Raúl Oreste, rico empresario condenado por tráfico de drogas, se convirtió a Cristo en la cárcel: “Leí la biblia 5338 días. Era mi alimento Me cambió la Palabra de Jesús”

2 de mayo de 2016.- (A.L.M. / Intereconomia TV / Camino Católico) Raúl Orestepasó de rico empresario a ser condenado por tráfico de drogas y perder su fortuna. De casi matar a un hombre en prisión pasó a predicar a Jesucristo y cantar músicas de rock con letras de la Palabra de Dios entre las rejas y los muros de la cárcel. Cristo rompe las cadenas y Raúl lo sabe: Leí la biblia 5338 días en siete años y medio que estuve en la cárcel. Era mi alimento. A mi me cambió la Palabra de Jesús. Y ahí entendí a San Agustín cuando dijo: Cuando oramos estamos hablando con Dios, pero cuando abrimos la Palabra es Dios quien nos habla. Me operó, me extirpó todo lo que a Él no le gustaba, todo lo que estaba haciéndome daño”.

En el vídeo Raúl Oreste cuenta su testimonio de fe en el programa “No es bueno que Dios esté solo”, que emite Intereconomía TV, dirigido por Gonzalo Altozano. Este es un resumen textual de las principales afirmaciones de Raúl Oreste durante la entrevista:

Estuve siete años en la cárcel: cuatro años y medio en régimen de segundo grado y dos años en tercer grado, hasta que recibí la libertad total. Fui condenado por delitos contra la salud, que es tráfico de drogas. Yo ni me imaginaba que podía estar en ese mundo. Cuando muere mi esposa, yo era director de banco, y hay unos picaros con los que empiezo a traficar hasta que un día m encontré entre rejas. Mi mujer muere de cáncer a los 39 años y no lo pude soportar me aboque a la noche, a las drogas, a la bebida, y allí conocí a esos picaros, en el pecado del que tanto habla el evangelio. Y me decidí a traficar con drogas sin tener ninguna necesidad.

De pequeño era muy piadoso, fui hasta monaguillo. Contestaba a la misa en latín. Pero por cosas de la vida me fui alejando de la Iglesia. Cuando tú te alejas de la Iglesia y de Dios te acercas a satanás y al mal. Yo creo que como existe Dios, existe el diablo. Y fue el diablo quien me cogió de la mano fuertemente porque yo era buen negociador, para poder negociar en contra de Cristo. Sin yo darme cuenta, sin quererlo. Las drogas son cosas del demonio. Si tú quieres ver los ojos, las piernas y la boca de satanás abre una papelina. A parte, la droga trae muerte: mata las neuronas de los chicos que la consumen.

La cárcel para mi fue el cielo. Fue conocer a Jesús. Y digo como Tomás Moro: De todas las gracias que Dios me ha dado la cárcel es la más grande.

Después de una pelea muy grande voy al patio para secarme la sangre y las lagrimas. Lloraba porque no había podido detener ese animal que tenemos a veces los seres humanos si peleamos. Y entre las lágrimas vino el nazareno, el galileo, llamándome por mi nombre. Fue un acto terrible. En el patio de una prisión normalmente caminan 150 presos y en ese momento no había nadie sólo yo y Él. No lo vi ni tampoco escuche su voz. Lo sentí dentro de mi corazón, dentro del alma, porque Él es el cirujano del alma. Comenzaba a operarme, a sacar ese Raúl que nunca había querido estar con Él a partir de los 14 años y empieza a convertirme, a transformarme. Y realmente cambio.

Yo en Argentina había obtenido algún premio literario y en la cárcel me dedicaba a vender poesías de amor para que los presos las firmaran ellos y se las enviaran a sus mujeres. De ahí pase a escribir a la Virgen María de quien hoy estoy enamorado. Y a Cristo le escribía textos cruelísimos, poesías muy sufridas, pidiéndole siempre perdón y arrepentimiento. Porque un preso que no pida perdón a las victimas y a la sociedad es una mala cosa.

-Sus compañeros le llamaban “el loco viejo de la Biblia”.

Leí la biblia 5338 días en siete años y medio que estuve en la cárcel. Era mi alimento. A mi me cambió la Palabra de Jesús. Y ahí entendí a San Agustín cuando dijo: Cuando oramos estamos hablando con Dios, pero cuando abrimos la Palabra es Dios quien nos habla. Me operó, me extirpó todo lo que a Él no le gustaba, todo lo que estaba haciéndome daño.

Dentro de los módulos de la cárcel están los que son presos-jefes, según la gravedad de los delitos que han cometido. Son los presos más duros, pero sin embargo son a los que Jesús les gusta más convertir. Cuando conoces a Jesús es imposible no amarle y cuando lo amas es imposible no seguirle. Yo con la Biblia en la mano iba y llamaba a los presos y el preso-jefe de módulo se  ponía de mi lado y les decía: “escuchen a Raúl que va a hablar de Dios”. Y nos reuníamos quince, veinte, treinta personas…todo lo que reunía el cura entre los cuatro módulos  de la cárcel para la Misa.

Les hablaba de la Palabra de Dios y les presentaba a Jesucristo hombre y Dios, vivo y resucitado. Aunque parezca mentira, paradójicamente la cárcel es una escuela de oración. Es el lugar donde más sufrimiento hay. En ese sufrimiento es donde a Jesús le gusta operar, porque sabe que la persona está quebrada, que está proclive a que Él entre.

-Ahora predica a los presos a tiempo y a destiempo y organiza grupos de oración en las cárceles.

El abogado máximo que puede tener un preso es Jesucristo, porque es el amigo más fiel que entra en tu corazón cuando todos salen de él. También te ayuda porque te abre la mente, te abre la sabiduría para elegir los abogados. Cristo tiene todas las armas para lavarte el corazón y darte la libertad física. Yo creo que conocer a Jesucristo te transforma. Canto canciones a los presos con música de rock, pero en las letras siempre está viva la Palabra del Señor: arrepentimiento, perdón, fe, y libertad.

Me he encontrado con alguno de aquellos picaros que me llevó a la cárcel y me dí cuenta que realmente estaba convertido porque no sentí ningún odio. El principal don que el Señor te da cuando te conviertes es el del perdón.

Raúl Oreste

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