Santiago Giraldo, el mejor tenista colombiano de la historia, un ciclón devoto de la Guadalupana: «La gracia de Dios actúa en cualquier parte»

«No nos dio el Señor un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de caridad y de templanza» (2 Tim 1, 7). Estas palabras nos recuerdan la fortaleza que recibimos de Dios: los problemas de la vida no son nada comparados con la gracia que Dios nos da para superarlos, pero tenemos que pedirle esa gracia. Es la oración la que nos da fuerza, por eso debemos rezar todos los días»

14 de octubre de 2014.- (C.L. / Religión en Libertad  Camino CatólicoEsta primavera, Santiago Giraldo se situó por primera vez en su carrera entre los cincuenta mejores jugadores profesionales de tenis, tras llegar a la final del Conde de Godó, donde fue derrotado por un inapelable 6-2, 6-2 por Kei Nishikori. En una buena progresión, el 29 de septiembre alcanzó el ránking 28º de la ATP, con lo que se convierte en el mejor tenista colombiano de la historia, superando a Iván Molina, que llegó hasta el 40º en 1976.

Natural de Pereira y residente en Florida, a sus 26 años aún tiene que conseguir un gran título para consolidar su nombre entre los grandes, pero es respetado en el circuito por su buen saque y porque ha logrado derrotar a figuras como Andy Murray,David Nalbandian, Juan Carlos Ferrero oJuan Martín del Potro. Este año, en Wimbledon cayó en tercera ronda ante Roger Federer, su mejor resultado hasta ahora en el abierto británico.

Iglesias de todo el mundo

Giraldo hace el recorrido de la ATP acompañado siempre por una bufanda con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe: su«mejor compañía»,  declara a Trent Beattie para National Catholic Register. Y allí donde compite, en domingo va siempre a misa:«Hay iglesias magníficas en todo el mundo. Algunas de mis favoritas son elecciones obvias, como la catedral de Colonia o Notre Dame de París. ¡Hay tanta gracia, tanta historia y tanta labor sagrada en esos lugares! En ocasiones te sobrecoge contemplarlas. Son impresionantes, y realmente te acercan a Dios, te hacen pensar en el cielo, que es donde debería estar nuestro pensamiento. Pero además de esas elecciones obvias, algunas de mis iglesias favoritas están en los lugares más insospechados. La gracia de Dios actúa en cualquier parte, y te sorprende las cosas magníficas que ves cuando menos las esperas».

Devoto de la Guadalupana

Santiago le reza todos los días a Nuestra Señora de Guadalupe(«o, como decimos en Colombia, la Virgen de Guadalupe»), y lleva esa prenda siempre consigo por una razón: «Me hace pensar en lo más importante: la gracia que es para todos nosotros ser hijos de Dios. Ella es nuestra madre espiritual, la llena de gracia, y quiere tener más hijos espirituales que vivan una vida cristiana aquí, para que podamos vivir con ella y su Hijo para siempre en el cielo».

Por la misma razón lleva siempre una cadena con un crucifijo: «Siento conmigo un ´pedazo´ de Dios en cada momento de mi vida llevando junto a mi corazón la imagen del infinito amor de su Hijo por nosotros. Un crucifijo es un testimonio del poder del amor, y quiero que ese amor esté siempre a mi lado».

Comulgar en gracia de Dios

Lo que más atrae de la Iglesia a Santiago Giraldo es«la Santa Comunión»: «Es el momento más importante para estar con Jesús, en intimidad con Él. Como Nuestra Señora en la Anunciación: ella aceptó a Jesús en su cuerpo y alma, y hoy nosotros podemos aceptarle a Él también en nuestro cuerpo y nuestra alma».

Para lo cual hay que prepararse: antes de comulgar«debemos asegurarnos de que nuestras almas merecen un honor tan grande, así que podemos confesarnos y lavar nuestros pecados, para que Jesús encuentre un hogar limpio donde hacer morada. No invitaríamos a nadie a nuestra casa sucia, así que tampoco deberíamos invitar al Mejor Invitado a un alma sucia».

El poder de la oración

Santiago lleva siempre consigo la Biblia, y tiene un versículo favorito, de San Pablo:«No nos dio el Señor un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de caridad y de templanza» (2 Tim 1, 7). Estas palabras nos recuerdan la fortaleza que recibimos de Dios: los problemas de la vida no son nada comparados con la gracia que Dios nos da para superarlos, pero tenemos que pedirle esa gracia. Es la oración la que nos da fuerza, por eso debemos rezar todos los días».

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