Sor Lucía, Monjas Mínimas de Daimiel: “Dios es capaz de llenar por completo el corazón…No he renunciado a nada”

* ”Estoy convencida de que mi vida es fruto de la misericordia de Dios”

* ”Antes de conocer a Jesús, durante mi adolescencia, solía tener siempre la experiencia de vacío, de sin sentido, no encontraba la razón de mi vida y siempre me decía a mi misma: “tiene que haber algo más””

* ”No he renunciado al amor como muchas veces escuché decir cuando iba a entrar al convento, si no que tengo la experiencia de haber encontrado el verdadero amor, un amor que llena y que me hace también vivir la experiencia de la belleza del amor fraterno”

7 de junio de 2011.- El primero de mayo, día en que fue beatificado el Papa Juan Pablo II, San José obrero, octava de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia, la Hermana Sor Lucía de la Misericordia daba su Sí definitivo al emitir la profesión de votos solemnes en las Monjas Mínimas de Daimiel, Ciudad Real, España. Sor Lucía nos da testimonio de haber encontrado la felicidad porque ha sido atraída al amor de Cristo y ha sido liberada por su gracia y sólo así se puede donar libremente la vida. Descubrió que Dios la amaba profundamente a los 18 años, al ser invitada a un grupo de confirmación. Hasta entonces había vivido sin fe y en un vacio existencial profundo. Este es su testimonio escrito en primera persona por ella y también contado en un vídeo grabado la vigilia de su profesión.

(Sor Lucía de la Misericordia / Monjas Mínimas de Daimiel) Quisiera compartir con todos mi experiencia después de estos años de entrega al Señor, puedo decirles que soy plenamente feliz. No encuentro palabras para expresar la alegría que tengo de saber que mi vida es totalmente y para siempre del Señor.

Cuando voy repasando cada momento de mi vida hasta el día de hoy, tengo que terminar diciendo como el salmista “porque es eterna su misericordia”.

Antes de conocer a Jesús, durante mi adolescencia, solía tener siempre la experiencia de vacío, de sin sentido, no encontraba la razón de mi vida y siempre me decía a mi misma: “tiene que haber algo más”.

Hasta que por fin el momento de Dios llegó y cuando tenía 18 años, fui invitada al grupo de confirmación, asistí por asistir, sin pensar que desde ese momento mi vida entera cambiaría. Fue entonces cuando por primera vez escuché hablar de Jesús, de su amor por mí, de cómo había muerto en la cruz por mí. Aquello me impresionó fuertemente, los catequistas nos invitaban a que abriéramos el corazón al Señor, que Él quería transformar nuestra vida y así fue como en ese momento le dije al Señor: Señor te abro mi corazón y así mi vida cambió, parecía que unas vendas habían caído de mis ojos, por fin había encontrado el sentido de mi vida.

Puedo decir que a medida que pasa el tiempo esta experiencia se hace más profunda, desde que entregué mi vida a Dios, veo cómo Él me va llenando interiormente y me va haciendo más persona.

Puedo decirles convencida que Dios es capaz de llenar por completo el corazón y que no he renunciado a nada, tengo la profunda experiencia de haber abrazado el camino de la mayor plenitud y de la verdadera libertad.

Sí, soy feliz y sobre todo me encuentro profundamente amada.

No he renunciado al amor como muchas veces escuché decir cuando iba a entrar al convento, si no que tengo la experiencia de haber encontrado el verdadero amor, un amor que llena y que me hace también vivir la experiencia de la belleza del amor fraterno, donde encuentro que a través de las hermanas, Dios mismo se me entrega y así cada hermana se convierte en don de Dios. Es una experiencia muy fuerte que nunca antes había vivido.

Puedo decir también convencida que no he renunciado a la Libertad, tengo la experiencia de haber abrazado el camino de la LIBERTAD PLENA, porque aunque es verdad que la vida de entrega a Dios muchas veces exige renuncias, descubro cómo el Señor me va liberando de tantas cosas y así encuentro que mi corazón se ensancha y es tal la experiencia que muchas veces quisiera gritar: ¡Soy libre, soy libre!

Cada día el Señor me va haciendo descubrir con mayor profundidad la grandeza de la vocación recibida y cada vez me asombro más al descubrir cómo Dios pone en mis manos un tesoro tan grande, al haberme llamado a una vida de mayor intimidad con Él, compartiendo más íntimamente su misterio Redentor para bien de la Iglesia y salvación de todo el mundo.

Por eso mi corazón está agradecido, deseoso de saber cuidar este tesoro, consciente de la responsabilidad que Dios a través de la Iglesia me confía, sabiendo que sólo a través de la fidelidad y generosidad en la entrega, aportaré la luz y la gracia que la Iglesia y el mundo necesita y espera de mí.

Tengo un profundo deseo de que Dios pueda encontrar jóvenes con corazones generosos y decididos, que tengan deseos de entregar su vida para gloria suya, bien de la Iglesia y de toda la humanidad .

No dejo de pedir también al Señor conceda a todos los cristianos el descubrir la grandeza de vivir una vida cristiana en profundidad porque Dios no nos quita nada, sino que quien se entrega a Él de verdad se le abre el camino de la verdadera felicidad y plenitud.

Sor Lucía de la Misericordia
1 Mayo 2011

El vídeo-testimonio

 

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