Temas 8 y 9.- Oración por la efusión del Espíritu Santo – Llenos del Espíritu, sus frutos y carismas: Permanezcan llenos del Espíritu Santo / Por Arturo López

Meditación en vídeo grabada en directo

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11 de junio de 2013.- (Camino Católico) La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida,  quien prosigue con esta séptima  enseñanza el Seminario de Vida en el Espíritu. Durante esta meditación se hace una oración de perdón para abrir el corazón al Señor y se ora por la Efusión del Espíritu Santo. Tener la humildad de pedir al Espíritu Santo que transforme todos los días nuestras vida, puede ser uno de los frutos de la efusión que nos ha hecho interiorizar que en Dios todo es gracia y que debemos vivir en Él, alimentados por los ríos de amor, consuelo y agua viva de su Espíritu.

Después de haber orado por la Efusión nuestra vida es transformada por la promesa del Padre del Cielo y eso lo notaremos por los frutos del Espíritu Santo que habita en nosotros.  Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 10 de junio de 2013.

Textos complementarios para poder realizar, profundizar, y orar el Seminario de Vida en el Espíritu extraídos de «Id y evangelizad a los bautizados» de José H. Prado Flores de Editorial Rema

Tema 8.—Oración por la efusión del Espíritu Santo

Objetivo del tema:Pedirle a Dios, en el Nombre de Jesús, Mesías, que cumpla la promesa de enviarnos su Espíritu Santo, y, seguros de haberlo recibido, alabarlo y bendecirlo.

Dios siempre cumple lo que promete. Él nos ha prometido su Espíritu Santo para renovar nuestro coraz6n y ha llegado la hora en que el cumpla su promesa. El es fiel y no puede fallarnos. Es más fácil que se acabe el cielo y la tierra a que el deje de cumplir su promesa.

Vamos a explicar cómo disponemos a recibir el Don de Dios que Jesús va a enviar sobre nosotros. Sin embargo, debe quedar bien claro que no se trata de una técnica o método mágico. No. Dios hace las cosas como Él quiere y Él ya ha planeado desde toda la eternidad cómo nos va a enviar su Espíritu Santo en esta ocasión. Incluso, el Espíritu puede irrumpir en nuestro corazón antes de terminar la presentación de este tema, como le pasó a Cornelio y su casa cuando Pedro les predicó: Hech 10,44; 11,15.

La primera actitud que debemos tener es de fe: certeza de que Dios va a cumplir lo prometido, dando su Espíritu Santo a todos los que con corazón abierto se lo pidan. No venimos aquí para ver si Dios nos da su Espíritu. Estamos aquí porque nos lo va a dar. El lo prometió y no puede fallar. Es más, está garantizado. Garantizado por la misma palabra de Jesús, por su muerte y resurrección.

Fiel es el que os llama y es el quien lo hará: 1 Tes 5,24.

Ciertamente no debes estar pensando: yo no merezco el Don del Espíritu Santo. Ninguno de nosotros lo merece. Pero Cristo Jesús, Hijo Amado del Padre, lo mereció por ti y quiere regalártelo. El, con su muerte y resurrección, lo ganó para ti y ahora te lo ofrece.

Tampoco debes decir: Yo no soy nadie para pedir el Espíritu Santo. Es cierto. Tú no eres nadie para pedirlo. Pero hoy tú no lo vas a pedir. Es Jesús quien lo va a pedir por ti, para ti. Tú lo vas a recibir. No necesitas pedirlo. Cristo Jesús, a quien el Padre siempre escucha y da todo cuanto pide, es el que va a pedir Espíritu Santo para ti este día. No pienses en ti, piensa en Cristo Jesús.

¿Cuánto cuesta el Espíritu Santo?

El que tenga sed que se acerque, y el que quiera que reciba gratuitamente el Agua de Vida: Ap. 22,17.

La recepción del Espíritu Santo no depende de nosotros ni de nuestros méritos. Ni siquiera de nuestra preparación. Nadie puede estar preparado para recibir al Espíritu de la Promesa. La donación del Espíritu depende sólo de Jesús. Sólo el Mesías, que está lleno de Espíritu Santo, puede darlo a quien se lo pida. El Espíritu Santo no viene porque seamos santos, sino para que seamos santos. El Espíritu Santo no viene porque nosotros seamos buenos, sino porque Dios es bueno y cumple sus promesas.

Por otro lado, tú no debes decidir y planear cómo va a ser tu experiencia cuando venga a ti el Espíritu Santo. A ti no te toca decidir cómo va a suceder. Dios, desde toda la eternidad, planeó con sabiduría y amor cómo te iba a tocar este día con su Espíritu. Tú no debes ponerle condiciones a Dios y limitar su acción, diciéndole: yo quiero tener la experiencia que tuvo mi hermano, mi amigo o tal persona al recibir la efusión del Espíritu. No. Eso no depende de ti. Depende de Dios que te conoce y sabe cómo te bendice. No le pongas tampoco ninguna barrera. Déjalo que El se manifieste como Él quiera. No debes promover tu emocionalismo, pero tampoco debes reprimir tu emotividad, porque ciertamente algo grande e importante va a suceder hoy en tu vida. No te preocupes por la envoltura del regalo. Lo más importante es el Don del Espíritu Santo que vas a recibir. Lo esencial no es lo que sientas o no sientas: lo fundamental es que hoy vas a recibir una nueva efusión del Espíritu de Dios que va a cambiar tu vida. La única prueba de que recibiste el Espíritu Santo es el cambio de vida que comenzaras a experimental La prueba de que recibiste el Espíritu Santo no es si sentiste bonito, lloraste o hablaste en lenguas.

La prueba de que recibiste el Don de Dios es que desde hoy tendrás una paz y una seguridad como nunca la habías tenido en tu vida. Comenzaras a amar de una manera distinta. Estarás capacitado para apartarte de todo pecado y revestido de un poder de lo Alto para testificar a Cristo; gusto por la oración y hambre por la Palabra de Dios. Y sobre todo, una presencia de Dios en tu vida que no se aparta de ti. Cristo, que comienza a vivir de una manera nueva por su Espíritu en tu vida.

La actitud primordial no debe ser la de entregarte o consagrarte a Dios. Al contrario, la de recibir a Dios, la de recibir el Don del Espíritu. No eres tu quien va a ir a Dios. Va a ser Dios que va a venir a ti. Más que una actitud activa, debe ser pasiva: dejar hacer al Señor lo que Él quiera. Todo corre por su cuenta. Abandónate en sus manos.

Tu corazón debe estar en paz y tranquilidad. Sin miedo ni ansiedad. Sin nerviosismo o temor. Simplemente va a ser un abrazo del Dios amoroso que es tu Padre. Sólo déjate amar y llenar por El. Lo demás corre por su cuenta. No te vayas a distraer contigo mismo o con los demás. No te veas a ti mismo; no pienses en ti. Ve a Jesús, piensa en el. Muchas tentaciones podrás tener de distraerte, pero toda tu atención debe estar centrada en el Señor Jesús. Aunque la persona que está junto a ti more o se desmaye; aunque temblara o se cayera la pared de atrás; tú no te distraigas. A los hermanos que lo necesiten se les atenderá. Tú no los vas a atender. Tú atiende al Señor Jesús. Algunos pueden recibir el Don del Espíritu de una manera suave, como una brisa; otros de una manera más fuerte, como un viento impetuoso. Tu no preguntes porque. Simplemente deja que el Señor haga la obra como él quiera.

Nuestra actitud central es la de fe. Estar seguros de que el Señor va a cumplir su promesa. Va a ser el mismo Mesías quien va a pedir a su Padre, el Espíritu Santo para cada uno de nosotros. La oración es la oración de Jesús; en su Nombre. Por eso, estamos seguros de que vamos a recibir el Don de Dios. Nosotros, pues, no lo vamos a pedir. Nosotros lo vamos a agradecer. Nuestra oración será la acción de gracias y alabanza a Dios que ha cumplido su Promesa. Esta

Oración de alabanza y acción de gracias la haremos en voz alta cada uno, abriendo nuestro corazón, y si el Señor quiere nos dará también el poder alabarlo con sonidos inefables que nosotros no comprendemos pero que son la oración en el Espíritu de que nos habla el Nuevo Testamento. Estemos, pues, también abiertos a este don de oración en lenguas que el Señor frecuentemente da con la efusión del Espíritu.

Dios nos va a inundar con el Agua Viva de su Espíritu Santo. Nos sumergirá en el océano de su Amor y su Poder. Pero, nos puede pasar como a esas botellas que flotan en el mar. El agua la rodea por todas partes pero no entra porque tienen un tapón que no permite que el agua llegue a lo más profundo. Para que esto no nos suceda es necesario quitarnos el tapón que impide se realice el plan de Dios. Ese tapón es el pecado y todo rencor y resentimiento que hay en nuestro corazón.

Antes de pedir al Padre en el Nombre de Jesús que nos envié su Santo Espíritu vamos a quitar de nuestro corazón cualquier obstáculo que impida que el Espíritu se derrame en nuestro corazón como un rio de Agua Viva.

El obstáculo que tenemos es la falta de amor. Cualquier odio, resentimiento o rencor que exista para con algún hermano nuestro, es una barrera que está deteniendo el Espíritu Santo fuera de nosotros. Perdonemos, pues, las ofensas, como Dios nos ha perdonado a nosotros:

Oración de perdón de ofensas

En la siguiente oración, se pueden cerrar los ojos, para ir trayendo a la imaginación a cada una de las personas que se vaya nombrando.

— Perdono a mis padres porque no me dieron todo el amor y la atención que yo necesitaba. Les perdono las veces que me hicieron a un lado, los castigos injustos, los golpes y gritos con que me hirieron. Les perdono también su silencio e indiferencia para conmigo. Les perdono las veces en que se gritaron y pelearon delante de mí. Les perdono sus incomprensiones o preferencia por otro de mis hermanos.

* Papa, mama, yo les perdono de todo corazón con el Mismo perdón de Cristo. Que Dios te bendiga, papa; que Dios te bendiga, mama. Yo les doy el abrazo de la paz y la reconciliación.

— Perdono a mis hermanos por todas las veces que no me tomaron en cuenta. Por hacerme a un lado en sus juegos y diversiones. Porque a mí no me tenían la misma confianza que a sus amigos, por las veces que se aprovecharon de mí y por las veces que me acusaron delante de mis padres.

* Hermano,… yo te perdono de todo corazón con el mismo perdón de Cristo. Que Dios te bendiga, hermano. Yo te doy el abrazo de la paz y la reconciliación.

— Perdono también a mis compañeros de escuela por todas las burlas que hacían de mí y de mi familia. Los perdono completamente. Perdono al compañero que me puso aquel apodo que no me gustaba. Perdono a todos los que se reían y burlaban de un defecto físico o de mi manera de ser.

* Compañeros de escuela, yo les perdono de todo corazón como Cristo me ha perdonado a mí. Que Dios los bendiga a todos en estos momentos. Yo les doy el abrazo de la paz y la reconciliación, especialmente a quien más me ofendió.

— Perdono a mis profesores y maestros por las veces que me humillaron delante de mis compañeros, por sus reprensiones o calificaciones injustas. Por no haberme apoyado o ayudado. Por los complejos que en mi crearon con sus actitudes. Porque me hicieron sentir que no me querían; yo los perdono.

* Maestros y profesores, Cristo, a través de mí, los perdona de todo el mal que consciente o inconscientemente hicieron en mi vida. Que Dios los bendiga a cada uno de ustedes. Yo les doy el abrazo de la paz y la reconciliación.

— Perdono igualmente a mis jefes y superiores que no reconocieron lo que yo era y hacía. Les perdono sus favoritismos y arbitrariedades; porque nunca me dieron un cargo de verdadera responsabilidad, por las veces que fui víctima de sus injusticias y de sus burlas. Les perdono el abuso de autoridad que tuvieron conmigo. Sus presiones y chantajes.

* Jefes y superiores, con la autoridad de Cristo yo los perdono de todo corazón. Que Dios los bendiga abundantemente a todos ustedes. Yo les doy el abrazo de la paz y la reconciliaci6n.

— Perdono al novio (a) que hirió mi corazón, dejándolo lastimado y desconfiado. Perdono al que se burló de mí y me usó como un mero pasatiempo en su vida. Perdono a… que no supo corresponder con amor a mi amor.

* Yo te amo ahora con el amor de Cristo. Por eso, te perdono de todo corazón. Que Dios te bendiga. Yo te doy el abrazo de la paz y la reconciliaci6n.

De acuerdo a las circunstancias se puede añadir el perdón a otras personas:

— Esposo (a), abuelos, tíos o tutores.

— Familia política y parientes cercanos.

— A quien nos ha robado, injuriado o difamado.

— A sacerdotes, monjas y clero en general.

— También hay «algunas» personas que guardan un resentimiento para con Dios y no le han perdonado la muerte de un ser querido, un defecto físico o la pérdida de un miembro propio o ajeno.

— Otros, tampoco se han perdonado a sí mismos una falta, un pecado o error.

* Yo perdono a todos los que me han ofendido. En el Nombre de Cristo renuncio a todo odio, rencor y resentimiento que exista en mi corazón.

De una manera especial en estos momentos perdono a la persona que más me ha ofendido, que más mal me ha hecho. La perdono de todo corazón y para siempre con el mismo perdón que Cristo ha tenido para conmigo. Pienso en esta persona y veo a Cristo junto a ella. Cristo la bendice y la abraza. Yo también la abrazo y le doy el perd6n que Cristo ha tenido para conmigo.

Ahora, seguros de que no hay ningún obstáculo en nuestro corazón nos abandonamos a Cristo para que El haga la oración y le pida a su Padre el Espíritu Santo prometido para cada uno de nosotros. En esta oración está muy cerca María, como estuvo en aquel primer Pentecostés con los discípulos de Jesús. Ella está al lado de cada uno de nosotros.

Como signo de apertura al Señor se ponen de pie los que libremente quieran recibir hoy la Promesa del Padre. Es Jesús, y sólo Jesús, quien da este Espíritu Santo. Pero como signo de amor y solidaridad, algunos hermanos estarán junto a cada uno de ustedes, para unirse a la oración de Jesús pidiendo Espíritu Santo y a la acción de gracias de cada uno de ustedes por el Don recibido. Ellos impondrán sus manos sobre la cabeza de cada uno de ustedes, y si el caso lo requiere, podrán ayudarlos a abrirse al Don del Espíritu y a cualquiera de sus manifestaciones. Los que quieran esta ayuda de los hermanos abran sus dos manos levantándolas en alto.

[Con el signo de la imposición de las manos, el cual no quiere significar otra cosa que la solidaridad y comunión en la oración, se ora por cada uno de los hermanos, a los cuales se les invita a comenzar a dar gracias a Dios por el Don recibido y que no pongan resistencia al don de lenguas, por si el Señor quiere dárselos, ya que es frecuente recibirlo en estos momentos.]

ORACION A JESUS MESIAS PIDIENDO ESPIRITU SANTO

(Es mejor que sea espontanea, pero más o menos con los siguientes elementos)

Jesús, Señor de los cielos y tierra, creemos que moriste en la cruz por nuestros pecados. Pero que Dios te resucito y estás vivo para nunca más morir. Que el Padre te ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Estamos seguros que todo lo que pides al Padre, Él te lo concede. Permítenos tomar tu Nombre Santo que esta sobre todo nombre, y en tu Nombre con tus méritos, pedirle al Padre que derrame abundantemente su Espíritu sobre nuestros corazones. Padre Santo, en el Nombre de Jesús, el Mesías, el Hijo de tus complacencias, a quien no le niegas nada, danos tu Espíritu Santo. Él lo prometió. Danos, Padre, una nueva efusión de tu Espíritu que transforme todo nuestro ser y nos haga criaturas nuevas en Cristo Jesús para tu gloria.

Jesús, sabemos que tu estas lleno de Espíritu Santo. Abre tu corazón y llena el nuestro con tu Santo Espíritu que nos santifique y nos transforme.

Espíritu Santo, ven a cada uno de los que aquí estamos. Llénanos de ti. Inúndanos, bananos, purifícanos, santifícanos y transfórmanos. Ven y haz de nuestro corazón un Templo vivo donde habites por siempre. A continuación viene la oración personal sobre cada uno de los que manifiestan quererla. Durante esta oración sugerimos lo siguiente:

— La persona sobre la que se ora pidiendo el Espíritu Santo permanece en alabanza, repitiendo en voz alta su oración. Esto facilita el recibir el don de lenguas, cuando Dios lo quiere conceder. Orar con el signo de solidaridad de imponer las manos sobre la persona.

— La oración se debe centrar en un solo motivo: que Dios derrame una nueva efusión de su Espíritu. Sugerimos que aquellos que tienen el don de lenguas oren en lenguas.

COMENTANDO SOBRE LA EFUSION DEL ESPIRITU

A esta efusión del Espíritu generalmente se le llama «Bautismo en el Espíritu Santo». En otros lugares «Renovación del Espíritu» o «Release of the Spirit». También se le llama «Renovación del Bautismo en el Espíritu Santo» (aquí el termino Bautismo en el Espíritu Santo se entiende como la iniciación cristiana a través de los Sacramentos de iniciación). También se le denomina «La efusi6n del Espíritu» o simplemente, para no absolutizar: «Efusi6n del Espíritu».

Ningún término es completo para expresar la realidad que dicha experiencia encierra. Tampoco es mi intenci6n justificar alguno de ellos. Yo he usado sobre todo «Efusión del Espíritu» porque es el más abierto y acorde con la terminología tradicional de la Teología en la Iglesia Católica.

Con «el Bautismo en el Espíritu Santo» o «Efusión del Espíritu» sucede como con todo tipo de fenómeno espiritual o místico. Primero se vive la experiencia del fenómeno; luego se trata de explicar con aproximaciones, imágenes o analogías; y por último, se va precisando en un lenguaje teológico apropiado. Así, la primera vez que el Papa Pablo VI habló sobre la experiencia de la Renovación el 10 de octubre de 1973 se limitó más a describirla por sus frutos que a definirla.

Lo cierto y más importante de esta experiencia es que algo especial pasa en las personas que piden a Jesús derrame en sus corazones la Promesa del Padre. Muchos señalan este momento como definitivo en su conversión al Señor. Otros lo describen como la puerta que les ha abierto un mundo nuevo en su vida espiritual y todos hablan de un encuentro con Jesús vivo. No se pueden cerrar los ojos ante la realidad de miles de católicos que no han tenido necesidad de salir de su Iglesia para vivir esta experiencia.

Ciertamente, ya están apareciendo algunos frutos de esta semilla que tiene por sí misma la capacidad de darlo abundantemente. Quienes han recibido esta Renovación de su iniciación cristiana comienzan a tener una nueva visión de las cosas de Dios y de su Iglesia, una fuerza poderosa para testificar a Jesús en todas las circunstancias de su vida, un profundo sentido comunitario y responsabilidad por cada uno de los miembros de la misma, en fin, una apertura a toda la gama de los dones y frutos del Espíritu Santo.

Por eso, pues, la experiencia que esta Renovación Carismática está ofreciendo a toda la Iglesia es incalculable, pues proviene de la misma fecundidad del Padre, de la fidelidad del Hijo y del poder y amor del Espíritu Santo a través de los instrumentos humanos que Él quiere usar. La cizaña que pueda haber sido plantada por un enemigo no debe hacer caer en la tentación de querer segar antes del tiempo oportuno, ya que se pueden cortar también las espigas. Que crezca y se desarrolle; por los frutos, cada vez más abundante, se verá que es la misma obra de Dios que está ofreciendo una nueva etapa de evangelización al mundo de hoy, como era proclamado proféticamente la mañana del lunes de Pentecostés de 1975 por Ralph Martin en la misma Basílica de San Pedro.

Ciertamente, esta experiencia de la Renovación Carismática, volviendo a las fuentes de la evangelización primitiva, y basada más que nada en el poder intrínseco de la Palabra y la fuerza del testimonio, animados ambos por el amor del Espíritu Santo, están renovando la Iglesia, construyendo el Cuerpo de Cristo, para la gloria del Padre.

REFLEXION POR GRUPOS

El día de la Efusión del Espíritu no es necesario. ¿Es necesaria otra Efusión del Espíritu Santo?

CUESTIONARIO 8

Se deberá contestar ocho días después de la Efusión del Espíritu.

1. ¿Cuál es la señal de que recibiste el Espíritu Santo? Si No —Lo que sentiste exteriormente

—Hablar en lenguas

—La fe en que Jesús cumplió su promesa

—El cambio de vida que experimentas

2. Con la Efusión del Espíritu

—Llegaste al culmen de la vida cristiana —Ya eres santo y perfecto —Apenas estas comenzando a caminar —Ha sido como un nuevo nacimiento

3. ¿Que es el Reino de Dios? Romanos 14,17.

4. Nuestro Cuerpo es…………………………………………………….

……………………………………………………….1 Corintios 6,19.

5. ¿Qué dice San Pablo en Romanos 5,5?

6. ¿Cuál es la prueba de que somos hijos de Dios?: Gálatas 4,6: ……………………………………………………

7. ¿Cuál ha sido tu experiencia después de la Efusión del Espíritu Santo?………………………………………………………….

8. ¿Tienes alguna duda sobre lo que te pasó o esta pa- sando? ……………………………………………….

9. ¿Estás viviendo algún problema especial?

10. ¿Qué frutos o cambios ha habido en tu vida después de la Efusión del Espíritu?…………………………………………..

LIBROS PARA LEER: Hechos de los Apóstoles.

Jesús está vivo. Emiliano Tardif.

MEMORIZAR:

— El amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado: Romanos 5,5.

— La prueba de que somos hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: Abba: Papa: Gálatas 4,6.

— Los que son guiados por el Espíritu son hijos de Dios. Romanos 8,14.

Tema 9.- Llenos del Espíritu, sus frutos y carismas

Objetivo del tema:Mostrar que la Vida Nueva se manifiesta por sus frutos, los cuales hay que buscar y practicar.

Un árbol bueno, cuando crece, da frutos buenos. Si no, se le corta, se le echa fuera, y se le quema. Pero si da fruto, se le cuida, poda y abona para que dé más fruto.

Así como un manzano da manzanas y una higuera da higos, los que hemos recibido el Espíritu Santo debemos manifestar los frutos del Espíritu. Si en verdad el Espíritu Santo está en nuestros corazones se deben manifestar frutos de santidad en nuestras personas.

Dios, como sembrador, plantó ya su Buena Semilla (El Espíritu Santo) en una tierra que El mismo preparó (en nosotros). El la rego con Agua Viva y la abono con la Sangre preciosa de su Hijo. Ahora, naturalmente espera que de mucho fruto y un fruto que permanezca. Pero los frutos que El espera son los frutos de la semilla que El sembró; no de ninguna otra.

San Pablo nos dice claramente cuáles son los frutos del Espíritu:

El fruto del Espíritu es amor, alegría y paz; generosidad y comprensión de los demás; fidelidad y bondad; mansedumbre y dominio propio: Gal 5,22-23.

Por otro lado los frutos de las cizañas plantadas por el enemigo son:

Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, rencillas, divisiones, sectarismos, envidias, embriagueces, orgias y cosas semejantes: Gal 5,19-21.

El árbol se conoce por sus frutos. Si estamos llenos del Espíritu vivamos según el Espíritu y no según las tendencias de la carne y los criterios mundanos. Lo importante ahora para nuestra vida, no es el haber recibido una vez el Espíritu Santo, sino vivir de una vez para siempre todos los frutos del Espíritu. ¿En verdad se están manifestando estos nueve frutos del Espíritu? Cuando en la primitiva Iglesia se tuvo necesidad de siete servidores, los Doce Apóstoles dijeron a la comunidad de creyentes:

Busquen a siete varones llenos del Espíritu Santo…: Hech 6,3.

La comunidad rápidamente los encontró y les presento a los Apóstoles. Es que a estos siete hombres se les notaba tan claramente que estaban llenos del Espíritu Santo que fácilmente fueron identificados.

La gloria de Dios está en que demos mucho fruto. De una manera especial deben aparecer en nosotros los frutos que Dios reclama a su pueblo desde hace 28 siglos a través de su profeta Miqueas:

Se te ha declarado, oh hombre, lo que Dios te pide: —Practica la justicia —Ama misericordiosamente —Camina humildemente con tu Dios: Miq 6,8.

— Practica la justicia: Otro fruto del Espíritu es el vivir la justicia en todas nuestras relaciones económicas y sociales. La fuerza del Espíritu Santo debe llegar a invadir el campo social y comunitario de nuestra vida. Implantar la justicia de Dios en este mundo, en el ambiente y estructura donde nos encontramos, es tarea de todo hombre lleno del Espíritu. No se trata de que seamos justos nada más en el fondo del corazón sino que practiquemos y sembremos la justicia efectivamente.

— Ama misericordiosamente: Sobre todo en este fruto se conoce a los discípulos de Jesús: Jn 13,34.

Ámense los unos a los otros como Yo los he amado: Jn 15,13.

Antes no éramos capaces de amar como Cristo, pero ahora si podemos, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado: Rom 5,5.

— Camina humildemente con tu Dios: La presencia del Espíritu Santo en nuestra vida nos va haciendo más y más conscientes de nuestra debilidad y que sin El nada es posible. No somos sino siervos y nunca mejores o superiores a los demás.

San Pablo, por su parte, llega al terreno práctico y nos muestra tres formulas para vivir la vida del Espíritu:

A. —No extingan el Espíritu: leer 1 Tes 5,19.

B. —No entristezcan al Espíritu: leer Ef. 4,30.

C. —Permanezcan llenos del Espíritu: leer Ef. 5,18.

Nuestros primeros hermanos en la fe vivían de manera extraordinaria todo este programa porque se podían ayudar los unos, a los otros. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos da testimonio de ello. Sobre todo en Hech: 2,42, se nos dice cómo le hacían:

Perseveraban en la comunidad

En la Enseñanza de los Apóstoles La Fracción del pan

Las Oraciones.

a. —La Enseñanza de los Apóstoles

Esta enseñanza, como la de Jesús, era para vivir la fe las veinticuatro horas del día. No era tanto una doctrina teórica, sino ante todo la forma como un creyente se debía conducir en el mundo. Enseñanza basada en la Palabra del Señor. Todo recién nacido debe alimentarse de la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura. La Biblia no es un libro que hable de Dios, sino Dios mismo hablándonos. La Biblia no es un libro, es una Persona, la Persona misma de Dios que se revela y entrega a los hombres. Enseñanza también del misterio de Dios y de su obra salvífica en la historia.

b. —Las Oraciones

Una de las primeras palabras que se le ensena a decir a un niño es «papa». Un recién nacido en el Espíritu debe igualmente aprender a decir «Papa» a Dios. Sin esta continua relación filial con El, el Espíritu se irá apagando y terminara por extinguirse. La oración personal es absolutamente necesaria para continuaren el camino del Señor. Sin ella se va enfriando el amor a Dios, no se adquiere nunca su sabiduría y se debilita su poder en nosotros. La oración comunitaria o litúrgica es igualmente indispensable. En ella se manifiesta la unión del pueblo de los redimidos, que, juntos, con Cristo a la cabeza, dan todo honor y toda gloria al Padre de los cielos. La oración personal debe promover en nosotros el gusto y el interés por la oración comunitaria y litúrgica, mientras que esta a su vez, debe hacer crecer las ansias de un contacto más íntimo y personal con el Señor.

c. —La Fracción del Pan

La Eucaristía es la fuente y el culmen de la evangelización. Los cristianos, ya marcados con el sello del Bautismo y la Confirmación encuentran su inserción plena en el Cuerpo de Cristo al recibir la Eucaristía. La Asamblea Eucarística es el centro de la comunidad cristiana. Presb. Ord. 5. EI Bautismo es la fuente de la vida cristiana, la Confirmación su fuerza y la Eucaristía su culmen. Por eso, toda iniciación cristiana o renovación de esta iniciación debe culminar con la celebración del Misterio de la Eucaristía, en una vivencia continuada de la unión con Cristo, dentro del amor de la comunidad cristiana. La celebración de la Cena del Señor debe ser realmente una manifestación gloriosa de la muerte y resurrección del Señor, y una demostración eficaz de lo que anuncia y proclama. Por eso, debe tener las siguientes características:

Kerygmatica:Verdadero anuncio de la muerte libradora de Jesús y proclamación efectiva de que está vivo en medio de su comunidad cristiana.

Karismática:Donde se transparente con evidencia el carisma por excelencia, que es el amor, y se manifieste el poder de Dios que actúa entre los suyos a través de los dones espirituales.

Koinonia:Donde se participe no solo del Cuerpo del Señor, sino también de todo lo que se es y de lo que se tiene, como ya lo proclamaba San Ireneo a finales del siglo segundo. El Espíritu Santo, cuando viene a nosotros, no llega solo, sino que viene con todos sus frutos. Estos frutos son el signo evidente de su presencia, y acción entre nosotros. Pero, aún más, viene con el rico cortejo de sus carismas para construir la comunidad cristiana. Estos carismas, son dones gratuitos de Dios, que reparte a quien quiere, para bien de todos. Por tanto, son más necesarios de lo que nos pudiéramos imaginar. A través de ellos tenemos la oportunidad de ser canales del amor y el poder del Espíritu, para bendecir a nuestros hermanos más necesitados.

Existe un sin número de carismas que’ todos tenemos. Pero Dios ha querido regalar también carismas especiales que tienen un fin evangelizador, manifestando la presencia poderosa de Dios en medio de nosotros. Quien duda de los carismas de lenguas, profecías y curación no duda del poder de Dios, sino del amor de Dios. Estos carismas son para hoy y no sólo para el principio de la vida de la Iglesia, porque la Iglesia hoy sigue naciendo y extendiéndose en el mundo. Tal vez nunca han sido tan necesarios como hoy día. Y ¿quiénes somos nosotros para decirle a Dios: no quiero este o aquel carisma?

Dios quiere construir su pueblo a través de los carismas que edifican la comunidad. Quien se cierra a los dones del Espíritu ya se está cerrando al Espíritu de los dones y renunciando a ser instrumento del Señor para bendici6n de la comunidad.

A través de los carismas, experimentamos tanto el amor como el poder de Dios. Gracias a ellos testificamos que lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. Ellos nos capacitan para lo que nosotros antes no podíamos hacer con nuestras solas fuerzas.

Por el uso de los carismas, nos convertimos en cooperadores en la construcción de la Iglesia de Jesús. Por eso no es lícito menospreciarlos ni reducirlos a unos cuantos. Quien niega cualquiera de los carismas no lo hace porque dude del poder de Dios. En realidad duda de su amor.

José H. Prado Flores

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