Renaildes de Chateauvieux vivía en una favela, pobre y sin fe, vio una biblia, leyó la Pasión de Cristo y experimentó que Dios la amaba

“Un día encontré una biblia. En mi familia nunca he recibido una educación religiosa. No sabía quién era Jesús, tampoco  nada de la fe ni de Dios. Abrí la biblia comencé a leer y me encontré con la Pasión de Jesús: cuando Jesús sufre, carga su cruz, le ponen la corona de espinas y muere en la cruz. Para mí fue un momento tan fuerte que fue la primera vez de mi vida que me di cuenta que Dios me amaba tanto, que había dado su vida por mí en la cruz. Y que había sufrido todo eso por mí, yo una niña de favela. Empecé a llorar y el primer reflejo de mi corazón fue decir que si Cristo había dado su vida por mí, yo quería dar mi vida por Él y hacer de mi vida un don de amor para Él. Tenía 17 años en aquel momento y decidí ir a la parroquia que había al lado de mi casa, me integré en el grupo de jóvenes que había y recibí todos los sacramentos”

21 de mayo de 2017.- (Razón en Cristo / Camino Católico) Renaildes de Chateauvieux recuerda que tenía 17 años y estaba en su casa cuando vio La Biblia por primera vez. La tomó con curiosidad y comenzó a hojearla. Hasta ese momento sentía rabia de vivir en una casa de palafitos sobre un basural en una favela en Salvador de Bahía, donde día a día debía convivir con la delincuencia, las drogas y la prostitución. No fue educada en la fe porque su familia no la tenía. Ella vive actualmente con su marido Romain, con quien se casó hace once años, y 5 de sus hijos en La Pincoya, donde trabaja junto a él en la Fundación Misericordia, una institución que promueve el desarrollo integral de las personas, entregando un servicio tanto social como pastoral en esa población chilena a los más pobres. En el video se visualiza y escucha su testimonio de conversión que explica en una charla de “Razón en Cristo” – REC de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

El camino de Renaildes hasta los 17 años, cuando quedó transformada por el amor de Dios, no ha sido fácil, pero sus heridas emocionales y vitales sanadas por Cristo la han fortalecido para atender a los más desfavorecidos de la sociedad.

Una infancia conviviendo con el hambre, la pobreza, prostitución, las drogas, la delincuencia y la separación de sus padres

Renaildes es la segunda de cinco hermanos y “cuando era pequeña mi papá y mamá se separaron porque mi padre bebía mucho, pegaba a mi madre y había mucha violencia en la casa. Entonces mi mamá tuvo que ir sola a trabajar para alimentar a sus cinco hijos. Todos los días no teníamos que comer. Me acuerdo que cuando era pequeña con mis hermanas comíamos pasta de dientes para quitarnos un poco el hambre”.

En la favela donde vivía Renaildes había adolescentes y jóvenes dedicados al tráfico de drogas, que consumían estupefacientes, cometían actos delictivos y que perdían sus vidas a edades muy tempranas. “Habían jóvenes como yo que entraban en el mundo de la prostitución y vendían su cuerpo para poder ganar un poco de dinero. La situación era tan dura que en algunos casos no había más solución que vender el propio cuerpo para poder alimentarse. Y también mi favela era muy violenta donde los chiquillos iban con la pistola en la mano. Todos los días escuchábamos balazos. Un día frente a mi casa, siendo pequeña, vi como un hombre se mataba”, explica.

Del vacío inmenso en la adolescencia a conocer a Cristo y dar la vida por Él

Al llegar a la adolescencia, Renaildes dice que “en medio de esa situación, comencé a preguntarme sobre el sentido de la vida. ¿Por qué vine a este mundo? ¿Por qué había tanta miseria, tanta pobreza alrededor de mí? ¿por qué tanto sufrimiento? Poco a poco, en mi corazón empecé a sentir rabia de la vida, de mi favela, de la pobreza… Y sentí un vacío interior, un vacío inmenso, como que mi vida no tenía sentido”.

“Un día, estando en casa, en una caja encontré una biblia. En mi familia nunca he recibido una educación religiosa. No sabía quién era Jesús, tampoco  nada de la fe ni de Dios. Abrí la biblia comencé a leer y me encontré con la Pasión de Jesús: cuando Jesús sufre, carga su cruz, le ponen la corona de espinas y muere en la cruz. Para mí fue un momento tan fuerte que fue la primera vez de mi vida que me di cuenta que Dios me amaba tanto, que había dado su vida por mí en la cruz. Y que había sufrido todo eso por mí, yo una niña de favela. Empecé a llorar y el primer reflejo de mi corazón fue decir que si Cristo había dado su vida por mí, yo quería dar mi vida por Él y hacer de mi vida un don de amor para Él. Tenía 17 años en aquel momento y decidí ir a la parroquia que había al lado de mi casa, me integré en el grupo de jóvenes que había y recibí todos los sacramentos”,cuenta Renaildes

 “Descubrí que en la parroquia había una comunidad de jóvenes que vivían juntos y compartían una vida de oración, de pobreza y de misión. Yo decidí dejar mi casa e ir a vivir a esa comunidad y comencé a atender como misionera a las familias desfavorecidas de mi favela, estando cerca de las jóvenes que estaban en la prostitución y de los jóvenes que estaban en el tráfico de drogas. Y durante los seis años que me quedé en esa comunidad el Señor me ha regalado muchas bendiciones”,asegura.

Las múltiples bendiciones y misiones del Señor

Una de esas bendiciones que recibió Renaildes fue el ser curada de los traumas de la pobreza en la que vivió y que fue causa de tristeza, de rabia y de rechazo para ella: “Aprendí mirando a Jesús que Él nació y murió pobre y que yo también podía escoger la pobreza como camino de felicidad y de santidad”.

Además, otro de los regalos de Dios para Renaildes fue conocer a Romain, un joven francés que llegó como voluntario a su comunidad y que hoy es su esposo: “El Señor puso la llamada en nuestro corazón al sacramento del matrimonio. Y el tercer don fue que Romain y yo sentimos la llamada a ser una familia misionera para los pobres y para la Iglesia”.

Un año después se casaron y fueron enviados en misión a los Estados Unidos donde trabajaron con inmigrantes procedentes de Latinoamérica. Pasados dos años, con dos hijos pequeños y embarazada del tercero, decidieron adaptar un bus en el cual viajaron por Estados Unidos y Latinoamérica hasta llegar a Brasil. Pintaron por fuera de la micro la historia de la aparición de la Virgen de Guadalupe y por dentro la adaptaron para que fuera su casa. “Fuimos a los países y a los lugares más pobres para anunciar el evangelio y servir a los más desfavorecidos. Hicimos esa misión durante tres años”.

Acabaron en La Pincoya en Chile, donde crearon la Fundación Misericordia, que “tiene dos pilares: el de la compasión y el de la evangelización. Hacemos presente el corazón de Cristo que con su misericordia late para sus hijos que más sufren”, asegura Renaildes. Y concluye: “hoy soy feliz no porque tengo una mejor vida que antes, sino porque tengo el mayor tesoro que una persona puede tener en su vida. Soy feliz porque tengo a Cristo y Cristo Resucitado vive en mi”.

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