Taylor Marshall era pastor episcopaliano, oraba ante la tumba de San Pedro, fue invitado a la misa del Papa Benedicto XVI y se convirtió al catolicismo

* Asistió a la eucaristía con sotana y junto a su mujer embarazada

* La imagen del Romano Pontífice, que encabeza este testimonio, tomada por él mismo le empujó a entrar en la Iglesia

5 de marzo de 2013.- (C.L. / Religión en Libertad / Camino CatólicoTaylor Marshall es un bloguero norteamericano muy seguido a través de su blog Canterbury Tales. Su último post, escrito a raíz de la renuncia de Benedicto XVI al pontificado, evoca la estrecha vinculación entre su conversión al catolicismo y la primera misa del Papa Ratzinger a la que asistió. Dándose la circunstancia de que, a tenor de su testimonio, la foto que ilustra su artículo, captada por él mismo, coincide prácticamente con ese instante del salto definitivo a la Iglesia, que él barruntaba. Casi una instantánea de la acción de la gracia sobre un alma.

En la tumba de San Pedro

En 2006, cuando sucedió, Taylor era pastor episcopaliano, y estaba de visita en Roma junto con su mujer, Joy. «Intelectualmente ya estábamos a punto de reconocer que la Iglesia católica era la verdadera Iglesia, pero necesitábamos el empujón emocional para llevar esa decisión a cabo», confiesa.

Y ese empujón nació en la necrópolis vaticana bajo la Basílica de San Pedro. Al terminar de visitarla, y ante los huesos de San Pedro, Marshall rezó «con total confianza para entrar pronto en comunión plena con San Pedro y con su sucesor en la tierra, Benedicto XVI». Luego se pusieron hablar con un sacerdote belga que hacía de guía (cuyo nombre no recuerda, y a quien manda desde el blog agradecidos saludos si lo está leyendo), y cuando le dijeron que no eran católicos al cura se le iluminó la cara: «Estaba escribiendo una homilía sobre cuestiones ecuménicas». Y les lanzó una proposición: «¿Les gustaría asistir esta noche a una misa con el Papa?».

«La respuesta era obvia»,cuenta Taylor. Así que cruzaron la Plaza de San Pedro con el padre belga hasta una escalera flanqueada por dos guardias suizos. Les pidió que esperaran allí, habló con los soldados en italiano, y desapareció. Pocos minutos después apareció de nuevo con dos entradas naranjas en la mano, y les dijo que volvieran con ellas una hora antes de la misa.

Sotana y embarazo

Debía ser un funcionario vaticano con cierta influencia, porque les consiguió sitio en una fila junto a cientos de frailes, monjas y religiosos. «Estábamos claramente fuera de lugar», recuerda: «¡Un sacerdote episcopaliano casado, con sotana, y con su mujer embarazada al lado! ¡Dios mío, espero que no hayamos escandalizado a todas aquellas religiosas!».

Era la fiesta de la Purificación de María, la Candelaria, y «la Santa Misa fue gloriosa. Empezó en oscuridad total. El Papa Benedicto XI entró por detrás sólo con una vela. Con esa vela encendió todas las candelas de frailes, monjas y religiosos. Durante toda la misa estuvimos cerca de la estatua de bronce de San Pedro. Pude ver claramente al Santo Padre. Y entonces supe que Su Santidad era el verdadero sucesor del Pescador. Recordando que aquella misma mañana había estado justo debajo de aquel altar junto a los restos de San Pedro, la conexión entre el ministerio de San Pedro, el primer Papa, y el de Benedicto XVI, se hizo evidente ante mis ojos».

La tristeza de no estar en comunión con Pedro

Cuando llegó la hora de comulgar, Taylor supo que «no podía acudir a recibirla»: «Aunque la basílica estaba ahora iluminada de luces y de alegría, mi alma permanecía en la oscuridad. No era católico. No estaba en comunión con el Santo Padre. Estaba en el cisma. Fue un sentimiento deprimente. Estaba fuera de la comunión con el Vicario de Cristo, y supe en ese momento que mi relación con Cristo no iba bien. También supe lo que tenía que hacer. Tenía que renunciar a mi sacerdocio episcopaliano y hacerme católico».

Lo es desde entonces, y lo evoca ahora aportando la foto de aquel momento, tomada por su misma cámara en la basílica de San Pedro. «Aquella misa fue uno de los momentos más importantes de mi vida. Cuando pienso en Benedicto XVI, todavía recuerdo aquella misa del 2 de febrero de 2006, una misa que cambió mi vida para siempre. ¡Viva el Papa!».

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