Papa Francisco / En la Audiencia General 14-3-18: «El “Padre nuestro” es la mejor oración para prepararnos para recibir a Jesús en la Comunión»

* «No se puede compartir el mismo pan que nos hace un solo cuerpo en Cristo, sin reconocerse pacificados  por el amor fraterno. La paz de Cristo no puede echar raíces en un corazón incapaz de vivir la fraternidad y de recomponerla después de haberla herido. La paz la da el Señor: Él nos da la gracia de perdonar a los que nos han ofendido»

Video completo de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

* «En el «Padre Nuestro», diciéndole al Señor: «Danos hoy nuestro pan de cada día», pedimos no solo el alimento para el cuerpo, sino también el don del Pan Eucarístico, alimento del alma. Sabemos que aquel que ha cometido un pecado grave no debería acercarse a la Sagrada Comunión sin haber obtenido antes la absolución en el sacramento de la Reconciliación. Que la Cuaresma sea una oportunidad para acercarse a este último, confesarse bien y encontrarse con Cristo en la Santa Comunión. El encuentro con Él otorga sentido a nuestra vida»

14 de marzo de 2018.- (13 TV Vatican News / Camino Católico“El ‘Padre nuestro’ es la oración por excelencia de los hijos de Dios”, ha indicado el Papa Francisco: “Es la mejor manera de prepararnos para recibir a Jesús en la Comunión”. El Santo Padre ha celebrado la Audiencia General en la plaza de San Pedro, bajo un espléndido sol romano, al día siguiente de su 5º aniversario de pontificado, 14 de marzo de 2018. En la plaza miles de peregrinos lo han recibido, provenientes de diferentes países de América, Europa, África y Asia.

El Papa hoy ha hablado del rito de la Comunión en la Misa, y en concreto, de la oración del “Padre nuestro”. Francisco ha destacado que con esta oración al Señor, le pedimos el “pan nuestro de cada día”, con una referencia particular al “Pan eucarístico que necesitamos para vivir como hijos de Dios”, e imploramos a Dios que “perdone nuestras ofensas, y nos comprometemos al mismo tiempo a perdonar a los que nos han ofendido”.

“Así, abriéndonos al perdón de Dios nos disponemos a vivir el amor fraterno”–ha señalado el Papa–.“Y por último le pedimos que nos libre del mal, que nos separa de Él y nos aleja de nuestros hermanos”.

Con el rito de la paz se expresa la unión y el amor mutuo antes de acercarnos al Sacramento, ha aclarado el Santo Padre.  La fracción del pan, que tiene lugar después del rezo del “Padre nuestro”, es “el gesto que Jesús realizó en la Última Cena y que permitió a los discípulos reconocerlo después de la Resurrección, como en Emaús”, ha explicado Su Santidad. La fracción del Pan está acompañada por la invocación del “Cordero de Dios”, que es la imagen bíblica usada por Juan el Bautista para identificar a Jesús como “Aquél que quita el pecado del mundo”. En el vídeo superior se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuamos la catequesis sobre la santa misa. En la Última Cena, después de que Jesús tomó el pan y el cáliz de vino, y dio gracias a Dios, sabemos que «partió el pan». A esta acción corresponde, en la Liturgia eucarística de la misa, la fracción del Pan, precedida por la oración que el Señor nos ha enseñado, o sea, el “Padre nuestro”.

Y así comienzan los ritos de  Comunión, prolongando la alabanza y la súplica de la Plegaria Eucarística con el rezo comunitario del «Padre Nuestro». Esta no es una de las tantas oraciones cristianas, sino que es  la oración de los hijos de Dios: es la gran oración que nos ha enseñado Jesús. De hecho, dado  el día de nuestro bautismo, el «Padre Nuestro» hace que resuenen en nosotros los mismos sentimientos que hubo en Cristo Jesús. Cuando rezamos el “Padre nuestro” rezamos como rezaba Jesús. Es la oración que hacía Jesús y nos la enseñó a nosotros; cuando los discípulos le dijeron: “Maestro, enséñanos a rezar como rezas tú”. Y Jesús rezaba así.  Es muy bello rezar como Jesús. Formados en su divina enseñanza, nos atrevemos a recurrir a Dios llamándolo «Padre», porque hemos renacido como hijos suyos a través del agua y del Espíritu Santo (véase Ef. 1: 5). Nadie, en verdad, podría llamarlo familiarmente «Abbá» –Padre- sin haber sido generado por Dios, sin la inspiración del Espíritu, como enseña San Pablo (ver Rom 8:15).Tenemos que pensar: ninguno puede llamarlo “Padre” sin la inspiración del Espíritu. ¡Cuántas veces hay gente que dice “Padre nuestro”, pero no sabe lo que dice!. Porque sí, es el Padre, pero ¿tu sientes que cuándo dices “Padre”, Él es el Padre, tu Padre, el Padre de la humanidad, el Padre de Jesucristo? ¿Tú tienes una relación con este Padre?  Cuando rezamos el “Padre nuestro” nos unimos con el Padre que nos ama, pero es el Espíritu quien nos da esta unión, este sentimiento de ser hijos de Dios.

¿Qué mejor oración que la enseñada por Jesús puede disponernos a la Comunión sacramental con él? El «Padre Nuestro» se reza,  además de en la misa, por la mañana y por la noche en laudes y vísperas; de esta manera, la actitud filial hacia Dios y de  fraternidad con el prójimo contribuyen a dar una forma cristiana a nuestros días.

En la Oración del Señor  – en el “Padre nuestro”- pedimos «el pan de cada día», en el que vemos una referencia específica al Pan eucarístico, que necesitamos para vivir como hijos de Dios. Imploramos también «el perdón de nuestras ofensas», y para que seamos dignos de recibir el perdón nos comprometemos a perdonar a quienes nos han ofendido. Y esto no es fácil. Perdonar a las personas que nos han ofendido no es fácil; es una gracia que debemos pedir: “Señor, enséñame a perdonar como tú me has perdonado”. Es una gracia, Con nuestras fuerzas no podemos: perdonar es una gracia del Espíritu Santo. Por lo tanto, mientras abre nuestros corazones a Dios, el «Padre Nuestro» también nos dispone al amor fraterno. Finalmente, pedimos nuevamente a Dios que nos «libre del mal» que nos separa de él y nos divide de nuestros hermanos. Entendemos bien que estas son peticiones muy adecuadas para prepararnos para la Sagrada Comunión (ver Instrucción General del Misal Romano, 81).

De hecho, lo que pedimos en el «Padre Nuestro» se prolonga con la oración del sacerdote que, en nombre de todos, suplica: «Líbranos, Señor, de todos los males, concede la paz en nuestros días». Y después recibe una especie de sello en el rito de la paz: En primer lugar, se invoca de Cristo que el don de su paz (cf. Jn 14,27) – tan diferente de la paz del mundo – haga que la Iglesia crezca en la unidad y la paz según su voluntad; luego, con el gesto concreto intercambiado entre nosotros, expresamos «la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental.» (IGMR, 82). En el rito romano, el intercambio del signo de la paz, colocado desde la antigüedad antes de la comunión, se ordena a la comunión eucarística. De acuerdo con la advertencia de San Pablo, no se puede compartir el mismo pan que nos hace un solo cuerpo en Cristo, sin reconocerse pacificados  por el amor fraterno (cf. 1 Cor 10,16-17; 11,29). La paz de Cristo no puede echar raíces en un corazón incapaz de vivir la fraternidad y de recomponerla después de haberla herido. La paz la da el Señor: Él nos da la gracia de perdonar a los que nos han ofendido.

El gesto de la paz es seguido por la fracción del Pan, que desde los tiempos apostólicos dio su nombre a toda la celebración de la Eucaristía (cf. IGMR, 83; Catecismo de la Iglesia Católica, 1329). Hecho por Jesús durante la Última Cena, partir el pan es el gesto revelador que hizo que los discípulos lo reconocieran después de su resurrección. Recordemos a los discípulos de Emaús, quienes, hablando del encuentro con el Resucitado, relatan «cómo lo reconocieron al partir el pan» (cf. Lc 24,30-31,35).

La fracción del Pan eucarístico va acompañada de la invocación del «Cordero de Dios», figura con la que Juan Bautista indicó en Jesús «al que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29). La imagen bíblica del cordero habla de redención (véase Ex 12: 1-14, Is 53: 7, 1 Pt. 1:19, Ap 7:14). En el pan eucarístico, partido por la vida del mundo, la asamblea orante reconoce al verdadero Cordero de Dios, que es Cristo Redentor, y le ruega: «Ten piedad de nosotros … danos la paz».

«Ten piedad de nosotros», «danos  la paz» son invocaciones que, desde la oración del «Padre Nuestro» a la fracción del pan, nos ayudan  a prepararnos para participar en el banquete eucarístico, fuente de comunión con Dios y con los hermanos.

No olvidemos la gran oración: la que nos ha enseñado Jesús y que es la oración con que Él rezaba al Padre. Y esta oración nos prepara a la Comunión.

(Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:)

Queridos hermanos:

El rito de la Comunión en la Misa comienza con el rezo del “Padre nuestro”. Es la oración por excelencia de los hijos de Dios. Con ella nos dirigimos a Dios llamándolo “Padre”; esta es la mejor manera de prepararnos para recibir a Jesús en la Comunión. En ella pedimos el “pan nuestro de cada día”, con una referencia particular al Pan eucarístico que necesitamos para vivir como hijos de Dios. Imploramos también a Dios que perdone nuestras ofensas, y nos comprometemos al mismo tiempo a perdonar a los que nos han ofendido. Así, abriéndonos al perdón de Dios nos disponemos a vivir el amor fraterno. Y por último le pedimos que nos libre del mal, que nos separa de Él y nos aleja de nuestros hermanos.

Con el rito de la paz se expresa la unión y el amor mutuo antes de acercarnos al Sacramento. Después tiene lugar la fracción del Pan, que es el gesto que Jesús realizó en la Última Cena y que permitió a los discípulos reconocerlo después de la Resurrección, como en Emaús. La fracción del Pan está acompañada por la invocación del “Cordero de Dios”, que es la imagen bíblica usada por san Juan el Bautista para identificar a Jesús como Aquél que quita el pecado del mundo. En el Pan eucarístico reconocemos al verdadero Cordero de Dios, que es Cristo, y le suplicamos: “Ten piedad de nosotros…y danos la paz”.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina, en particular al grupo de la Fundación “Líderes Globales para el Fomento de los Gobiernos Locales”. En nuestro camino cuaresmal de preparación para la Pascua del Señor, pidamos a la Virgen María que no deje de mirarnos con amor para que, con la ayuda del Espíritu Santo, haga fecundos nuestros propósitos de una mayor entrega y generosidad en nuestra vida cristiana. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.

(El Papa ha dicho al final de la catequesis:)

En el «Padre Nuestro», diciéndole al Señor: «Danos hoy nuestro pan de cada día», pedimos no solo el alimento para el cuerpo, sino también el don del Pan Eucarístico, alimento del alma. Sabemos que aquel que ha cometido un pecado grave no debería acercarse a la Sagrada Comunión sin haber obtenido antes la absolución en el sacramento de la Reconciliación. Que la Cuaresma sea una oportunidad para acercarse a este último, confesarse bien y encontrarse con Cristo en la Santa Comunión. El encuentro con Él otorga sentido a nuestra vida. 

Un pensamiento especial para los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados. Queridos amigos, Cristo ha prometido permanecer siempre con nosotros y de muchas maneras manifiesta su presencia. A cada uno la tarea responsable y valiente de anunciar y atestiguar su amor que nos sostiene en cada ocasión de la vida. Por lo tanto, no os canséis de confiar en Cristo y de difundir su Evangelio en todas partes.

Francisco

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