Papa Francisco en la Audiencia General: «Mirar el crucifijo, besar las llagas de Jesús y y digámonos lo ha hecho por mi»

* «En el momento en el que todo parece perdido, en el momento del dolor en el que tantas personas sienten como la necesidad de bajar de la cruz, es el momento más cercano a la resurrección. En el momento más oscuro interviene Dios y resucita»

16 de abril de 2014.-(Radio Vaticano Camino CatólicoEl Papa Francisco dedicó su catequesis de este Miércoles Santo a la aceptación de Jesús de la humillación y muerte de cruz para salvarnos, y en cuyo sufrimiento podemos ver el dolor de la humanidad. El Obispo de Roma afirmó que si bien nos gustaría que Dios acabara, mediante un gesto de su omnipotencia, con la injusticia, el mal y el pecado, la pasión de Jesucristo “no ocurre por error”, sino que de este modo nos muestra su amor infinito.

Mientras nos revela que cuando todo parece perdido es cuando Dios interviene con la potencia de su resurrección, que no es el “final feliz” de un cuento de hadas, sino la prueba de que Dios actúa allí donde las fuerzas humanas ya no dan más de sí. Por eso, dijo el Papa, también nosotros, en los momentos de mayor oscuridad, debilidad y flaqueza, debemos poner nuestra esperanza en Dios, como hizo Jesús.

El Santo Padre invitó a vivir esta Pascua con la certeza de que, en Jesús, Dios nos ama y nos perdona. A la vez que pidió a nuestra Madre, la Virgen María, que nos acompañe en el camino de la cruz y del amor que Cristo nos enseña.El texto completo de la meditación del Santo Padre es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

A mitad de la Semana Santa, la liturgia nos presenta el relato de la traición de Judas, que se dirige a los jefes del Sanedrín para hacer negocio y entregarles a su Maestro. “Cuanto me dais si lo entrego”,Jesús desde ese momento tiene un precio, que Él elige con absoluta libertad. Lo dice claramente Él mismo: “Yo doy mi vida… Nadie me la quita: yo la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y el poder de recuperarla de nuevo” (Jn 10,17-18). Y así comienza el camino de la humillación y de la expoliación, recorre este camino de la humillación y de la expoliación hasta el final.

Jesús alcanza la completa humillación con la “muerte de cruz”. Se trata de la muerte peor, la reservada a los esclavos y a los delincuentes. Jesús era considerado un profeta, pero muere como un delincuente. Contemplando a Jesús en su pasión, encontramos la respuesta divina al misterio del mal, del dolor, de la muerte. Muchas veces sentimos horror por el mal y el dolor que nos rodea y nos preguntamos: “¿Por qué Dios lo permite?”. Es una profunda herida para nosotros ver el sufrimiento y la muerte, ¡especialmente la de los inocentes!. Cuando vemos sufrir a los niños, es una herida en el corazón, el misterio del mal, y Jesús toma todo este mal, todo este sufrimiento sobre si. Esta semana nos hará bien a todos nosotros besar el crucifijo, besar las llagas de Jesús, besar el crucifijo. Él ha tomado sobre sí el sufrimiento humano, se ha “endosado” todo ese sufrimiento.

Nosotros esperamos que Dios en su omnipotencia derrote la injusticia, el mal, el pecado y el sufrimiento con una victoria triunfante. Dios nos muestra en cambio una victoria humilde que humanamente parece un fracaso. Podemos decir que Dios vence en el fracaso. El Hijo de Dios, de hecho, aparece en la cruz como un hombre derrotado: sufre, es traicionado, es insultado y finalmente muere. Pero Jesús permite que el mal se encarnice con Él para vencerlo. Su pasión no es un incidente; su muerte – esa muerte – estaba “escrita”. No tenemos explicación, es un misterio desconcertante, el misterio de la gran humildad de Dios: “Dios amó tanto al mundo que le entregó a su Hijo unigénito” (Jn 3,16).
 
Esta semana pensemos mucho en el dolor de Jesús y digámonos a nosotros mismos: esto es por mi, aunque yo hubiera sido la única persona en el mundo, él lo habría hecho, lo ha hecho por mi. Besemos al crucificado y digamos, por mi, gracias Jesús, por mí.

Cuando todo parece perdido, cuando ya no queda nadie porque golpearán “al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño” (Mt 26,31), entonces es cuando interviene Dios con el poder de la resurrección. La resurrección de Jesús no es el final feliz de un bonito cuento, no es el happy end de una película, sino la intervención de Dios Padre, es allí donde se funda la esperanza humana. En el momento en el que todo parece perdido, en el momento del dolor en el que tantas personas sienten como la necesidad de bajar de la cruz, es el momento más cercano a la resurrección. La noche se hace más oscura precisamente poco antes de que empiece la mañana, antes de que empiece la luz. En el momento más oscuro interviene Dios y resucita.

Jesús, que eligió pasar por este camino, nos invita a seguirlo en su mismo camino de humillación. Cuando en ciertos momentos de la vida no encontramos vía de escape a nuestras dificultades, cuando nos hundimos en la oscuridad más espesa, es el momento de nuestra humillación y expoliación total, la hora en que experimentamos que somos frágiles y pecadores. Y precisamente entonces, en ese momento, que no debemos enmascarar nuestro fracaso, sino abrirnos confiados a la esperanza en Dios, como hizo Jesús. Queridos hermanos y hermanas, esta Semana Santa nos hará bien coger el crucifijo en mano y besarlo muchas veces, y decir: gracias Jesús, gracias Señor. Así sea.

(El Papa ha dicho en español:)  

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, en la mitad de la Semana Santa la liturgia nos presenta el triste hecho de la traición de Judas. Judas va a las autoridades y les dice simplemente: ¿Cuánto me van a dar si yo lo entrego? ¡30 monedas! Y Jesús tiene precio, como cualquier mercadería en un mercado. Y Jesús acepta esa humillación hasta la muerte de cruz.

En su sufrimiento y en su muerte, podemos ver el dolor de la humanidad, el dolor de nuestros pecados, y la respuesta de Dios a ese misterio del poder del mal. Dios toma sobre sí el mal del mundo para vencerlo. Su pasión no ocurre por error. Es la manera de mostrarnos su amor infinito. En esa pasión de Jesús contemplamos su grandeza y su amor.

En esta Semana Santa nos hará bien, a todos, mirar el crucifijo, besar las llagas de Jesús y decirle gracias. Porque eso lo hizo por cada uno de nosotros. Pero Dios siempre interviene en el momento en que quizás uno no lo espera, y Jesús resucita.

La resurrección de Jesús no es el “final feliz” de un cuento de hadas, no es el “happy end” de una película, sino que es la prueba de que Dios actúa en el momento más difícil, en el momento más oscuro. La noche siempre es muy oscura un poquito antes de que empiece a amanecer. No bajemos de la cruz antes de tiempo. Y no olvidemos, en esta semana, de besar muchas veces el crucifijo.

Saludo a los peregrinos de lengua española, en especial a los grupos venidos de España, ¡lleno de banderas! Puerto Rico, Guatemala, México, Uruguay, ¡vi varios mates por ahí!, Argentina y otros países latinoamericanos.

Invito a todos a vivir esta Pascua con la certeza de que, en Jesús, Dios nos ama y nos perdona. Pido a la Virgen María, nuestra Madre, que nos acompañe en el camino de la cruz y del amor que Cristo nos enseña. Muchas gracias.

Papa Francisco

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