A Sonia Sapena, 10 años de ermitaña, «Filomena» le hundió su ermita: «Dios me llamaba a una vida intensa de oración, a abandonarme más a Él. ¡Sin Dios, esto no tiene sentido!»

* «El eremita o se retira porque se aísla del mundo social, -en ese caso nos volveríamos locos- sino porque el Espíritu le lleva al desierto para en ese lugar ofrecerse por todos, por toda la Iglesia. La vida eremítica te da la posibilidad de ser Iglesia en una dimensión de comunión, estás para todos y a la vez te sientes de ellos. En este mundo que parece ausentarse de Dios, Dios está llamando a gente a retirarse por Él, para que de ahí salga la fuerza de la misión»

Camino Católico.-  En Cataluña hay 10 personas que viven una vida contemplativa, en silencio, soledad y pobreza. Son eremitas, o ermitaños, y la mayoría son mujeres – 9 mujeres y 1 hombre – que han optado por la vida cristiana más radical. El temporal Filomena ha dejado una de estas ermitañas sin ermita porque la nieve le derrumbó el techo del taller y el lavabo. Hace 10 años que vivía allí. «En la madrugada oí: ‘Pum pum!’ Y cuando llegué allí arriba lo que pasaba es que no había nieve porque no había tejado «, explica Sonia Sapena, a pesar de todo, riendo a  TV3. «Ahora puedo reír, pero en ese momento dije: ‘¿Esto es verdad? ¡Esto es una bomba! ‘ Hay un antes y un después, porque … ¿cómo será el día de mañana? No lo sé. Dios dirá».

Así quedó la ermita de la Virgen de la Consolación donde es ermitaña Sonia tras el paso del temporal Filomena

Sonia Sapena nació en Valencia hace 45 años y desde el año 2010 vive como eremita en la ermita de la Mare de Déu de la Consolació de Gratallops, en la comarca del Priorat en Tarragona. Vida pobre, en silencio, soledad y oración constante ha sido su opción de vida, la que ejercían los cristianos de los primeros siglos para vivir la fe. Vive sin agua corriente ni potable, y con un hilo de luz que le dan unas baterías conectadas a una placa solar. Cuando le preguntamos por qué lo hace, la respuesta es sencilla: está enamorada de Dios.

La llamada a la vocación

Sonia creció en el colegio Guadalaviar, El Pilar y el de San José de la Montaña. Tenía una fuerte vinculación con el grupo de Scouts católicos de El Pilar, donde realizaba numerosas acciones sociales. Sin embargo, no pisaba nunca una Iglesia.

En una convivencia en un orfanato de Sevilla con niños a la que le invitaron las religiosas de las Madres Desamparados y San José de la Montaña su vida dio un giro: “No se puede explicar. Se debe experimentar. En la cara de una niña vi Jesús y empezaron a surgirme las oraciones que me enseñaron de pequeña”.

Tras esta experiencia comenzó un discernimiento vocacional y a los 19 años entró como novicia en la congregación. Años después, y gracias a la intensa vida de oración que se vivía en la comunidad, tuvo “una llamada dentro de la llamada”, como ella explica. “Dios me llamaba a una vida más intensa de oración, a abandonarme más a Él”, añade. También una experiencia “fuerte” de ver la riqueza de la Iglesia le llevó a tomar la decisión: “experimenté que los diversos carismas los vivía como si fueran míos”.

Sonia Sapena es ermitaña en el Priorat, zona que históricamente ha albergado una viva vida eremítica

Así, con el permiso de la congregación, comenzó una experiencia de tres años en la diócesis de Tarragona, que está instaurada la vida eremítica y donde tiene una gran tradición. Tras estos años realizó los votos como eremita.

«Cuando uno está enamorado hace lo que sea, no? Es verdad que tienes unas condiciones físicas y psicológicas que te da vida. ¡Sin Dios, esto no tiene sentido!», asegura.

Sonia lo tiene claro: “El eremita o se retira porque se aísla del mundo social, -en ese caso nos volveríamos locos- sino porque el Espíritu le lleva al desierto para en ese lugar ofrecerse por todos, por toda la Iglesia”.

Oración, estudio y trabajo

El eremita, que tiene su raíces en el desierto, no tiene porque vivir en el desierto sino que puede vivir en una ermita en lo alto de una montaña, como el caso de Sonia, en una casa abadía o en una ciudad.

Su día a día está marcado por las horas del oficio divino. Junto a la oración, el estudio, la ‘lectio divina’ y tres horas diarias de adoración al Santísimo también realiza velas, así como figuras y belenes con cera y pequeñas restauraciones con los que conseguir el sustento para vivir. Para ella su misión se ve reflejada en el Cristo roto que tiene en su capilla: “Parece que Jesús no hace nada y sin embargo está dando la vida. El contemplativo sirve a la Iglesia con la oración”.

El eje de su vocación eremítica, como explica, es la comunión con la Iglesia. De hecho ella, junto a los votos de pobreza, obediencia y castidad quiso hacer uno particular de unidad y comunión con la Iglesia: “La vida eremítica te da la posibilidad de ser Iglesia en una dimensión de comunión, estás para todos y a la vez te sientes de ellos. En este mundo que parece ausentarse de Dios, Dios está llamando a gente a retirarse por Él, para que de ahí salga la fuerza de la misión”.

«Aunque parecemos antisistema, estamos en el sistema. Somos ciudadanos, debemos colaborar con la ciudadanía, y claro, llega un momento que también tenemos que ir a las votaciones», reflexiona Sonia. Además dice que “la pandemia me ha hecho descubrir cosas de la gente que te llamaba. Porque, claro, nuestra vida no ha cambiado mucho.»

No piden que la gente los entienda, pero sí piden respeto. Que la gente entienda que tienen que vivir en soledad y silencio, por eso se retiran a ermitas fuerza apartadas. Piden por favor que la gente no haga volar drones sobre las ermitas, como ha pasado ya alguna vez.

«Ya tenemos mucho lugares de ocio para la sociedad, para hacer otras actividades. Es verdad que la vida contemplativa, la vida que llevamos … es normal que la gente de hoy no la entienden. Pero en verdad no buscamos el entendimiento! «, reconoce.

Sonia tiene móvil para seguridad, porque alguna vez ha tenido que llamar a los Mossos porque corría peligro. «Tengo que agradecer muchísimo a los Mossos de escuadra y la Guardia Civil su trabajo. Nos cuidan, son personas».

«Tengo gmail. Pero no tengo whatsaap, ni facebook, ni nada. Cada una ve en su regla de vida, en los estatutos y el discernimiento …. hasta donde su silencio es perturbado con cosas o puede asimilarlas», detalla.

El teléfono también le sirve para comunicarse con las otras mujeres eremitas que viven por la zona. De vez en cuando, hablan y se ayudan entre ellas. «Tengo la suerte que ellas son más mayores, y tienen una experiencia amplísima. Yo estoy aprendiendo. Y comunicarme con ellas que ya han pasado por aquí, a mí me aporta mucho.», explica agradecida.

«La vida contemplativa es muy fuerte en la vida femenina. Hay una dimensión contemplativa de la mujer que puede aportar mucho a la iglesia.»

Sonia Sapena, recientemente en la basílica del Sagrado Corazón de Valencia

Montsant y Priorat, territorio eremita

El Montsant y el Priorat son territorio eremita desde hace siglos, y ni en Roma conocen un lugar en el mundo como este, donde, además, la vida contemplativa está regulada. El arzobispado de Tarragona es el único que ha hecho los estatutos de los eremitas para ayudarles en su regla de vida.

Y ahora, han comenzado una campaña para ayudar a Sonia a reconstruir la ermita de la Virgen de la Consolación. Es donde ella rezó por todos los que viven en los pueblos y las ciudades, cada día, sola, durante los últimos 10 años. Pero durante 30 años ha habido otros eremitas, antes que ella.

De hecho, en el siglo XVI gracias al Abad Pere Domènech comenzó en este lugar, sobre una colina, la veneración a la Virgen de la Consolación. Asegura que la ermita es patrimonio espiritual del territorio y que sería una lástima que se perdiera.

Mientras tanto, cierra las ventanas a la espera de saber si podrá volver. «Si Dios lo quiere, yo estaré, aquí. Y si Dios no lo permite, pues estaré en otro lugar, no lo sé.»


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