Oración de consagración al Espíritu Santo / Por P. Carlos García Malo
«Espíritu Santo, con humildad y con profunda piedad te invoco porque deseo ser más dócil a tus inspiraciones. Mírame celebrando tu fiesta, Pentecostés. En este día, me consagro a tu persona, Espíritu Santo. Toma mi cuerpo, mente y espíritu y hazlos sólo tuyos. Renueva y acrecienta con la caridad, la fe y la esperanza mi íntima amistad con Jesucristo, Señor y Vida mía»
Camino Católico.- Este domingo llega el momento culminante de la Pascua con la celebración de Pentecostés. Es el momento adecuado para consagrar personalmente nuestra vida al Espíritu Santo, que es el dulce huésped de nuestra alma y que nos revela la propia verdad para que podamos ser fieles a la voluntad de Dios en cada acto:
Espíritu Santo,
con humildad y con profunda piedad te invoco
porque deseo ser más dócil a tus inspiraciones.
Mírame celebrando tu fiesta, Pentecostés,
y alegrándome de lo que hiciste aquel día
en el corazón de los apóstoles
al llenarlos del fuego de tu Amor.
Cambiaste sus corazones temerosos y acobardados
en corazones impetuosos y alegres
que cantaban tus maravillas.
Por eso, en este día,
me consagro a tu persona, Espíritu Santo.
Toma mi cuerpo, mente y espíritu
y hazlos sólo tuyos.
Que tu unción se derrame sobre mí
con la misma fuerza que aquellas lenguas de fuego
y me abrase en tu amor
y en la certeza de que me quieres utilizar como apóstol de este siglo
para llevar tu Evangelio y esperanza allá por donde me mueva.
Renueva y acrecienta
con la caridad, la fe y la esperanza
mi íntima amistad con Jesucristo, Señor y Vida mía.
Y con tus sietes dones
hazme profundamente dócil a Ti
para que sea santo,
transformado con la mente y el corazón de Cristo,
dejando que Él ame en mi al Padre y a mis hermanos.
Y dé así tus preciosos frutos para gloria de Dios y bien de la Iglesia.
Concédeme también,
Don en tus dones espléndido,
los carismas que necesito para servir con humildad y ardor
a la misión que la Santísima Trinidad me quiera encomendar.
Recibe esta consagración como una ofrenda personal
dándote permiso para que obres todo en mi según tu voluntad.
A ti, dulce huésped del alma,
me abandono y confío mi vida hoy y siempre.
Amén
P. Carlos García Malo