Papa Francisco en la Audiencia General: «Las obras de misericordia son el antídoto para el virus de la indiferencia»

* «Quiero subrayar y reiterar mi cercanía a todas las víctimas del inhumano conflicto en Siria. Consciente de la urgencia, renuevo mi llamamiento, implorando con todas mis fuerzas, a los responsables, para que se provea a un inmediato cese del fuego, que se imponga y respete por lo menos durante el tiempo necesario para consentir la evacuación de los civiles, sobre todo de los niños, que aún están atrapados bajos los cruentos bombardeos»

Video completo de la catequesis del Papa traducida al español

12 de octubre de 2016.- (13 TV / Radio Vaticano / Camino Católico) “En un mundo lamentablemente herido por el virus de la indiferencia, las obras de misericordia son el mejor antídoto. Nos educan, de hecho, a la atención hacia las exigencias más elementales de nuestros hermanos más pequeños”, con estas palabras el Papa Francisco explicó en la Audiencia General del segundo miércoles de octubre, el significado de las Obras de Misericordia.

Continuando su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura, el Obispo de Roma recordó como en las catequesis anteriores nos hemos ido metiendo un poco a la vez en el gran misterio de la misericordia de Dios. Hemos meditado sobre el actuar del Padre en el Antiguo Testamento – afirmó el Pontífice – y luego, a través de las narraciones evangélicas, hemos visto como Jesús, en sus palabras y en sus gestos, encarna la Misericordia y lo transmite a sus discípulos y a todos nosotros. De hecho, señaló el Papa, no basta tener la experiencia de la misericordia de Dios en la propia vida; es necesario que quien la reciba también se convierta en signo e instrumento para los demás. La misericordia, además, no está reservada solo a los momentos particulares, sino abraza toda nuestra experiencia cotidiana.

Una vez más, al final de la Audiencia, en la Plaza de San Pedro se elevó la voz del Obispo de Roma para expresar su cercanía a las víctimas inocentes del cruel conflicto en la amada Siria. El Papa Francisco renovó su apremiante llamamiento implorando a los responsables un inmediato cese del fuego para favorecer la ayuda humanitaria y para consentir la evacuación de los civiles, sobre todo de los niños, que aún están atrapados bajos los cruentos bombardeos. En el vídeo superior se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En las catequesis anteriores nos hemos ido metiendo un poco a la vez en el gran misterio de la misericordia de Dios. Hemos meditado sobre el actuar del Padre en el Antiguo Testamento y luego, a través de las narraciones evangélicas, hemos visto como Jesús, en sus palabras y en sus gestos, sea la encarnación de la Misericordia. Él, a su vez, ha enseñado a los discípulos: «Sean misericordiosos como el Padre» (Lc 6,36). Es un empeño que interpela la conciencia y la acción de todo cristiano. De hecho, no basta tener la experiencia de la misericordia de Dios en la propia vida; es necesario que quien la reciba también se convierta en signo e instrumento para los demás. La misericordia, además, no está reservada solo para los momentos particulares, sino abraza toda nuestra experiencia cotidiana.

Por lo tanto, ¿Cómo podemos ser testigos de misericordia? No pensemos que se trate de realizar grandes esfuerzos o gestos sobre humanos. No, no es así. El Señor nos indica un camino mucho más simple, hecho de pequeños gestos pero que ante sus ojos tienen un gran valor, a tal punto que nos ha dicho que sobre esto seremos juzgados. De hecho, una página entre las más bellas del Evangelio de Mateo nos presenta la enseñanza que podríamos considerar de alguna manera como el “testamento de Jesús” por parte del evangelista, que experimentó directamente en sí la acción de la Misericordia. Jesús dice que cada vez que damos de comer a quien tiene hambre y de beber a quien tiene sed, que vestimos a una persona desnuda y acogemos a un forastero, que visitamos a un enfermo o a un encarcelado, lo hacemos a Él (Cfr. Mt 25,31-46). La Iglesia ha llamado a estos gestos “obras de misericordia corporales”, porque ayudan a las personas en sus necesidades materiales.

Existen también otras siete obras de misericordia llamadas “espirituales”, que se refieren a otras exigencias también importantes, sobre todo hoy, porque tocan el interior de las personas y muchas veces hacen sufrir más. Todos ciertamente recordamos uno que ciertamente ha entrado en el lenguaje común: “Soportar pacientemente a las personas molestas”. ¡Y existen eh! ¡Existen personas molestas! Podría parecer una cosa poco importante, que nos hace sonreír, en cambio contiene un sentimiento de profunda caridad; y así es también para las otras seis, que es bueno recordar: aconsejar a los inciertos, enseñar a los ignorantes, corregir al que se equivoca, consolar a los afligidos, perdonar las ofensas, rezar a Dios por los vivos y por los difuntos. ¡Son cosas de todos los días! “Pero yo estoy afligido…” “Dios te ayudará, no tengo tiempo”. ¡No! ¡Me detengo, lo escucho, pierdo el tiempo y lo consuelo, este es un gesto de misericordia y esto nos es hecho sólo a él, sino es hecho a Jesús!

En las próximas Catequesis nos detendremos sobre estas obras, que la Iglesia nos presenta como el modo concreto de vivir la misericordia. A lo largo de los siglos, muchas personas sencillas las ha puesto en práctica, dando así un genuino testimonio de fe. La Iglesia por otra parte, fiel a su Señor, nutre un amor preferencial por los más débiles. Muchas veces son las personas más cercanas a nosotros las que tienen necesidad de nuestra ayuda. No debemos ir en búsqueda de quien sabe qué acciones por realizar. Es mejor iniciar por aquellas más sencillas, que el Señor nos indica como las más urgentes. En un mundo lamentablemente herido por el virus de la indiferencia, las obras de misericordia son el mejor antídoto. Nos educan, de hecho, a la atención hacia las exigencias más elementales de nuestros «hermanos más pequeños» (Mt 25,40), en los cuales está presente Jesús.

Siempre Jesús está presente allí donde hay necesidad, una persona que tiene necesidad, sea material que espiritual, pero  Jesús está ahí. Reconocer su rostro en aquel que está en necesidad es un verdadero desafío contra la indiferencia. Nos permite estar siempre vigilantes, evitando que Cristo pase a nuestro lado sin que lo reconozcamos. Me viene a la mente la frase de San Agustín: «Timeo Iesum transeuntem» (Serm., 88, 14, 13), “Tengo miedo que el Señor pase” y no lo reconozca, que el Señor pase delante a mí en una de estas personas pequeñas, necesitadas y yo no me dé cuenta que es Jesús. Tengo miedo que el Señor pase y no lo reconozca. Me he preguntado porque San Agustín ha dicho temer el paso de Jesús. La respuesta, lamentablemente, está en nuestro comportamiento: porque muchas veces estamos distraídos, indiferentes, y cuando el Señor pasa a nuestro lado perdemos la ocasión del encuentro, de encuentro con Él.

Las obras de misericordia despiertan en nosotros la exigencia y la capacidad de hacer viva y operante la fe con la caridad. Estoy convencido que a través de estos simples gestos cotidianos podemos cumplir una verdadera revolución cultural, como lo ha sido en el pasado. Si cada uno de nosotros, cada día, hace una de estas, esta será una revolución en el mundo. ¡Pero todos eh! Cada uno de nosotros. ¡Cuántos santos hoy son todavía recordados no por las grandes obras que han realizado, sino por la caridad que han sabido transmitir! Pensemos en Madre Teresa, canonizada hace poco: no la recordamos por las casas que ha abierto en el mundo, sino porque se inclinaba en cada persona que encontraba en medio de la calle para restituirle la dignidad. ¡Cuántos niños abandonados ha abrazado entre sus brazos; cuantos moribundos ha acompañado al umbral de la eternidad sujetándolos por la mano! Estas obras de misericordia son los rasgos del Rostro de Jesucristo que cuida de sus hermanos más pequeños para llevar a cada uno la ternura y la cercanía de Dios. Que el Espíritu Santo nos ayude, que el Espíritu Santo encienda en nosotros el deseo de vivir con este estilo de vida: al menos hacer una cada día. Aprendamos de nuevo de memoria las obras de misericordia corporales y espirituales y pidamos al Señor nos ayude a ponerlos en práctica cada día y en el momento en el cual veamos a Jesús en una persona que está necesitada.

 (El Papa ha dicho en español:)

Queridos hermanos y hermanas,

En las catequesis anteriores hemos reflexionado sobre el misterio de la misericordia de Dios, desde el actuar del Padre en el Antiguo Testamento hasta el de Jesús, quien a través de las narraciones evangélicas, se nos muestra, en sus palabras y en sus gestos, como la encarnación misma de la Misericordia.

No es suficiente haber experimentado la misericordia de Dios en nuestra vida, debemos ser su signo e instrumento a través de pequeños gestos concretos. Estos tienen valor a los ojos del Señor, hasta el punto de ser el criterio sobre el que seremos juzgados. La Iglesia ha llamado a estos pequeños gestos «obras de misericordia corporales y espirituales», que tocan las exigencias más importantes y esenciales de las personas.

En un mundo donde reina la indiferencia, las obras de misericordia son el mejor antídoto contra ella, porque nos educan a estar atentos a las necesidades más elementales de nuestros «hermanos más pequeños» y vulnerables. En las próximas catequesis meditaremos sobre cada una de estas obras, que son el modo concreto de vivir la misericordia, y hacer nuestra fe viva y operosa con la caridad.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica. Que el Espíritu Santo encienda en nosotros el deseo de practicar las obras de misericordia, para que nuestros hermanos sientan presente a Jesús, que no los abandona en sus necesidades sino que se hace cercano y los abraza con ternura. Muchas gracias.

 (Después saludando en otros idiomas el Papa ha dicho:)

Quiero subrayar y reiterar mi cercanía a todas las víctimas del inhumano conflicto en Siria. Consciente de la urgencia, renuevo mi llamamiento, implorando con todas mis fuerzas, a los responsables, para que se provea a un inmediato cese del fuego, que se imponga y respete por lo menos durante el tiempo necesario para consentir la evacuación de los civiles, sobre todo de los niños, que aún están atrapados bajos los cruentos bombardeos.

Francisco

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