Vladimir Beregi estaba en los cuerpos especiales de Policía y Dios no le interesaba… hasta que Él le sorprendió y en una experiencia mística le llevó a ser sacerdote

«De repente una voz me pilló por sorpresa preguntando: ´Vladko, ¿por qué lloras?´ Me giré, pensando que alguien me espiaba en el templo. Pero allí no había nadie. Noté que algo cambiaba en mi interior. La voz me habló de nuevo: ´Levántate y anda, tengo un camino completamente distinto para ti´, dijo. Y esa frase atravesó tanto mi corazón que en un momento quedó completamente llena por ella. ¡Era como tener un fuego ardiendo dentro!»

13 de julio de 2013.- (P. J. Ginés / Religión en Libertad  / Camino Católico)   En 1994, el joven Vladko (Vladimir) Beregi tenía solo 22 años pero se consideraba en lo más alto, «en la cima del mundo», según sus palabras. Creía ser un tipo duro y buscaba emociones: trabajaba en los Cuerpos Especiales de la Policía eslovaca(donde esas emociones abundaban) y por la noche salía con los amigos de fiesta. «La vida era como un juego para mí, y siempre quería ganar», recuerda. No necesitaba nada, su vida no era sosa ni aburrida, se sentía fuerte e intocable, «un genio». Hoy piensa que simplemente era un chico orgulloso y tozudo, con trabajo intenso y emocionante y buen sueldo, pero en esa época creía ser mucho más. 

Oración sin convicción

«No sabía nada de Dios. Dios no me interesaba para nada. Lo consideraba una pérdida de tiempo»,recuerda. Él era un tipo de acción y nunca había terminado de leer un libro. Como agente de las fuerzas especiales, la mitad de su trabajo consistía en la sorpresa: ¡sorprender al malhechor para que no pudiese ni reaccionar! Esa fue la estrategia que Dios usó con él, admite: ¡le cayó encima de improviso! 

Eso no significa que Vladko no le invitase, pero lo hizo sin convicción alguna. Un amigo le invitó a un encuentro de jóvenes cristianos, en el que invitaban «a quien quiera sentir a Dios en su vida» a acercarse al estrado y pedir que otros cristianos rezasen por los interesados imponiéndoles las manos. Él decidió avanzar hacia el estrado para demostrar a sus amigos que nada le asustaba y que se sentía libre para hacer cualquier cosa. 

«Me pareció algo extraño, porque nunca nadie había rezado por mí. Me pidieron repetir estas palabras que recuerdo con exactitud:´Jesús, si estás vivo, déjame conocerte´. No creí que pasara nada». Y, de hecho, en ese momento, rezando esa oración sin ninguna convicción -la primera oración de su vida- nada pasó. Sucedió unos días más adelante y cambió su vida para siempre. 

Una presencia que empuja

Era el 6 de enero de 1994, Día de Reyes, ya de noche (a las 19.30h) y Vladko paseaba junto a la catedral de Santa Isabel en Kosice. «De repente, sentí la presencia de alguien que me paraba. No podía entenderlo, no tenía sentido. Pero algo estaba claro: esa presencia me empujaba a la iglesia, que estaba abierta«. Entró, y «no sé como, de repente estuve allí, de rodillas. Supe que algo me estaba pasando, pero no podía explicarlo. Las lágrimas empezaron a fluir de mis ojos, y yo estaba sorprendido de mí mismo y no entendía lo que significaba toda esa presencia misteriosa».

«Me rodeaba el silencio. Derepente una voz me pilló por sorpresa preguntando: ´Vladko, ¿por qué lloras?´ Me giré, pensando que alguien me espiaba en el templo. Pero allí no había nadie. Noté que algo cambiaba en mi interior. La voz me habló de nuevo: ´Levántate y anda, tengo un camino completamente distinto para ti´, dijo. Y esa frase atravesó tanto mi corazón que en un momento quedó completamente llena por ella. ¡Era como tener un fuego ardiendo dentro!«

Salió a la calle, pensando en lo que sentía, pero enseguida se paró y se dio cuenta de algo. Nadie le había predicado, no había leído nada, no sabía nada de Dios… excepto que «lo sentía a Él, allí, conmigo. En ese momento admití que Jesús era mi Señor y mi Salvador. Lo percibía como un amigo, uno capaz de pillarme por sorpresa y darme una nueva libertad. Mi corazón estaba lleno de gozo, y mi interior rebosaba de una paz inusual».

Devorar la Biblia en un mes

Él, que nunca había acabado de leer un libro, se compró una Biblia y empezó a leerla, devorando con ansia cada página, hambriento de la Palabra de Dios. Se la acabó en menos de un mes, una hazaña asombrosa para alguien que no era lector. 

«Cada día era nuevo para mí: rápidamente cambiaban mis actitudes, mi vocabulario, mis actividades… era un tiempo de descubrir a Dios, de que su presencia me sanase, de arrepentirme cuando me di cuenta de lo vacío y absurdo de mis actividades. Me di cuenta de que yo estaba pasando a ser más yo mismo. Ya no tenía que fingir ni tratar de impresionar a nadie. Y una y otra vez oía esas palabras: Tengo un camino distinto para ti«.

Ese camino se aclaró poco después, cuando conoció la Koinonía Juan Bautista, una comunidad católica internacional de estilo carismático. Se sintió atraído por ella, y dejó su trabajo de policía en verano de 1995 e ingresó en esta comunidad como consagrado. Años después, en 2007, fue ordenado sacerdote, y hoy es el padre Vladimir Beregi, responsable de la Koinonía en Sklene, en la diócesis eslovaca de Banska Bystrica, convencido de que fue Dios quien fue a buscarle a él.

Comentarios 0

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad