Papa Francisco en la homilía de la Misa en Rangún: «El amor de Cristo revelado en la cruz es como un GPS espiritual que nos guía hacia la vida íntima de Dios»

* «Con el don de su Espíritu, Jesús nos hace capaces de ser signos de su sabiduría, que vence a la sabiduría de este mundo, y de su misericordia, que alivia incluso las heridas más dolorosas… Que encontrando refugio en las heridas de Cristo, podáis saborear el bálsamo saludable de la misericordia del Padre y encontrar la fuerza para llevarlo a los demás, para ungir cada herida y recuerdo doloroso. De esta manera, seréis testigos fieles de la reconciliación y la paz, que Dios quiere que reine en todos los corazones de los hombres y en todas las comunidades»

29 de noviembre de 2017.-(Radio Vaticano Camino Católico) En la Misa que ha presidido en el Kyaikkasan Ground en la ciudad de Rangún en Myanmar (Birmania), el Papa Francisco afirmó que el amor de Cristo revelado en la cruz “es como un GPS espiritual”. Ante unos 150 mil fieles presentes en la Misa que presidió el 29 de noviembre desde las 8:30 a.m. (hora local), el Santo Padre reflexionó sobre la sabiduría del Señor, y cómo ante el odio y la violencia, siempre respondió con misericordia y amor.

Al concluir la Misa y en sus palabras de agradecimiento por la presencia del Papa en Myanmar, el Arzobispo de Rangún (Yangon), Cardenal Charles Maung Bo, dijo que “esto es como la experiencia del Monte Tabor. Los católicos sencillos tienen una experiencia impresionante” y “la vida nunca será la misa para los católicos en Myanmar”.

“Hace solo un año, el pensamiento de este pequeño rebaño de partir el pan con el Santo Padre Francisco era solo un sueño. Somos un pequeño rebaño, somos como Zaqueo. Entre las naciones, no podemos ver a nuestro pastor. Como Zaqueo, si somos llamados, bajamos porque queremos ir a tu casa”. “Santo Padre Francisco: Un buen pastor va por los pequeños y por los que son marginados. Usted ha dicho la palabra y ha partido el pan”,dijo el Cardenal.

El Purpurado dijo además que“este día quedará en cada corazón humano que está aquí. Nuestro queridísimo Santo Padre, todos los católicos te saludan aquí con corazón generoso”. “Un milagro se ha obrado hoy. Todos volvemos como un milagro de Dios. Gracias y este pequeño rebaño reza por usted”.

El “mensaje de perdón y misericordia” de Cristo, dijo el Pontífice en la homilía pronunciada en italiano y traducida a la lengua local para los asistentes, “se sirve de una lógica que no todos querrán comprender y que encontrará obstáculos”. “Sin embargo, su amor revelado en la cruz, en definitiva, nadie lo puede detener. Es como un GPS espiritual que nos guía de manera inexorable hacia la vida íntima de Dios y el corazón de nuestro prójimo”, resaltó durante la Misa que fue celebrada en inglés, latín y algunas lenguas locales. El texto completo de la homilía del Papa es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas:

Desde antes de venir a este país, he estado esperando que llegara este momento. Muchos de vosotros habéis venido de lejanas y remotas tierras montañosas, algunos incluso a pie. Vengo como peregrino para escuchar y aprender de vosotros, y para ofreceros algunas palabras de esperanza y consuelo.

La primera lectura de hoy, tomada del libro de Daniel, nos ayuda a ver lo limitada que era la sabiduría del rey Baltasar y sus videntes. Ellos sabían cómo alabar «a sus dioses de oro y plata, de bronce y de hierro, de madera y de piedra» (Dn 5,4), pero no poseían la sabiduría para alabar a Dios, en cuyas manos está nuestra vida y nuestro aliento. Daniel, sin embargo, tenía la sabiduría del Señor y fue capaz de interpretar sus grandes misterios.

El intérprete definitivo de los misterios de Dios es Jesús. Él es la sabiduría de Dios en persona (cf.1 Co 1,24). Jesús no nos enseñó su sabiduría con largos discursos o grandes demostraciones de poder político o terreno, sino entregando su vida en la cruz. A veces podemos caer en la trampa de confiar en nuestra propia sabiduría, pero la verdad es que podemos fácilmente desorientarnos. En esos momentos, debemos recordar que tenemos ante nosotros una brújula segura: el Señor crucificado. En la cruz, encontramos la sabiduría que puede guiar nuestras vidas con la luz que proviene de Dios.

Desde la cruz también nos llega la curación. Allí, Jesús ofreció sus heridas al Padre por nosotros, las heridas que nos han curado (cf. 1 Pe 2,4). Que siempre tengamos la sabiduría de encontrar en las heridas de Cristo la fuente de toda curación. Sé que muchos en Myanmar llevan las heridas de la violencia, heridas visibles e invisibles. Existe la tentación de responder a estas heridas con una sabiduría mundana que, como la del rey en la primera lectura, está profundamente equivocada. Pensamos que la curación pueda venir de la ira y de la venganza. Sin embargo, el camino de la venganza no es el camino de Jesús.

El camino de Jesús es radicalmente diferente. Cuando el odio y el rechazo lo condujeron a la pasión y a la muerte, él respondió con perdón y compasión. En el Evangelio de hoy, el Señor nos dice que, al igual que él, también nosotros podemos encontrar rechazo y obstáculos, sin embargo él nos dará una sabiduría a la que nadie puede resistir (cf. Lc 21,15). Está hablando del Espíritu Santo, gracias al cual el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (Rm 5, 5). Con el don de su Espíritu, Jesús nos hace capaces de ser signos de su sabiduría, que vence a la sabiduría de este mundo, y de su misericordia, que alivia incluso las heridas más dolorosas.

En la víspera de su pasión, Jesús se entregó a sus apóstoles bajo los signos del pan y del vino. En el don de la Eucaristía, no sólo reconocemos, con los ojos de la fe, el don de su cuerpo y de su sangre, sino que también aprendemos cómo encontrar descanso en sus heridas, y a ser purificados allí de todos nuestros pecados y de nuestros caminos errados. Queridos hermanos y hermanas, que encontrando refugio en las heridas de Cristo, podáis saborear el bálsamo saludable de la misericordia del Padre y encontrar la fuerza para llevarlo a los demás, para ungir cada herida y recuerdo doloroso. De esta manera, seréis testigos fieles de la reconciliación y la paz, que Dios quiere que reine en todos los corazones de los hombres y en todas las comunidades.

Sé que la Iglesia en Myanmar ya está haciendo mucho para llevar a otros el bálsamo saludable de la misericordia de Dios, especialmente a los más necesitados. Hay muestras claras de que, incluso con medios muy limitados, muchas comunidades anuncian el Evangelio a otras minorías tribales, sin forzar ni coaccionar, sino siempre invitando y acogiendo. En medio de tanta pobreza y dificultades, muchos de vosotros ofrecéis ayuda práctica y solidaridad a los pobres y a los que sufren. Con el servicio diario de vuestros obispos, sacerdotes, religiosos y catequistas, y en particular a través de la encomiable labor de la Catholic Karuna Myanmar y de la generosa asistencia proporcionada por las Obras Misionales Pontificias, la Iglesia en este país está ayudando a un gran número de hombres, mujeres y niños, sin distinción de religión u origen étnico. Soy testigo de que la Iglesia aquí está viva, que Cristo está vivo y está aquí con vosotros y con vuestros hermanos y hermanas de otras comunidades cristianas. Os animo a seguir compartiendo con los demás la valiosa sabiduría que habéis recibido, el amor de Dios que brota del corazón de Jesús.

Jesús quiere dar esta sabiduría en abundancia. Él recompensará ciertamente vuestra labor de sembrar semillas de curación y reconciliación en vuestras familias, comunidades y en toda la sociedad de esta nación. ¿No nos dijo él que nadie se puede resistir a su sabiduría (cf. Lc 21,15)? Su mensaje de perdón y misericordia se sirve de una lógica que no todos querrán comprender y que encontrará obstáculos. Sin embargo, su amor revelado en la cruz, en definitiva, nadie lo puede detener. Es como un GPS espiritual que nos guía de manera inexorable hacia la vida íntima de Dios y el corazón de nuestro prójimo.

La Santísima Virgen María siguió a su Hijo hasta la oscura montaña del Calvario y nos acompaña en cada paso de nuestro viaje terrenal. Que ella nos obtenga la gracia de ser mensajeros de la verdadera sabiduría, profundamente misericordiosos con los necesitados, con la alegría que proviene de encontrar descanso en las heridas de Jesús, que nos amó hasta el final.

Que Dios os bendiga a todos. Que Dios bendiga a la Iglesia en Myanmar. Que él bendiga a esta tierra con su paz. Que Dios bendiga a Myanmar.

Francisco

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