Valentín Sánchez y Ana Gómez, matrimonio misionero: «Sentimos la llamada de Dios para ser testigos de su amor en el mundo y Él nos ha salvado de asaltos, cuchilladas, de todo»

* «Nuestro sueldo no es dinero. Implica un montón de cosas que dan sentido a la vida, lo vives con alegría, con paz y no te da miedo de nada. En Perú había terremotos, pero en Paraguay había cosas peores. En realidad, cuando Dios está con uno no hay miedo, no hay problemas. Esto nos da sentido a la vida, da sentido a todo. No se puede comparar un trabajo con esto, humanamente es otra dimensión. En el primer viaje, no podíamos ni comunicarnos con nuestras familias durante tres años. No es como ahora, pero la experiencia es excepcional. Algo así se ha de hacer por vocación. Es distinto. Hemos convivido con misioneros muy serviciales, pero obligados, y cuando es vocación, no cuesta»

Camino Católico.-  Valentín Sánchez Moreta y Ana Gómez Fernández forman un matrimonio casado desde hace 48 años, tienen 7 hijos y 11 nietos, y han estado 10 años como misioneros entre Paraguay (1978-1980) y Perú (2014-2020). Un camino que ni muchos menos ha sido de rosas, pero en el que siempre se han sentido acompañados por Dios para vencer cualquier tipo de adversidad. Y por situación adversa se entiende el límite de estar a punto de morir a punta de cuchillo o esconder a tus hijos bajo la falda por la presencia de helicópteros sobrevolando la ciudad tal y como cuentan a María Pedrosa García de Tribuna Salamanca.

«Somos misioneros porque sentimos la llamada de Dios para ser sus testigos en los confines del mundo. Testigos de su amor, de cómo nos amó, de la experiencia de Jesucristo en nuestra vida y de hacer partícipes a los demás de esta experiencia, de que Dios no se olvida de sus hijos, que siempre está con nosotros. Donde nos han enviado ha sido a estas dos naciones y en ellas, además de anunciar a Jesucristo, he sido profesora. He enseñado y transmitido los conocimientos humanos que son muy importantes en estas naciones, pobre materiales y pobres de espirítu«, comienza hablando Ana.

Seguidamente, Valentín recuerda que no solo han sido misioneros en Sudamérica, sino que también han estado evangelizando en la sierra salmantina, en la zona de Cepeda y Mogarraz: «No hemos descansado. El ser misionero es para toda la vida y aunque hayamos vuelto, somos misioneros. Nuestra función es anunciar a uno que ha muerto y ha resucitado. Un Cristo que vive en nuestra familia cuando aceptamos al prójimo como es, ahí entra la resurrección. En estos tiempos, sin Dios se pasa mal. Vivir en un desierto como en hemos estado nosotros con el Covid… pues no era fácil (se emociona) y Dios siempre te ayuda«.

Ana Gómez Fernández

¿Cómo se es misionero con siete hijos? «Hemos esperado a que todos se independizaran. Unos con su trabajo, otros ya están casados… Todos eran independientes y nos fuimos a Perú. En la primera etapa (Paraguay), fuimos con dos de nuestros hijos y el tercero nació allí, pero nos tuvimos que volver porque estaban todas las dictaduras; Pinochet, Stroessner, Videla… No es agradable ver a tus hijos escondidos en tus faldas porque tienes helicópteros y ametralladoras apuntándote. Así que volvimos. Y cuando tuvieron sus vidas nos volvimos. Fue impresionante ver a todos con los nietos emocionándose y llorando», explica Ana.

¿Cómo vive un misionero? Ana continúa: «Nosotros nos alojábamos en casas parroquiales y comíamos lo mismo que ellos. Hasta que te adaptas cuesta un poco. Por ejemplo, en Perú se come mucho arroz, como aquí el pan, allí se come el arroz. Te cuesta, pero se pasa. La compensación es la calma, la paz, la tranquilidad, la alegría, la presencia de Dios que te acompaña y te salva de todo… la experiencia es que cuando no ha sido nuestra hora Dios nos ha salvado de asaltos, cuchilladas… de todo. Estar con ellos, no es tanto hablar, sino estar. Hay mucha gente sola en el mundo y escuchar a las personas es muy importante». 

Valentín Sánchez Moreta

Valentín, por su parte, hace hincapié en su remuneración vital, no económica: «Nuestro sueldo no es dinero. Implica un montón de cosas que dan sentido a la vida, lo vives con alegría, con paz y no te da miedo de nada. En Perú había terremotos, pero en Paraguay había cosas peores. En realidad, cuando Dios está con uno no hay miedo, no hay problemas. Esto nos da sentido a la vida, da sentido a todo. No se puede comparar un trabajo con esto, humanamente es otra dimensión. En el primer viaje, no podíamos ni comunicarnos con nuestras familias durante tres años. No es como ahora, pero la experiencia es excepcional. Algo así se ha de hacer por vocación. Es distinto. Hemos convivido con misioneros muy serviciales, pero obligados, y cuando es vocación, no cuesta».

¿Cómo se vive el reencuentro con la familia? «Es un plus. Cuando sientes el avión subiendo, es una sensación… en mi caso, distinta. Te sientes diferente. No piensas nunca en el mañana y piensas en el momento. Hemos ayudado más a nuestros hijos allí que cuando estamos aquí. Tomas otra dimensión. No me preocupa el mañana con tal de que tenga que comer hoy. Además, allí son muy agradecidos, en la pobreza se acepta todo», finaliza.


Para entrar en el catálogo y en la tienda pincha en la imagen

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad