Vitalize Ubokwe, víctima del ataque bomba en la iglesia de Madalla, Nigeria: «Seguiré viniendo a Misa aunque me cueste la vida»

«A pesar de la masacre no tengo miedo.Soy católico y lo seguiré siendo, no importa en la situación que esté. No importa lo que pase. Sigo teniendo la misma fe que antes»

9 de julio de 2016.-(Raquel Martín / Alfa y Omega  / Camino CatólicoMe llamo Vitalize Ubokwe, soy víctima del ataque bomba a la iglesia de Santa Teresa, en Madalla (Nigeria). El día de Navidad, los terroristas de Boko Haram perpetraron el atentado más sangriento contra una iglesia cristiana en mi país. Murieron 44 personas. Todo mi cuerpo resultó afectado. A pesar de la masacre no tengo miedo y no he dejado de asistir a Misa todos los domingos”.

En algunos países del mundo, ir a la iglesia un domingo o el día de Navidad puede suponer perder la vida. Es lo que les sucedió a muchos parroquianos de Santa Teresa de Madalla, en Nigeria. El 25 de diciembre de 2011 un coche bomba explotó en la parroquia y provocó la muerte de 44 personas y más de un centenar de heridos.

Madalla es una pequeña localidad situada a 60 kilómetros de la capital nigeriana, Abuja. La iglesia es un hervidero de fe. Cada domingo acuden a Misa cerca de 3.500 fieles, excluyendo a los menores de edad. Uno de esos parroquianos es el protagonista de esta semana. Vitalize Ubokwe es fiel a la Misa dominical, fiel a su comunidad y fiel a Jesucristo, por quien casi dio la vida aquel 25 de diciembre.

– ¿Qué pasó aquel día en la iglesia de Santa Teresa?

– Era muy pronto, las ocho de la mañana. Habíamos celebrado la tradicional Misa de Navidad. Muchos feligreses ya habíamos salido del templo y estábamos en la puerta hablando. De repente se produjo una gran explosión. Fue un coche bomba. La intención de los terroristas era hacer explotar el coche en el interior de la iglesia.

– ¿Cómo le afectó a usted el atentado?

– Yo estaba allí, en la puerta. La explosión afectó a todo mi cuerpo. La metralla alcanzó mi hombro. Todo mi sistema nervioso resultó dañado. No puedo mover la mayor parte de mis dedos, están casi doblados. Muchos órganos de mi cuerpo están dañados, tengo la vista afectada y fuertes dolores en los ojos. No puedo andar bien, necesito un bastón para desplazarme.

– ¿Qué recuerda de aquel día?

– Fue un infierno. La iglesia estaba en llamas, destrozada. El tejado saltó por los aires. Conozco mujeres que en el atentado perdieron a su familia, a su marido, a sus hijos…

– ¿Ha vuelto a la Iglesia, aun sabiendo que se juega la vida?

– Soy católico y lo seguiré siendo, no importa en la situación que esté. No importa lo que pase. Sigo teniendo la misma fe que antes y sigo viniendo a la iglesia todos los domingos. Y seguiré viniendo.

En Nigeria han sido asesinados 11.500 cristianos, 13.000 iglesias han sido destruidas o cerradas, y hay más de un millón de desplazados en los últimos 15 años por la violencia ejercida por los yihadistas radicales de Boko Haram. Sin embargo, las metrallas parecen robustecer la fe de estos cristianos. Una fe a prueba de bombas.

Raquel Martín
Responsable de Comunicación de Ayuda a la Iglesia Necesitada

 

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