Ricardo Daniel León, sacerdote: “Me vino una gran duda. ¿Qué le puedo dar a la persona que no se lo pueda quitar?: a Dios, quien lo tiene, no lo puede perder”

Pertenece a una familia numerosa argentina con cinco hijos, cuatro hombres y una mujer, y los varones todos han respondido al llamado vocacional del Señor: dos sacerdotes y dos consagrados

20 de abril de 2013.- (ACI / Camino Católico)  Cuando un hijo decide consagrar su vida a Dios, se genera en los padres una mezcla de sensaciones a veces indescriptibles, los cuales son vividos sólo una vez; pero para el matrimonio argentino Reneé y Juan Carlos León, esa vivencia se dio en cuatro ocasiones, cuando todos sus hijos varones decidieron responder al llamado del Señor. El tercero de los cinco hermanos –la única mujer vive en Uruguay-, cuenta el camino de amor y servicio a Dios emprendido por él y sus otros tres hermanos varones, uno de ellos sacerdotes y los otros dos hermanos consagrados.

El sacerdote diocesano, P. Ricardo Daniel León Luccioni,  57 años -en la imagen de la derecha-, recuerda que para sus padres la reacción frente a cada anuncio fue de aceptación. Su padre, quien falleció hace diez años «fue siempre un hombre para el cual el valor de la propia determinación y la libertad era muy importante, en cuanto a mi madre le costó más pero al final su actitud fue de estimular y favorecer el camino» que sus hijos habían decidido andar.

El primero en sentir el llamado fue Juan Carlos de 61 años, el hermano mayor -en la imagen de la izquierda-, que a los 11 años ingresó a la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia. «Recuerdo que con gran expectativa esperaba su visita en vacaciones, y cuando lo veía, notaba que la vocación era algo valioso, pero no lo veía como algo para mí», rememora el padre Ricardo, que solía acompañar a su hermano a las misiones.

Cuando «tenía 17 años, sentí fuertemente en mi corazón el llamado a la vocación religiosa al sostener continuos debates en defensa de la fe con mi profesor de filosofía que era ateo, pero por temor a lo que sentía, ingresé a estudiar medicina de la Universidad de Buenos Aires», relata el sacerdote. En los años setenta la situación social en Argentina tenía a los universitarios politizados, el padre Ricardo decidió junto a sus amigos ejercer una militancia pastoral y empezaron una catequesis con niños en una villa pobre en la periferia de la capital.

Un día camino a la villa, Ricardo vio a la señora que les prestaba su humilde casa para su pastoral que le dijo llorando «durante las elecciones presidenciales no nos faltaba nada, teníamos hierba, azúcar, harina, pero ahora se han olvidado de nosotros». En ese momento «me vino una gran duda. ¿Qué le puedo dar a la persona que no se lo pueda quitar? A los dos días me vino una respuesta: a Dios, quien lo tiene, no lo puede perder. Pero ¿Cómo yo que soy hombre puedo dar a quien es mucho más grande que yo?, a la semana tenía la respuesta: Si vos te das a Dios, puede utilizarte para llegar a los demás», reflexionó el sacerdote.

Esa respuesta lo llevó en febrero de 1977, cuando tenía 21 años y estaba en tercer año de medicina, a ingresar al Seminario Metropolitano de Buenos Aires, y ese mismo año su hermano Alejandro Ángel de 52 -a la izquierda de la imagen-, quien estaba en cuarto año de secundaria y tenía 16 años, también manifiesta su deseo de ser religioso. Ambos hermanos vivían en ciudades diferentes sin saber lo que pasaba por el corazón de cada uno. «Me causó sorpresa, pero me alegré en seguida porque está viviendo lo mismo que viví yo», expresa el P. Ricardo. Actualmente su hermano Alejandro es sacerdote salesiano.

Por su parte, Fernando Gabriel de 42 años -a la derecha de la imagen-, el último de los hermanos ingresa al terminar el colegio a la Congregación de los Hermanos de la Sagrada Familia, para ser hermano consagrado al igual que Juan Carlos, el hermano mayor. Frente a una respuesta múltiple en los miembros de una sólo familia, el P. Ricardo señala que «cuando uno es joven y está tratando de desarrollar la propia identidad, pasa también en la actitud de distanciarse y hay temor e inseguridad de no estar viviendo la propia vida sino la vida que ya está viviendo el otro».

El sacerdote reconoce que «hacía larga mi decisión, pero el llamado no es una simple expresión mía, es un proceso y lo más importante es ser fiel a sí mismo, hay que tomarse el tiempo serenamente y tratar de escuchar el propio corazón». El P. Ricardo también subraya que es muy importante lo que pasa alrededor y cómo uno reacciona a las situaciones. En su país había una situación difícil, pero a pesar de eso «yo no tomé una postura política». Su respuesta fue «a una instancia más superadora, escuché mi corazón».

El presbítero dice que hubo un momento en que para él servir a los demás lo hacía brindando otro tipo de servicios sociales que no eran necesariamente catequéticos, pensando que así las personas vendrían más a la Iglesia. Sin embargo, comprendió que la Nueva Evangelización es vivir su sacerdocio en «un encuentro personal de ojos abiertos y corazón palpitante con Jesús resucitado».

Los cuatro hermanos han tenido oportunidad de compartir juntos misiones, apoyarse entre parroquias y comunidades, y aunque sus actividades son distintas, mantienen continúa comunicación en comunión con Cristo.

Comentarios 0

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad