Vanessa vivió 15 años en la calle como toxicómana, fue a un retiro cristiano, clamó a Dios ante un incendio y le respondió: «Dije: ‘El Señor existe, concede lo que le pides’»

* «Ese día llegué a un acuerdo con el Señor. “Le dije: ‘Si, creo. Sí, me he hecho católica’. Nuestro Padre es Padre de todos: es una inspiración espiritual, del corazón, es el Dios hecho Hombre que viene constantemente a protegernos. Y es cierto que allí, de repente, una figura paterna me protegió. Y ahí, estaba totalmente en la aceptación de que un hombre me protege, algo que nunca podría haber aceptado antes. Sigo teniendo problemas y ahora se los entrego al Señor. Le digo: ‘Sola no puedo. Necesito que me ayudes. Vamos a hacer esto mano a mano’. Y luego veo el resultado: de repente, un apaciguamiento en mi interior, un bienestar… ¡y al final otra vez un enfado, y digo que no lo conseguiremos! Pero lo conseguimos, encontramos una solución. Sinceramente, creo que no estamos solos. El Cielo nos ayuda, esto es una certeza. No pienso dar marcha atrás: el Señor existe y está ahí, no hay duda»

Camino Católico.- Vanessa creció en Nanterre, una ciudad en torno a los cien mil habitantes a pocos kilómetros de París, así que se define como una chica “de ciudad”. Vivió una infancia muy dura, con un padre alcohólico, drogadicto, violento y maltratador: “Yo misma, cuando crecí, pasé quince años en la calle con una politoxicomanía y un alcoholismo severos”, cuenta a Découvrir Dieu. Encuentra a un hombre que le ofrece un trabajo y es él quien la lleva a desear «renacer». Sensible a su situación, le propone ir a un retiro católico donde experimenta a Dios misericordioso. Esta es su historia contada por ella misma:

«El Cielo nos ayuda, esto es una certeza. El Señor existe y está ahí»

Mi nombre es Vanessa. Crecí en Nanterre. Tuve un padre extremadamente abusivo, alcohólico, drogadicto, violento… Yo misma, cuando crecí, pasé quince años en la calle con una politoxicomanía y un alcoholismo severos.

Y luego, en algún momento, conseguí un trabajo. El patrón me hizo trabajar en el campo y  eso me dio ganas de ‘renacer’. Trabajé durante mucho tiempo y estaba muy, muy fatitagada. Y entonces este hombre bueno y católico, al verme fatigada me dijo: “Necesitas unas vacaciones. Tómate una semana de descanso”. Y así, me recomendó un lugar donde se hacían retiros religiosos y me dijo: “Sé que quizá no sea el sitio al que más desearías ir, pero, sinceramente, creo que te podría interesar”. Como soy muy curiosa, y además estaba muy cansada, acepté sin dudarlo. Se trataba del encuentro anual que organiza la Comunidad del Emmanuel en Paray-le-Monial, donde se encuentra el santuario de las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque (1647-1690).

Me metieron en un coche. Así que fui a ese lugar. No sabía dónde estaba. Había más de cinco mil personas. Aquello parecía un Woodstock para cristianos. ‘Pero esto ¿qué es?’, me pregunté. Pero, bueno, ya estaba allí, y la verdad es que me sentía contenta, sin saber muy bien por qué. Al día siguiente de nuestra llegada, recibo una llamada desde la granja y me explican que se había declarado un incendio que se ha extendido por la colina con más de diez kilómetros de fuego y los animales (burros y cerdos) habían escapado y se encontraban en la zona rodeada por las llamas y no podían recuperarlos. Los bomberos no conseguían dominar el fuego que avanza y, de momento, los animales, todavía no los habían recuperado porque no habían salido del fuego.

No sabía qué hacer, así que corrí hacia la iglesia y me tiré al suelo rezando. Como me habían iniciado en la oración y me hablaban mucho de religión, dije: ‘¡Estás ahí para eso, haz algo!’ Luego avisé a todas las personas de mi pasillo pidiéndoles que hiciéramos una cadena de oración, porque me habían dicho que las cadenas de oración eran muy importantes: ‘¡Vamos, hagámoslo! ¡Los animales tienen que sobrevivir!’, les animé.

Con el paso de las horas, me llaman y me dan información sobre el progreso del fuego. Y al cabo de seis horas volvieron a telefonearme y me dijeron: “¡Hemos perdido la tierra! No hemos recuperado aún el cerdo, pero los burros se han salvado”.

Dos días después, los bomberos dejan que mi jefe regrese a las tierras, con el fuego extinguido. Y desde allí me dijo: ‘¡Tienes que seguir ahí, sigue rezando porque ha habido un milagro!’ Y es cierto que una vez que llegué allí, vi que todos los campos a mi alrededor estaban calcinados, perdimos hectáreas y hectáreas de bosque y hay un campo en el medio, con la puerta que permitía la salida de los burros, salvándoles la vida y ¡había quedado totalmente verde e intacta!

Y me acordé que lo único que había gritado en la iglesia era: ‘¡Deja que vivan los animales! ¡Toma todo lo demás, pero deja vivos los animales!’ Y es que había sido mi único deseo. A partir de ese momento, me dije: ‘El Señor existe. El Señor concede lo que le pides’. Y quise hablar con Él, y abrí la Biblia pensando: ‘¡Habla conmigo! Acabo de comprender que estás ahí, acabo de comprender que existes. Ahora tenemos que seguir comunicándonos  Abrí la biblia al azar y el texto que me salió fue: “Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí… Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Jn 10, 25-38).

Ese día llegué a un acuerdo con el Señor. “Le dije: ‘Si, creo. Sí, me he hecho católica’. Nuestro Padre es Padre de todos: es una inspiración espiritual, del corazón, es el Dios hecho Hombre que viene constantemente a protegernos. Y es cierto que allí, de repente, una figura paterna me protegió. Y ahí, estaba totalmente en la aceptación de que un hombre me protege, algo que nunca podría haber aceptado antes.

Sigo teniendo problemas y ahora se los entrego al Señor. Le digo: ‘Sola no puedo. Necesito que me ayudes. Vamos a hacer esto mano a mano’. Y luego veo el resultado: de repente, un apaciguamiento en mi interior, un bienestar… ¡y al final otra vez un enfado, y digo que no lo conseguiremos! Pero lo conseguimos, encontramos una solución. Sinceramente, creo que no estamos solos. El Cielo nos ayuda, esto es una certeza. No pienso dar marcha atrás: el Señor existe y está ahí, no hay duda.

Vanessa

El vídeo del testimonio de Vanessa en francés


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