Salvador Sigala y María Leticia Rodríguez, esposos discapacitados: “Abraza y ama a tu pareja, está a tu lado porque Dios la puso en tu vida”

María Leticia: “Amen a sus hijos, respétenlos, enséñenles los valores, es la mejor herencia que podemos dejar. Enseñemos: el amor, el perdón, la comprensión y la caridad con el prójimo”

Salvador: «Lo mío no es un problema, Dios me hizo un poco chueco, para mostrar su grandeza. Lo que yo digo: para un hombre de fe no hay imposibles»

25 de septiembre de 2013.- (Salvador Sigala / María Visión Camino Católico) El ingeniero Salvador Sigala González y María Leticia Rodríguez Álvarez comparten su historia de amor con Dios y entre ellos. Son un matrimonio mexicano y cada uno de ellos padece una discapacidad 

física, pero continúan madurando y creciendo en su amor a Dios, a ellos mismos y a los demás. La pregunta directa que hacen es: “¿Y tú de que te quejas? ¿Qué te hace falta para ser feliz?” Así interpelaron a los asistentes a la VI Cruzada Matrimonial celebrada, en agosto de 2013, en Guadalajara, Jalisco, México, y transmitida por María Visión. En el mismo encuentro hicieron visionar un vídeo de su testimonio a los presentes, grabado en 2008, y que puede verse precediendo a su intervención en directo. No obstante debemos actualizar los datos de ese vídeo para situarnos: Salvador y María Leticia llevan en la actualidad 17 años de casados y su hija María Trinidad Sigala Rodríguez tiene 14 años y nació sin ninguna discapacidad.

Salvador cuenta que tiene parálisis cerebral porque “cuando nací detuvieron el parto unos momentos y me faltó oxígeno. Nací con defecto de fábrica. Comencé a caminar a los ocho años gracias a un hermano que me agarró un día y me hizo ejercicios. Nunca tomé medicinas fue por puro ejercicio, gracias a Dios. Mi familia nunca me hizo a un lado. Siempre me trató como a mis otros hermanos. Tengo otra hermanita con síndrome de Down.

Luego, entre a la escuela a los diez u once años, a primero de primaria, en un colegio para personas  normales. Cuando acabé la primaria yo quería seguir estudiando y la Secretaria de Educación Pública no quería darme permiso para seguir en una escuela ‘normal’. Me querían pagar una beca para una escuela especial, lo cual nunca quise. Estudié la secundaria y cuando acabé me fui al Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep), donde acabé la carrera de Ingeniero en Refrigeración y Aire Acondicionado”.

El taxi que descarga de problemas a los que suben

Salvador Sigala intentó trabajar en su especialidad, pero en cinco ocasiones preparó ayudantes que posteriormente lo abandonaron para poner su propio taller. Como le gusta mucho la mecánica y conducir consiguió con mucho esfuerzo un taxi y ahora es su fuente de trabajo, de apostolado y de ayuda a los demás. Lleva más de 19 años conduciéndolo y sin haber sufrido percance alguno.

Las personas, en ocasiones, se suben al taxi y en el trayecto platican con él, pero cuando llegan a su destino le dicen: «Yo creí que tenía un problemón, pero ahora me doy cuenta que mi problema no existe». Todas las mañanas Salvador se encomienda al Señor y le dice: «Dios, este día ponme donde tú me ocupes».

Salvador explica dando testimonio en encuentros que “una vez fui a quejarme a Dios: ¿Por qué a mí me has dado esta vida con este cuerpo? ¿Dios, no eres tan grande y misericordioso, entonces por qué yo? Después de este día me alejé del Señor porque se me había acabado la fe.

Y cuando regresé a la fe le hice la misma pregunta, pero esa vez lo dejé hablar. ¿Por qué a mi Señor, por qué yo?

El Señor me respondió: ‘Te hice así para manifestar mi grandeza’.

Y yo repliqué: Ay Señor me dejaste peor! ¿Cómo que yo estoy chueco para manifestar tu grandeza? No te entiendo.

El Señor me dijo: ‘Sí para que tus hermanos vean el tesoro tan grande que tienen y que a veces no lo aprovechan’

Su lema es: «Lo mío no es un problema, Dios me hizo un poco chueco, para mostrar su grandeza. Lo que yo digo: para un hombre de fe no hay imposibles».

El amor surgió al conocerse uno en el papel de chofer y el otro de pasajero

María Leticia nació con «espina bífida», condición que le ocasionó problemas para desplazarse y de incontinencia, las cuales le impidieron ir a la escuela normalmente y también encontrar trabajo. Ella explica que “mis padres nunca me vieron diferente ni me hicieron menos que los demás y me permitieron vivir una vida normal. No fui a la escuela porque mi incontinencia era muy fuerte. Cuando tenía 8 años mi papá en casa fue mi maestro: me enseñó a leer y a escribir. Su propio papá le enseñó a leer y escribir en casa. A  los 15 años mi papá me proporcionaba lo que requería, pero para tener dinero para mis «gustitos» hacía tamales y atole durante el invierno, o mieles para hacer raspados en tiempos de calor y los vendía nieve y almíbar. Gracias a Dios y a mis padres tuve una vida normal”.

¿Pero cómo se conocieron Salvador Sigala y María Leticia Rodríguez? Lo cuenta ella con toda la carga emocional de recordar cómo se produjo el acercamiento de ambos:

“Nos conocimos en la asociación a la que yo iba. Salvador vio que una camioneta me llevaba de mi casa al centro y el conducía otra, pero entonces al enterarse que necesitaban un chofer para la  me trasladaba a mí se presentó él y se cambió. Entonces él conducía el vehículo y yo estuve seis meses que ni me enteraba que se fijaba en mi”.

Salvador interviene y afirma:

“Yo dije: Esta chuequita es para mi”.

Prosigue María Leticia:

“Le gustaba mucho a Salvador darse a los demás, ayudar a los personas y yo dije: nos vamos a entender muy bien. Fui sintiendo algo diferente en mi corazón. Ya me habló para ser novios y a los quince días me preguntó si quería que nos casáramos y yo le dije: con el tiempo Dios lo dirá. Desde ese día yo rezaba diariamente: Dios mismo si es para nuestro bien ábrenos las puertas para el matrimonio y sino pon obstáculos porque sólo Tú sabes. Y nos abriendo puertas y aquí estamos gracias a Dios”.

Han pasado ya 17 años de casados y María Leticia describe así su relación con Salvador: “Tiene mucha paciencia, me escucha, tampoco jamás me ha dicho nada de mi incontinencia que es muy fuerte. Tratamos de que haya mucha comunicación”. El añade: “nos queremos mucho”.

María Trinidad, con 14 años, es la hija nacida del matrimonio y no tiene ninguna discapacidad. Ella también ha aportado su amor y sus dones para servir a sus padres.  Su madre explica que “Trini es muy alegre. De pequeña la acostumbramos a que se acostumbrara a ver personas con discapacidad para que asumiera que sus padres son iguales que otros seres humanos”. Ya con nueve años revisaba el coche de su padre para tenerlo a punto para el trabajo, como se ve en el vídeo. Salvador interviene para aseverar que “la estamos criando con muchos valores, con mucho amor”.

Respecto a la vida matrimonial María Leticia cuenta que “somos un matrimonio como todos, no somos diferentes. Luchamos cada día por salir adelante: tenemos tristezas, alegrías, problemas… Pero hay que ver los problemas como retos para salir adelante. Tenemos 17 años de casados y Dios nos bendijo con nuestra hija Trinidad. Es nuestra bendición. Cada hijo que tienes bendícelo, abrázalo y dile que lo amas, eso es lo que necesitan nuestros hijos.

Pero antes, abraza y ama a tu  pareja porque no es una casualidad que estéis juntos: está a tu lado porque Dios la puso en tu vida. Bendeciros el uno al otro y amaros porque ese es el alimento del matrimonio. Hagan oración individual, en pareja y en familia, porque es un alimento necesario que Dios nos piede. Cuando nos encontremos con Dios él no te va a preguntar sobre qué has tenido o hecho, sino que te interrogará: ¿Cuánto amaste allí donde yo te tuve?.

Amen a sus hijos, respétenlos, enséñenles los valores, es la mejor herencia que podemos dejar. Enseñemos: el amor, el perdón, la comprensión y la caridad con el prójimo.”

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