Russ Stutler era misionero anglicano y su viaje al catolicismo empezó con una señal de la cruz ante unos budistas en un funeral

«Cuando tomo la comunión en la Iglesia Católica, el sentido de la presencia de Jesús es tan abrumador que a menudo me conmueve hasta las lágrimas. Pero es más que un punto emocional en la iglesia: reconozco los efectos de la gracia y me veo más capaz de resistir el pecado que antes. Mis pensamientos vuelven más hacia Dios»

27 de septiembre de 2013.- (Pablo J. Ginés /Religión en Libertad/ Camino Católico) Russ Stutler nació en Japón en 1956, hijo de un norteamericano y una japonesa. Sus padres se mudaron a Estados Unidos cuando él era un bebé, y allí le educaron como un protestante norteamericano más.  Como tantas otras familias protestantes, siendo niño y joven acudió con su familia a diversas iglesias: recuerda una luterana, varias evangélicas, una metodistas, otra presbiteriana… Se bautizó siendo adolescente con los metodistas y siempre estuvo entusiasmado por Cristo y el Evangelio. 

Estudió carreras de arte, dibujo y diseño, y también un curso pastoral evangélico en Malone University, con ganas de ser misionero. 

Enamorado de Japón

En 1983 visitó Japón, su tierra natal que nunca había visto…y lo sintió como su hogar. De vuelta en Estados Unidos, por razones prácticas empezó a acudir a una iglesia episcopaliana (anglicana). Le gustaba el estilo carismático, bíblico y musical en el que se había formado con los evangélicos, pero también el estilo litúrgico de los episcopalianos. 

«Sentí que Dios me llamaba volver a Japón. Era un convencimiento abrumador que no me dejaba descansar. Así que me uní a una pequeña agencia evangélica-episcopaliana, no oficial, para ir como misionero», explica Russ. Recuerda que recorrió varias parroquias episcopalianas «buenas», es decir, de las que quieren evangelizar y enviar misioneros a países lejanos, para lograr financiar su ministerio. 

Misionero solitario… con sus marionetas

Así llegó en 1987, con 31 años, como un misionero solitario, dispuesto a predicar a Cristo a los japoneses. La Iglesia Anglicana de Japón le saludó cordialmente pero no le encomendó ninguna tarea. No estaban interesados en evangelizar. 

Así que empezó a trabajar más bien en asociación con evangélicos. Russ utilizaba al máximo sus capacidades artísticas. Creó un divertido espectáculo de marionetas diseñadas por él, que representaban escenas bíblicas para niños y jóvenes. El espectáculo acababa siempre animando a todos a pronunciar una oración de entrega a Jesucristo, aceptándolo como Señor y Salvador. Así conoció a su esposa, una joven japonesa protestante, que le ayudó con las marionetas (las de la foto de la izquierda) y la evangelización.

Era un servicio eficaz para anunciar a Cristo, pero Russ tenía problemas económicos porque al cabo de un tiempo su pequeña agencia patrocinadora de Estados Unidos no podía mantenerle, ni siquiera parcialmente. Tuvo que centrarse más y más en su trabajo civil, como dibujante y diseñador, para mantenerse y mantener su familia y dejó la evangelización activa. 

A la iglesia con los evangélicos

Russ y su familia empezaron a asistir a una iglesia evangélica, donde él participaba tocando el bajo eléctrico o la guitarra. «Pero yo notaba que faltaba algo. El énfasis en la Biblia estaba ahí, pero faltaba la adoración profunda. ¿No podía tener ambas cosas?» La predicación era buena, pegada a la Biblia, pero «después de una hora de canciones de alabanza contemporáneas y de un largo sermón cada domingo, pocas veces sentía que hubiera realmente adorado a Dios«.

Fueron 18 años de vida cristiana entre los evangélicos japoneses. Y Russ dice que «mi vida espiritual parecía secarse. Iba a la Iglesia el domingo por un sentido de obligación, y mi vida personal devocional se reducía a un mínimo de oración y lectura bíblica diaria».  Para muchos cristianos, eso parecería mucho, pero él había sido un misionero y un cristiano entusiasta y enamorado de Cristo.

El funeral budista que lo cambió

En un funeral japonés cada invitado quema incienso, pero los cristianos evitan este gesto...
En un funeral japonés cada invitado quema incienso, pero los cristianos evitan este gesto…

Todo empezó a cambiar en 2009, cuando Russ y su esposa tuvieron que acudir al funeral budista de un difunto vecino. Era tradición de los asistentes ofrecer incienso al muerto, ante su foto. Pero los cristianos en estos casos intentan no hacerlo, ya que puede parecer un gesto de adoración o al menos de conciliación con un difunto, un espíritu, o con los espíritus que gestionan la otra vida. ¿Cómo ser respetuosos en un caso así, ante tantas personas? 

La esposa japonesa de Russ tenía una solución y se la susurró: «hagamos la señal de la cruz y oremos en silencio unos instantes, y todos entenderán sin palabras por qué no podemos ofrecer incienso». Así lo hicieron, y los parientes del difunto lo agradecieron con una sonrisa. 

Pero para Russ aquello fue un punto de inflexión. Los evangélicos no tienen costumbre de hacer la señal de la cruz, ni tampoco los anglicanos. Russ de hecho se sorprendió de que su esposa supiera hacerla. Le pareció un gesto poderoso, muy comunicativo y más aún en una cultura no cristiana. ¿Cómo nació, de dónde vino? 

Un gesto de los primeros cristianos

Russ empezó a hacer lo que tantos otros protestantes que se convierten al catolicismo: estudiar historia de la iglesia y a los primeros cristianos. Descubrió que ya en el siglo II los Padres de la Iglesia parece que hacían la señal de la cruz en la frente. Algunos textos sugieren que incluso los Apóstoles lo hacían, una cruz grande sobre la frente y el pecho, como una declaración visible y pública. 

Aquello le llevó a pensar en su época de anglicano, con sus signos litúrgicos. Pero sabía que los anglicanos ahora enseñaban doctrinas incompatibles con la Biblia: clero femenino, aceptación de las prácticas homosexuales y del sexo fuera del matrimonio… Por otra parte, un sermón anglicano era corto (10 minutos) y pensó que no daba tiempo a dar mucha enseñanza errónea en él. Y un servicio anglicano contaba siempre con 3 lecturas bíblicas, mientras que uno evangélico se limitaba a un sermón sobre un solo texto. 

Así que encontró una pequeña comunidad anglicana, de unos 20 feligreses dominicales, y desde 2009 volvió a asistir a sus liturgias, con sus himnarios, su coro y sus tradiciones, mientras su esposa e hijos continuaban asistiendo a la iglesia evangélica de estilo carismático. 

La deriva del anglicanismo

El problema, explica, es que «cuando miraba más allá de los muros de mi diminuta parroquia, me sentía como una rana que fue sensata como para salir del agua a medida que se calentaba, para volver a ella ¡cuando estaba hirviendo!». Russ veía que en todo el mundo el anglicanismo estaba adoptando doctrinas novedosas incompatibles con la enseñanza bíblica y la tradición cristiana: obispos que practicaban abiertamente la homosexualidad, sacerdotisas neopaganas que dirigían servicios anglicanos, obispos anglicanos negando que Jesús fuera Dios…

Cuando el pastor de la parroquia de Russ fue sustituido por una sacerdotisa anglicana, Russ se forzó a buscar «coladeros» en la Biblia, intentando aceptarlo… y no los encontró. Él había estado saltando de iglesia en iglesia toda su vida… y el barco anglicano parecía hundirse.

Entonces oyó hablar de la oferta de Benedicto XVI a los anglicanos que querían hacerse católicos conservando aspectos de su herencia y tradiciones. Russ no sabía casi nada de la Iglesia Católica, excepto que el anglicanismo se había escindido de ella siglos atrás.  «Además, había oído también que la Iglesia Católica no toleraba esos sinsentidos heréticos que los anglicanos estaban aceptando en años recientes; eso era un punto a su favor», recuerda.

Hablando con un cura, ex-pastor

Pensó en su amigo, el padre Lawrence Wheeler. Cuando lo conoció en 1987 era un pastor anglicano de estilo evangélico. Pero ahora era católico, y su antigua parroquia estaba considerando hacerse católica, en un ordinariato anglocatólico. Contactó con él, y el padre Wheeler le invitó a considerar la propuesta católica. Y empezó a estudiar el Catecismo, libros de conversos, y empezó a seguir en la cadena de la Madre Angélica, la EWTN, los programas con testimonios de ex-pastores conversos al catolicismo… 

«Quedé convencido de que la Iglesia Católica es la iglesia verdadera y original que Jesús estableció en la tierra, que una ciudad en una colina no puede ocultarse, y que todas las iglesias protestantes a las que había acudido a lo largo de mi vida cristiana eran en realidad ´comunidades eclesiales´, como campamentos de tiendas colocados al lado de esa misma colina, pero fuera de los muros de la ciudad».

Russ quedó convencido de que efectivamente los obispos de Roma habían heredado el papel único que Jesús encargó a Pedro cuando le entregó las llaves del Reino de los Cielos. Y que efectivamente el pan y el vino, en la consagración de la misa católica se convertían de verdad en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Era, dice, lo que buscaba, «fidelidad bíblica y adoración profunda».

Y León XIII tenía razón

Hubo un momento en que se indignó con la postura católica, cuando leyó que en 1896 León XIII había establecido que las ordenaciones episcopales y sacerdotales anglicanas eran «absolutamente nulas y completamente vacías»«¿Cómo se atreve?», se molestó Russ. Pero en mayo de 2010, cuando la Iglesia Episcopaliana (anglicanos de EEUU) ordenó a la primera obispesa abiertamente lesbiana, y cuando ese mismo verano una sacerdotisa anglicana dio una hostia consagrada -anglicana- al perro que un feligrés traía en brazos, Russ entendió, dice, «la sabiduría del decreto del Papa León».

Dejó de huir meramente del anglicanismo, y deseó profundamente abrazar la plenitud de la fe cristiana en la Iglesia Católica. 

Durante un tiempo acudió al servicio anglicano a las 8 de la mañana para, inmediatamente después, ir a la misa católica de las 10.30. Tomaba la comunión en la iglesia anglicana, y se sentaba en la parroquia católica, viendo como los parroquianos comulgaban. Sí, el coro y la música eran mejores en la parroquia anglicana, pero en la comunión católica estaba Cristo de verdad. 

Cuando finalmente se presentó al párroco católico y explicó su deseo de hacerse católico, descubrió que le sería fácil. El párroco vio que era una persona devota, enamorada de Cristo, que conocía bien la Biblia y ahora también el Catecismo (que se había leído entero 3 veces). Sólo le pidió leer la Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, el documento sobre la Iglesia en el mundo moderno.

Puesto que la Iglesia católica acepta como válido el bautismo protestante realizado en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (no así el de los mormones o el de los testigos de Jehová), sólo necesitaba celebrar la confirmación. 

Antes tuvo lugar su primera confesión, enumerando todos sus pecados graves del pasado.«No me dio vergüenza porque sabía que no era nada que el cura no hubiese escuchado antes», comenta. «Todos mis pecados quedaron perdonados de verdad como Jesús prometía en Juan 20,23 y me sentí genial». Semanas después celebraba su confirmación y su primera comunión, y su plena incorporación a la Iglesia católica. 

Una presencia abrumadora

«Cuando tomo la comunión en la Iglesia Católica, el sentido de la presencia de Jesús es tan abrumador que a menudo me conmueve hasta las lágrimas. Pero es más que un punto emocional en la iglesia: reconozco los efectos de la gracia y me veo más capaz de resistir el pecado que antes. Mis pensamientos vuelven más hacia Dios»,dice hoy Russ. 

«Un protestante que se incorpore a la Iglesia Católica descubrirá que tiene mucho que ganar y absolutamente nada a lo que renunciar. Puede traer todas las riquezas de su estudio bíblico y su celo evangelizador y enriquecer con ellas a la iglesia local«, anima ahora este antiguo misionero anglicano.

Russ explica más sobre sus descubrimientos teológicos e históricos (por ejemplo, sobre los antiguos cristianos japoneses, que eran católicos evangelizados por españoles y portugueses, una época que le fascina) en su web en inglés: www.stutler.cc

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