Papa Francisco / Homilía en Santa Marta: “Somos pecadores, con pecados concretos, no teóricos»

 “Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador. Esta es la oración que debemos hacer todos los días… Pero tenemos también la gracia, la gracia que viene de Jesucristo: la gracia de la alegría, la gracia de la magnanimidad, de la anchura

19 de junio de 2013.- (Zenit /  Camino Católico)  El cristianismo no es una «casuística» de preceptos: esta concepción impide entender y vivir a Dios como alegría y magnanimidad.  Lo ha dicho esta mañana el Papa Francisco durante la misa celebrada en la Casa Santa Marta. Han Concelebrado el cardenal Marc Ouellet, y el arzobispo Lorenzo Baldisseri, prefecto y secretario de la Congregación para los Obispos, acompañados de un grupo de colaboradores. Radio Vaticana informa que han estado también en el altar el presidente y secretario del Pontificio Consejo para la Familia, el arzobispo Vincenzo Paglia y el obispo Jean Laffitte, junto a personal de su dicasterio.

No a una ética sin bondad

Los hipócritas que «llevan al pueblo de Dios por una calle sin salida»: son estos los protagonistas del evangelio de hoy y de la homilía del santo padre. El Papa ha reflexionado sobre el famoso pasaje de Mateo, que presenta el contraste entre la conducta de los escribas y fariseos –que se pavonean en público cuando dan la limosna, la oración y el ayuno–, y aquello que por el contrario Jesús indica a los discípulos como la actitud correcta a tomar en las mismas circunstancias, y que es el «secreto», la discreción apreciada y recompensada por Dios. En particular, más allá de la vanidad de los escribas y fariseos, Francisco los estigmatiza por imponer a los fieles «tantos preceptos.» : Los llama «hipócritas de la casuística», «intelectuales sin talento» que «no tienen la inteligencia para encontrar a Dios, para explicar a Dios con inteligencia», y al hacerlo así, impiden a sí mismos y a los otros que entren en el Reino de Dios:

«Jesús lo dice: «No entran ustedes ni dejan entrar a los otros». Son especialistas en una ética sin bondad, no saben qué es la bondad. Pero sí, son especialistas en ética, ¿eh? ‘Se tiene que hacer esto, esto, esto…’ Te llenan de preceptos, pero sin bondad. Y los de las filacterias, que se colocan tantos paños, tantas cosas, para hacer mostrar que son majestuosos, perfectos, estos no tienen el sentido de la belleza. Llegan solo a tener una belleza de museo. Intelectuales sin talento, especialistas en ética sin bondad, portadores de bellezas de museo. Estos son los hipócritas, a los que Jesús reprende mucho».

La humildad del pecador

«Pero esto no termina aquí –ha proseigue el papa porque– en el evangelio de hoy, el Señor habla de otra clase de hipócritas, los que se dedican a lo sagrado»:

«El Señor habla del ayuno, de la oración, de la limosna: los tres pilares de la piedad cristiana; de la conversión interior, que la Iglesia nos propone a todos durante la Cuaresma. También en este camino hay hipócritas, que se pavonean en hacer el ayuno, la limosna, la oración. Creo que cuando la hipocresía llega a ese punto en la relación con Dios, estamos muy cerca al pecado contra el Espíritu Santo. Ellos no saben acerca de la belleza, no conocen del amor, no saben de la verdad: son pequeños, viles».

«Pensemos sobre la hipocresía en la Iglesia: cuánto mal nos hace a todos»,ha reconocido con franqueza Francisco. A la vez que se ha referido como «icono» de imitar a un personaje descrito en otro pasaje del evangelio. Se trata del publicano que con humilde sencillez reza diciendo: «Ten piedad de mí, Señor, que soy un pecador». «Esta –ha dicho– es la oración que debemos hacer todos los días, sabiendo que somos pecadores», pero «con pecados concretos, no teóricos». Y esta oración, ha concluido el Papa, nos ayudará a recorrer «el camino contrario” a la hipocresía, a la tentación que “todos tenemos»:

«Pero tenemos también la gracia, la gracia que viene de Jesucristo: la gracia de la alegría, la gracia de la magnanimidad, de la anchura. El hipócrita no sabe qué es la alegría, no sabe lo que es la amplitud, no sabe qué es la magnanimidad».

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