que es el camino de la vida»

* «¿Puede existir un cristiano que no sea misericordioso? ¡No! El cristiano necesariamente debe ser misericordioso, porque este es el centro del Evangelio. Fiel a esta enseñanza, la Iglesia no puede más que repetir la misma cosa a sus hijos: “Sed misericordiosos, como lo es el Padre, como lo fue el Jesús”»

10 de septiembre de 2014.-(13 TV / Radio Vaticano Camino CatólicoComo buena madre y educadora, la Iglesia mira lo esencial; y lo esencial, según el Evangelio, es la misericordia, dijo Francisco en la Catequesis del miércoles 10 de setiembre, en la plaza del santuario de san Pedro en Roma.

El Sucesor de Pedro dijo que no basta con amar sólo al que nos ama. Para cambiar el mundo es necesario hacer el bien a quien no puede darnos nada a cambio, como Dios Padre hizo con nosotros entregándonos a Jesús.El Vicario de Cristo animó a los miles de peregrinos que llenaban la plaza del santuario, a agradecer al Señor que nos ha dado a la Iglesia como madre, y a recorrer con generosidad el camino de la misericordia. En el vídeo se visualiza y escucha toda la catequesis y el resumen completo que el Papa ha hecho en español. El texto completo de toda la meditación del Santo Padre es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro itinerario de catequesis sobre la Iglesia, nos detenemos a considerar que la Iglesia es madre. La semana pasada destacamos cómo la Iglesia nos hace crecer, con la luz y la fuerza de la Palabra de Dios, nos indica el camino de la salvación y nos defiende del mal. Hoy quisiera destacar un aspecto especial de esta acción educativa de nuestra Madre la Iglesia, es decir cómo nos enseña las obras de misericordia.

Un buen educador señala lo esencial. No se pierde en los detalles, sino que quiere transmitir lo que verdaderamente cuenta para que el hijo o alumno encuentre el sentido y la alegría de vivir. Es la Verdad, lo esencial, según el Evangelio, es la misericordia. Lo esencial según el Evangelio es la Misericordia, Dios ha enviado a su hijo, se ha hecho Hombre para salvarnos, para darnos su misericordia. Lo dice claramente Jesús, resumiendo su enseñanza a los discípulos: “¡Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). ¿Puede existir un cristiano que no sea misericordioso? ¡No! El cristiano necesariamente debe ser misericordioso, porque este es el centro del Evangelio. Fiel a esta enseñanza, la Iglesia no puede más que repetir la misma cosa a sus hijos: “Sed misericordiosos, como lo es el Padre, como lo fue el Jesús”.

La Iglesia se comporta como Jesús. No hace lecciones teóricas sobre el amor, sobre la misericordia. No difunde en el mundo una filosofía, un camino de sabiduría… Cierto, el Cristianismo es también todo esto, pero por consecuencia, por reflejo. La Madre Iglesia, como Jesús, enseña con el ejemplo y las palabras son necesarias para iluminar el significado de sus gestos.

La Madre Iglesia nos enseña a dar de comer y dar de beber a quien tiene hambre y sed, a vestir a quien está desnudo ¿Cómo lo hace? Lo hace con el ejemplo de muchos santos y santas que han hecho esto de forma ejemplar; pero lo hace también con el ejemplo de tantísimos papás y mamás que enseñan a sus hijos que lo que nos sobra hoy es para quien lo necesita. Es importante saber esto. En las familias cristianas más sencillas siempre ha sido sagrada la regla de la hospitalidad: no falta nunca un plato y una cama para quien los necesita.

Una vez, una madre, me contaban de otra diócesis, que quería enseñar esto a sus hijos, les decía que ayudaran que dieran de comer al que tenía hambre, tenía tres hijos. Una vez, el padre estaba en el trabajo y ella estaba sola con sus hijos a la hora de comer, sus hijos pequeños, de 7,5 y cuatro años de edad. Llamaron a la puerta y había un señor que pedía de comer. Ella le dijo: Espere aquí. Volvió a la cocina y le dijo a sus hijos: ‘Es un señor que pide de comer, ¿qué hacemos?’. Ellos respondieron: ‘Le damos, le damos’. Cada uno de ellos tenía un filete de carne con patatas fritas en el plato. Ella les dijo: ‘Le daremos la mitad de nuestros filetes’. Pero ellos protestaron: ‘No, mamá así no funciona…’. ‘Es exactamente así, debes dar de lo tuyo’. Así esta madre enseñó a sus hijos a dar de lo propio. Este es un buen ejemplo que a mí me ha ayudado mucho. ‘Es que no me sobra nada…’ ¡No! ¡Da de lo tuyo! Así nos enseña la Madre Iglesia y vosotras, tantas madres que estáis aquí ya sabéis como debéis enseñar a vuestros hijos. A que ellos compartan sus cosas con quienes lo necesitan.

La Madre Iglesia nos enseña a estar cerca de quien está enfermo. ¡Cuántos santos y santas han servido a Jesús de esta forma! ¡Y cuántos hombres y mujeres sencillos, todos los días, ponen en práctica esta obra de misericordia en una habitación de hospital, en un asilo, o en sus propias casas, asistiendo a una persona enferma!

La Madre Iglesia nos enseña a estar cerca de quien está en la cárcel. ‘Pero es peligroso esto, ¡es gente mala!’ No, cada uno de nosotros es capaz de hacer lo mismo que aquel hombre y mujer que está en la cárcel. Todos tenemos la capacidad de pecar y de hacer lo mismo, de equivocarnos en la vida ¡No es peor que tú o que yo!

La misericordia supera todos los muros, todas las barreras, y te lleva a buscar siempre el rostro del hombre, de la persona. Y es la misericordia la que cambia el corazón y la vida, puede regenerar a una persona y le permite entrar de una forma nueva en la sociedad.

La Madre Iglesia nos enseña a estar cerca de quien está abandonado y muere solo. Es lo que hizo la beata Teresa por las calles de Calcuta. Es lo que han hecho y hacen muchos cristianos que no tienen miedo de coger la mano a quien está por dejar este mundo. Y también aquí, la misericordia da la paz a quien parte y a quien se queda, haciéndonos sentir que Dios es más grande que la muerte y que permaneciendo en Él también la última separación es un “hasta luego”… Lo entendió bien la Madre Teresa. Le decían: ‘Madre, esto es perder el tiempo’. Encontraba gente moribunda en la calle, gente a la que empezaban a comerle el cuerpo las ratas de la calle y ella los llevaba a casa para que murieran limpios, tranquilos, acariciándolos, en paz. Ella les daba el “hasta luego”. Y estas personas, a ella y a tantos cómo ella que han hecho esto, les esperan en la puerta para abrirles la puerta del cielo. Ayudar a morir bien a la gente, en paz.

Queridos hermanos y hermanas, así la Iglesia es madre, enseñando a sus hijos las obras de misericordia. Ella ha aprendido de Jesús este camino, ha aprendido que esto es lo esencial para la salvación. No basta amar a quien nos ama. Esto lo hacen los paganos. No basta hacer el bien a quien nos hace el bien. Para cambiar el mundo a mejor es necesario hacer el bien a quien no es capaz de devolver el bien, como hizo el Padre con nosotros, dándonos a Jesús. ¿Cuánto hemos pagado por nuestra redención? Nada ¡todo es gratis! Hacer el bien sin esperar otra cosa a cambio, así ha hecho el Padre con nosotros y nosotros debemos hacer lo mismo ¡haz el bien y sigue adelante! ¡Qué bello es vivir en la Madre Iglesia que nos enseña estas cosas! ¡Qué nos ha enseñado a Jesús!

Demos gracias al Señor, que nos ha dado la gracia de tener como madre a la Iglesia, ella nos enseña el camino de la misericordia, que es el camino de la vida ¡Demos gracias a Dios!

(El Papa ha dicho en español:) 

Queridos hermanos y hermanas:

Un aspecto particular de la maternidad de la Iglesia es que ella nos educa a través de las obras de misericordia. Como buena madre y educadora, ella se fija en lo que es esencial; y lo esencial, según el Evangelio, es la misericordia. Pero la enseñanza de la Iglesia no es algo meramente teórico, no da lecciones, sino que se transmite con el ejemplo.

Ella nos ofrece el ejemplo de los santos, pero también el de tantos hombres y mujeres sencillos. La Iglesia nos enseña a dar de comer y beber a los que tienen hambre y sed; vestir al que está desnudo. Nos enseña a estar cerca del enfermo, ya sea en un hospital, en una residencia o en la propia casa. Nos enseña a visitar al encarcelado, mirándolo en su humanidad, pues sólo la misericordia puede cambiar el corazón y hacer que una persona vuelva a insertarse en la sociedad. Por último, la Iglesia nos enseña también a estar cerca del abandonado o del que muere solo.

No basta con amar sólo al que nos ama. Para cambiar el mundo es necesario hacer el bien a quien no puede darnos nada a cambio, como Dios Padre hizo con nosotros entregándonos a Jesús.

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, México, Colombia, Argentina, Perú, Chile y otros países latinoamericanos. Los animo a agradecer al Señor que nos haya dado a la Iglesia como madre, y a recorrer con generosidad el camino de la misericordia. Muchas gracias y que Dios los bendiga.

Papa Francisco

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