Shannara Johnson adoptada por una familia protestante, sufrió bullying y acoso sexual, se sumió en la Nueva Era, pero un libro la llevó a confesarse y en una adoración fue sanada

* «A medida que se acercaba, empecé a llorar sin razón aparente, y entonces -cuando mi cara estaba a pocos centímetros de la pequeña ventana redonda de la custodia- lo supe. Se trataba realmente de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador viviente y que respira. Recibir la Sagrada Comunión significaba recibir realmente su Cuerpo y Sangre, su Alma y su Divinidad. Ir a la Adoración significaba visitarlo, pasar tiempo con él. Y ahora podía sentir que me miraba a través del cristal, con amor, dolor y piedad. Con lágrimas en el rostro, grité: «¡Jesús, ten piedad de mí!»

Camino Católico.-  Nacida en Alemania en la década de 1960, Shannara Johnson fue adoptada por una familia protestante que no era muy fervorosa. En su casa no se rezaba ni menos se leía la Biblia; pagaban al estado el impuesto eclesiástico -9% de sus ingresos-, pero participaban de su fe sólo en Navidad y Pascua.

Era una hija única tan mimada -dice Shannara- que no sabía reconocer límites ni relacionarse con sus pares; razón por la cual sería víctima de conflictos, burlas y acoso por años. Huir, sin una reflexión serena de hacia dónde se dirigía, comenzó a ser entonces una característica de Shannara poco después de cumplir los diez años. El detonante fue el agobio que le causó la muerte de su abuela y el primer catalizador un grupo de misioneros protestantes quienes se instalaron aquel verano con carpas, en un campo al frente de su casa.

“Desesperada por un sentido de pertenencia, amor y paz interior pasé allí cada minuto libre. Recuerdo el aroma del heno, los profesores de la escuela dominical, las historias bíblicas ilustradas y las canciones con un veinteañero que tocaba la guitarra y se parecía mucho a Jesús”, explica en su testimonio de conversión en The Coming Home Network, que traduce y sintetiza PortaLuz.

Cuando la misión hizo las maletas y se marchó, Shannara reconoce que “ardía por Dios”. Se unió a la YMCA alemana, asistía regularmente al culto en la iglesia, a estudios bíblicos y retiros para jóvenes. Era una creyente tan ferviente que su familia temía se estuviera volviendo fanática. “Pero Satanás, al ver que me estaba perdiendo, tiró de Job y comenzó a arrojar más y más piedras en mi camino”.

A los 12 años, físicamente parecía algo mayor y entonces como si el constante bullying de sus compañeros no fuera suficiente abuso, un hermano de su padre adoptivo “comenzó a acosarme sexualmente. Por mucho que le odiara y temiera sus insinuaciones lascivas, lo peor fue la reacción de mamá cuando por fin me armé de valor para contárselo”.

Shannara esperaba ser protegida, pero su madre la presionó a guardar silencio. Se sintió traicionada y fue tal su impotencia que se convirtió en una adolescente rebelde que rechazaba en todo a sus padres adoptivos. Luego llegó una crisis de fe, sentía que Dios no la amaba. “¿Por qué no me protegía de todo este sufrimiento? Quizá era tan falso como los demás. Finalmente abandoné la iglesia”.

Abducida por el «espíritu libre» de la Nueva Era

A los 17 años, empezó una relación con un hombre que le doblaba la edad y “me introdujo en lo paranormal, los ovnis, los fantasmas y poltergeists, la criptozoología y los fenómenos inexplicables como la combustión humana espontánea”. Aunque el vínculo terminó cuando Shannara cumplió 21 años y se mudó de ciudad para estudiar redacción de publicidad, continuó su búsqueda en lo paranormal formándose sobre las teorías de la conspiración, la canalización, las cartas del Tarot, las runas celtas, la espiritualidad de los nativos americanos y la Ley de la Atracción. “Leí todo lo que pudo llegar a mis manos, me uní a grupos de la Nueva Era, asistiendo a sus talleres y seminarios”.

Una noche se decidió a «contactar con los muertos» usando una tabla ouija improvisada y un péndulo. El resultado fue la manifestación sensible de algo maligno, una de las experiencias más aterradoras de su vida. “Por la gracia de Dios, conseguí librarme del espectro, pero volvió siete años después para atormentarme de nuevo”. Esta nueva “visita” ocurrió cuando un maestro de Reiki le dijo que era víctima de energías oscuras y se ofreció para ayudarla. “Hizo hincapié en mi necesidad de protección espiritual, por lo que me sometí a las sesiones de iniciación para convertirme en practicante de Reiki y, unos años más tarde, en maestra de Reiki”.

La atracción por la Nueva Era se volvió irresistible pues le parecía tan amorosa, aceptante y tolerante. Todo el mundo era bienvenido, no había restricciones, ni reglas, ni mandamientos que tuviera que obedecer. “A diferencia de los cristianos, los de la Nueva Era creían que el pecado no existía. Todos éramos seres espirituales en un cuerpo físico, y nos reencarnábamos en la Tierra con el propósito de que el alma evolucionara. El bien y el mal no existían realmente; todo simplemente existía, sin juicio. También Dios era algo más flexible. Sí, era el Creador del universo, pero también era el propio universo. Era un ser puro, sin forma, y no quería ni necesitaba nada de mí, por lo que podía amarlo sin que me lo impidiera toda esa molesta obediencia”.

Metiendo los pies en el barro

En 1999, a la edad de 34 años, vendió todo lo que tenía y se mudó a Sedona (Arizona, Estados Unidos), la meca de la Nueva Era del suroeste estadounidense. Aunque vivía frugalmente, “me encantaba mi nueva vida mágica”, reconoce.

Las experiencias sobrenaturales y paranormales se convirtieron en algo casi cotidiano. “Algunas eran edificantes e inspiradoras, otras oscuras y aterradoras, pero las acepté todas porque para mí eran la prueba de que Dios existía, de que había realmente un mundo más allá de nuestros cinco sentidos”. Al fin se sentía valorada y lo atribuyó a sus prácticas con la Ley de la Atracción. También le decían que era muy buena leyendo las cartas del Tarot y trabajó un buen tiempo en ello. Sintiéndose un “espíritu libre” llegó una plétora de novios, y aventuras de una noche. Era la vida desahogada “que siempre había soñado”.

Pero no todo era miel sobre hojuelas, pues sus amigos y amantes de la Nueva Era, “esos dulces y santos ‘trabajadores de la luz’, eran excesivamente superficiales”. Además, fue víctima consciente de la magia negra, el satanismo y la brujería que proliferaban en ese ambiente. “Sabía que Dios existía, que el diablo existía y que los demonios eran reales. Sin embargo, no me atrevía a seguir esta línea de pensamiento hasta su final lógico. Si el diablo era real, ¿no significaba eso que el infierno también existía? Si el diablo era real, ¿no significaba que toda la narrativa del amor y la luz, de la Nueva Era que no puede hacerte daño, era una mentira? Y si el infierno era real, el cielo también tendría que existir… lo que significaba que el concepto de reencarnación, tan central en la religión de la Nueva Era, también tenía que ser erróneo. Mejor no pensar en ello”.

Los años sin Dios y su hijo en peligro

En 2001, se casó y poco después se trasladaron a Nueva Jersey donde la mayoría de sus vecinos y personas que fue conociendo eran cristianos, críticos a las creencias de la Nueva Era. Tuvo algunos conflictos, pero Shannara continuó aferrada a la New Age. Tras quedar embarazada, se mudaron con su marido a Vermont, donde un día algo le impulsó a entrar en una iglesia. “Me puse llorosa y melancólica sin razón aparente. Envidiaba secretamente a los cristianos y sus comunidades tan unidas”.

La vida transcurría, ella continuó con sus prácticas ocultistas y su hijo tenía ya tres años cuando recibió una enérgica “llamada de atención”, confidencia… “Un pequeño grupo pagano del que formaba parte se reunía en mi casa. Mi amiga L. se quejaba de un dolor en la rodilla izquierda que había comenzado cuando había visitado cierto templo ancestral en Perú. Yo había aprendido a usar el Reiki para sacar ‘fragmentos de espíritus’ alojados en partes del cuerpo energético y sentí algo en una de las rodillas de L. Mientras aplicaba la energía Reiki, L., que estaba tumbada en mi sofá con los ojos cerrados, dijo que se sentía mareada, como si algo se moviera desde la rodilla a través del estómago y más arriba. Entonces abrió la boca y soltó un gemido espeluznante. Sonaba como una voz del abismo. Me asusté, pero conseguí mantener la calma. Cuando L. volvió en sí, apliqué en la habitación salvia, para limpiarla. Cuando todos se fueron, yo estaba fumando un cigarrillo en el porche y escuché a mi hijo de tres años gritar. Me levanté de un salto y entré corriendo. Estaba sentado en la cama, señalando un rincón oscuro de su habitación y sollozando histéricamente. Le consolé, limpié con salvia su habitación, le dije que todo estaba bien y volvió a dormirse. Nunca había sido propenso a los terrores nocturnos. Ese incidente me hizo comprender que mis prácticas ocultistas estaban exponiendo al ataque de los demonios a mi propio hijo, y dejé de asistir a las reuniones del grupo”.

El comienzo del fin

Hoy, mirando aquellos años, Shannara es consciente de cuánto “Jesús quería que volviera y siguió dándome codazos pacientemente, por mucho que me resistiera. Lo que no sabía era que no me quería en cualquier sitio, sino que estaba obrando sigilosamente para que entrara en su Única y Verdadera Iglesia”.

El primer escalón de este proceso de conversión lo subió al decidir inscribir a su hijo en escuela católica y poco después aceptar su formación en la fe -también la de ella- para ser bautizado. “Las pocas veces que llevé a mi hijo a la misa dominical en la iglesia católica (normalmente iba a misa en su colegio) fueron como un bálsamo para mi alma. Todo giraba en torno a Dios, el culto y el sacrificio, no a mi experiencia, mis sentimientos o mis deseos”.

Luego, vivió un período en el que seguía coqueteando con la Iglesia protestante y la Nueva Era. Su casa estaba llena de estatuas de Buda, barajas de Tarot, libros sobre la Ley de la Atracción y no le importaba ver la serie ‘Lucifer’ en Netflix. Se consideraba -puntualiza Shannara- una católica tibia, pues le era difícil aceptar ciertas bases de la doctrina católica, como la prohibición de la anticoncepción o el matrimonio homosexual y no lograba creer en que Jesús, Dios, estaba realmente presente en la Eucaristía.

Una patada divina en el trasero

“Mi última llamada de atención -o más bien, patada divina en el trasero- ocurrió el 4 de noviembre de 2020. Estaba en Amazon, leyendo la reseña de un libro sobre inteligencia artificial para el trabajo. De repente, la página comenzó a desplazarse hacia abajo por sí sola y se detuvo en la barra horizontal, Libros que también te pueden gustar. Como era de esperar, la mayoría eran libros de inteligencia artificial, pero uno destacaba sobre los demás porque tenía una cruz brillante en la portada. Era un libro que se centraba en la realidad del pecado y en la necesidad de ver el peso de nuestras transgresiones a la luz de la eternidad. Intrigada, compré la versión para Kindle… y fui arrastrada por una ola de vergüenza y dolor. Por primera vez, me di cuenta de lo mucho que mis acciones ofendían y herían a Jesús. Cada acto de desobediencia, cada palabra de chismorreo, mi orgullo, mi vanidad y mi egoísmo, hacían que su cruz fuera más pesada, los clavos más afilados y su dolor más insoportable. Incluso mi fe se centraba en mí. Sabía que, si Jesús volvía ese día, yo iría al infierno”.

La lectura de ese libro fue el giro que Shannara necesitaba. Acudió de inmediato a reunirse con un sacerdote que conocía y tardó cuatro horas confesando todos los pecados, en especial los mortales, cometidos a lo largo de su vida. Luego, empezó a rezar el Rosario todos los días y -sin estar muy consciente del por qué lo hacía- se consagró a la protección de la Santísima Virgen María.

El regalo del milagro eucarístico

Shannara Johnson

A principios de marzo de 2021, su parroquia celebraría un evento de dos días de Adoración Eucarística animado por las Sisters of Life (Hermanas de la Vida) y fue invitada por el sacerdote que le había confesado. La alegría que irradiaban esas jóvenes hermanas reflejaba su amor por Jesús y Shannara, nada más verlas, sintió que deseaba vivir eso que ellas disfrutaban. “Todavía no sabía de qué iba todo eso de la ‘Adoración’, pero estaba a punto de descubrirlo”.

Cuando el celebrante anunció que avanzaría con la custodia para que cada uno tuviese unos instantes cara a cara con Jesús, Shannara se estremeció. “Sentí que se acumulaba una extraña tensión en mi interior, como la electricidad que precede a una tormenta. A medida que se acercaba, empecé a llorar sin razón aparente, y entonces -cuando mi cara estaba a pocos centímetros de la pequeña ventana redonda de la custodia- lo supe. Se trataba realmente de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador viviente y que respira. Recibir la Sagrada Comunión significaba recibir realmente su Cuerpo y Sangre, su Alma y su Divinidad. Ir a la Adoración significaba visitarlo, pasar tiempo con él. Y ahora podía sentir que me miraba a través del cristal, con amor, dolor y piedad. Con lágrimas en el rostro, grité: «¡Jesús, ten piedad de mí!»”.

Después de este regalo que trajo sanación, liberación y conversión, Shannara Johnson se incorporó plenamente a la Iglesia Católica. Vive en Steubenville (Ohio), asiste a misa todos los días, reza el rosario, le encanta la adoración eucarística para estar “un rato a solas con él”, es redactora de finanzas y elabora contenidos para su blog donde narra su camino en la fe… “Mi viaje continúa, y sigo deleitándome con el increíble regalo del amor de Dios. Cuántas gracias y milagros nos regala, si tan sólo nos preocupamos de prestar atención”.


Para entrar en el catálogo y en la tienda pincha en la imagen

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad