Rita Sánchez huyó del quirófano cuando iba a abortar y ahora ayuda a mujeres a ser mamás

* «Vi al médico, alto y rubio, y todos los aparatos, y comencé a revivir otro aborto que había tenido antes. Se me revolvió todo. Él empezó a darme conversación sobre la República Dominicana, mi país, para que me relajara. Pero algo pasó dentro de mí y sentí que no podía hacerlo. Le dije que necesitaba ir al baño, cogí la ropa, me la puse corriendo y me escapé»
25 de diciembre de 2010.- El abandono, la hipoteca, el despido y la pasividad de los servicios sociales la llevaron hasta el quirófano de un centro abortista. Pero, allí, algo la empujó a escapar. Salió adelante con la ayuda de la Fundación Red Madre. Hoy, su empeño es que otras madres con problemas tengan la misma ayuda. Es voluntaria, porque la risa de Fabiola le demuestra, cada día, que vale la pena.
Rita Sánchez -en la fotografía de la derecha con su hija Fabiola- lo tenía todo en contra cuando descubrió que estaba embarazada. «Mi pareja me dijo que entonces no era buen momento para tenerlo. Intenté presionarlo diciéndole que lo iba a tener, para ver si era verdad que estaba dispuesto a dejarme, y él se fue de casa. Me vi con otro niño a mi cargo, Kevin, de 10 años; con una hipoteca a la que no podía hacer frente yo sola, y sin trabajo, porque me despidieron». A pesar de todo, ella se seguía resistiendo. «Fui a los servicios sociales y les planteé mi situación, buscando ayuda. Me dijeron que, en España, no existe ninguna ayuda para madres embarazadas, pero que me podían pagar el aborto en una clínica privada».
(María Martínez López / Alfa y Omega) En el centro Dátor, de Madrid, primero le dieron cita para los análisis y una ecografía. «La señora no me quiso enseñar a mi hijo. Le pregunté si era cierto que tenía ya brazos, manos, y un corazoncito que latía. Estaba ya de 12 semanas, pero me dijo que era sólo un montón de células. Nadie me informó de nada, y me citaron para otro día», que se le ha quedado grabado en la memoria. «Había -recuerda- un pasillo largo, largo, blanco, y, al fondo, un baño con un vestidor para cambiarse. Iba asustada, y, a mi izquierda, vi en camillas a las chicas a las que ya les habían hecho el aborto, todas llorando. Le pregunté a la enfermera qué les pasaba, y me dijo: No pasa nada, es el efecto de la anestesia. No mires, toma la bata y cámbiate».
Al llegar al quirófano, «vi al médico, alto y rubio, y todos los aparatos, y comencé a revivir otro aborto que había tenido antes. Se me revolvió todo. Él empezó a darme conversación sobre la República Dominicana, mi país, para que me relajara. Pero algo pasó dentro de mí y sentí que no podía hacerlo. Le dije que necesitaba ir al baño, cogí la ropa, me la puse corriendo y me escapé».
Una búsqueda en Internet le permitió encontrar a Red Madre, una de las entidades que ofrecen a las mujeres embarazadas esa ayuda que le habían dicho que no existía. «No habían pasado dos horas, cuando ya estaban en mi casa dos voluntarias». Desde entonces, «nunca me sentí sola, siempre estuvieron conmigo. Me ayudaron con todo el equipamiento del bebé, con la hipoteca, a encontrar el empleo que tengo hoy… También me dieron mucho apoyo y ayuda psicológica». Salió adelante, y, tras un embarazo de algo riesgo que la obligó a estar en casa y rechazar los trabajos que le ofrecían, nació Fabiola, que ya tiene dos años. «Cada vez que la veo reír, todo compensa. Mi vida ha cambiado mucho, en positivo. Ponlo: Así de feliz soy» pide a esta redactora, mientras muestra la foto que ilustra esta página en la parte superior derecha.