Sor Ljubica cuenta al Papa en Sarajevo que al ser detenida le apuntaron en la frente con un fusil y le dijeron que se convirtiera al Islam. Ella se negó

“Me encerraron en una habitación, me quitaron la venda de los ojos y los soldados confiscaron nuestros objetos personales. Lo único que tenía era mi rosario. Los militares obligaron al padre a pisarlo. Él se rehusó. Entonces uno de ellos sacó una espada y lo amenazó con matarme. El sacerdote dijo: ‘Déjenme morir pero, por el amor de Dios, no pisen nuestro objeto sagrado’”

6 de junio de 2015.-(ACI  / Radio Vaticano Camino Católico)  El Papa Francisco tuvo hoy un encuentro con los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas en la catedral del Sagrado Corazón de Jesús en Sarajevo, durante su visita apostólica a Bosnia-Herzegovina. Un sacerdote y dos religiosos compartieron con el Santo Padre su testimonio de fidelidad a Cristo y a la Iglesia Católica en medio de la persecución a los cristianos, durante la guerra en la década de 1990.

Bosnia-Herzegovina sufrió a inicios de la década de 1990 una cruenta guerra, que acabó con más de 97 mil vidas y ocasionó cerca de dos millones de desplazados. Los enfrentamientos tuvieron un motivo principalmente étnico y religioso, entre bosnios (musulmanes), serbios (cristianos ortodoxos) y croatas (católicos).

Los testimonios conmovieron tanto al Papa Francisco que decidió improvisar su discurso, dejando de lado el que había preparado con anterioridad.

El tercer testimonio que escuchó el Papa Francisco fue el de Sor Ljubica, de la congregación Hijas de la Divina Caridad. Ella relató que durante la fiesta de Santa Teresa de Ávila, el 15 de octubre de 1993, los militares ingresaron a la casa donde se encontraba y la apresaron. Cuando llegó al camión, notó que había un grupo de ciudadanos no cristianos que apoyaban la detención de los religiosos.

En el camión encontró a un párroco que estaba enfermo y a tres laicos que trabajaban en Cáritas. Les vendaron los ojos a todos los prisioneros y los llevaron al cuartel.

“Me encerraron en una habitación, me quitaron la venda de los ojos y los soldados confiscaron nuestros objetos personales. Lo único que tenía era mi rosario. Los militares obligaron al padre a pisarlo. Él se rehusó. Entonces uno de ellos sacó una espada y lo amenazó con matarme. El sacerdote dijo:Déjenme morir pero, por el amor de Dios, no pisen nuestro objeto sagrado’”.

La religiosa narró que todos los detenidos fueron sometidos a un interrogatorio y que esa noche fueron torturados. Uno de los soldados les dijo: “Ustedes no tienen padre o madre. Vean mi ametralladora. Este es mi padre, mi madre, mi mujer y mi hijo”.

Los prisioneros fueron humillados por los soldados, quienes le decían palabras obscenas y los golpeaban. En medio de los tormentos, el párroco les decía: “No tengan miedo, ya le he dado la absolución. Ahora estén dispuestos a morir en paz”.

Los soldados apuntaron a Sor Ljubica en la frente con un fusil y le dijeron que se convirtiera al Islam. Pero ella se negó.

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