Papa Francisco en la Audiencia, 20-5-2020: «La oración es la fuerza de la esperanza que manifiesta que la vida es una gracia digna de ser vivida, protegida y defendida»

*  «Los hombres y las mujeres que rezan saben que la esperanza es más fuerte que el desánimo. Creen que el amor es más fuerte que la muerte, y que sin duda un día triunfará , aunque en tiempos y formas que nosotros no conocemos. Los hombres y mujeres de oración llevan en sus rostros destellos de luz: porque incluso en los días más oscuros el sol no deja de iluminarlos. La oración te ilumina: te ilumina el alma, te ilumina el corazón y te ilumina el rostro. Incluso en los tiempos más oscuros, incluso en los tiempos de dolor más grande. Todos somos portadores de alegría. ¿Lo habíais pensado? ¿Qué eres un portador de alegría? ¿O prefieres llevar malas noticias, cosas que entristecen? Todos somos capaces de portar alegría. Esta vida es el regalo que Dios nos ha dado: y es demasiado corta para consumirla en la tristeza, en la amargura. Alabemos a Dios, contentos simplementede existir. Miremos el universo, miremos sus bellezas y miremos también nuestras cruces y digamos: «Pero, tú existes, tú nos hiciste así, para ti». Es necesario sentir esa inquietud del corazón que lleva a dar gracias y a alabar a Dios. Somos los hijos del gran Rey, del Creador, capaces de leer su firma en toda la creación; esa creación que hoy nosotros custodiamos, pero en esa creación está la firma de Dios que lo hizo por amor »

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican Newsde la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

* «La fiesta, ya cercana, de la Ascensión del Señor me brinda la ocasión para exhortar a todos a ser testigos generosos de Cristo Resucitado, sabiendo bien que Él está siempre con nosotros y nos sostiene a lo largo del camino. Dirijo un pensamiento especial a los ancianos, los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Jesucristo, al ascender al cielo, deja un mensaje y un programa para toda la Iglesia: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes… enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado” (Mateo 28, 19-20). Que vuestro ideal y vuestro compromiso sea dar a conocer la palabra de salvación de Cristo y dar testimonio de ella en la vida cotidiana »

20 de mayo de 2020.- (Camino Católico) También este miércoles el Papa Francisco ha celebrado su audiencia general en la Biblioteca privada del Palacio Apostólico junto a los prelados que han leido su catequesis en diversos idiomas. En esta ocasión, prosiguiendo con el ciclo dedicado a la oración el Santo padre se refirió al misterio de la creación. Esta catequesis se ha introducido con la lectura de algunos versículos del Salmo 8 (4-5.10) que reza: “Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me pregunto: ‘¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano […] para que lo tomes en cuenta?’. Oh Señor, Señor nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!”

“Todos somos portadores de alegría”. Y “los hombres y las mujeres que rezan saben que la esperanza es más fuerte que el desánimo. Creen que el amor es más poderoso que la muerte, y que seguramente un día triunfará, aunque los tiempos y las formas no lo conocemos”. Son algunos de los conceptos que el Santo Padre ha expresado esta mañana en su catequesis semanal subrayando que “cuando las tristezas y las amarguras de la vida tratan de sofocar nuestra gratitud y alabanza a Dios, la contemplación de las maravillas de su creación enciende, de nuevo, en el corazón el don de la oración, que es la fuerza principal de la esperanza. Y la esperanza es la que nos manifiesta que la vida, aún con sus pruebas y dificultades, está llena de una gracia que la hace digna de ser vivida, protegida y defendida”. En el vídeo superior de  Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuamos nuestra catequesis sobre la oración, meditando sobre el misterio de la Creación. La vida, el simple hecho de existir, abre el corazón del ser humano a la oración.

La primera página de la Biblia se parece a un gran himno de acción de gracias. El relato de la Creación está ritmado por ritornelos donde se reafirma continuamente la bondad y la belleza de todo lo que existe. Dios, con su palabra, llama a la vida, y todas las cosas entran en la existencia. Con la palabra, separa la luz de las tinieblas, alterna el día y la noche, intervala las estaciones, abre una paleta de colores con la variedad de las plantas y de los animales. En este bosque desbordante que rápidamente derrota al caos, el hombre aparece en último lugar. Y esta aparición provoca un exceso de exultación que amplifica la satisfacción y el gozo: «Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien» (Gn 1:31). Bueno, pero también bello: Se ve la belleza de toda la Creación.

La belleza y el misterio de la Creación generan en el corazón del hombre el primer movimiento que suscita la oración (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2566). Así dice el Salmo octavo que hemos escuchado al principio: «Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que fijaste tú, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán, para que de él te cuides?». (vv. 4-5). El hombre orante contempla el misterio de la existencia a su alrededor, ve el cielo estrellado que lo cubre -que los astrofísicos nos muestran hoy en día en toda su inmensidad- y se pregunta qué diseño de amor debe haber detrás de una obra tan poderosa… Y, en esta inmensidad ilimitada ¿qué es el hombre? «Qué poco», dice otro salmo (cf. 89:48): un ser que nace, un ser que muere, una criatura fragilísima. Y, sin embargo, en todo el universo, el ser humano es la única criatura consciente de tal profusión de belleza. Un ser pequeño que nace, muere, hoy está y mañana ya no, es el único consciente de esta belleza. ¡Nosotros somos conscientes de esta belleza!.

La oración del hombre está estrechamente ligada al sentimiento de asombro. La grandeza del hombre es infinitesimal cuando se compara con las dimensiones del universo. Sus conquistas más grandes parecen poca cosa… Pero el hombre no es nada. En la oración, se afirma rotundamente un sentimiento de misericordia. Nada existe por casualidad: el secreto del universo reside en una mirada benévola que alguien cruza con nuestros ojos. El Salmo afirma que somos poco menos que un Dios, que estamos coronados de gloria y de esplendor (cf. 8:6). La relación con Dios es la grandeza del hombre: su entronización. Por naturaleza no somos casi nada, pequeños, pero por vocación, por llamada, ¡somos los hijos del gran Rey!.

Esta es una experiencia que muchos de nosotros ha tenido. Si la trama de la vida, con todas sus amarguras, corre a veces el riesgo de ahogar en nosotros el don de la oración, basta con contemplar un cielo estrellado, una puesta de sol, una flor…, para reavivar la chispa de la acción de gracias. Esta experiencia es quizás la base de la primera página de la Biblia.

Cuando se escribió el gran relato bíblico de la Creación, el pueblo de Israel no estaba atravesando por días felices. Una potencia enemiga había ocupado la tierra; muchos habían sido deportados, y se encontraban ahora esclavizados en Mesopotamia. No había patria, ni templo, ni vida social y religiosa, nada.

Y sin embargo, partiendo precisamente de la gran historia de la Creación, alguien comenzó a encontrar motivos para dar gracias, para alabar a Dios por la existencia. La oración es la primera fuerza de la esperanza. Tú rezas y la esperanza crece, avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta. Porque los hombres de oración custodian las verdades basilares; son los que repiten, primero a sí mismos y luego a todos los demás, que esta vida, a pesar de todas sus fatigas y pruebas, a pesar de sus días difíciles, está llena de una gracia por la que maravillarse. Y como tal, siempre debe ser defendida y protegida.

Los hombres y las mujeres que rezan saben que la esperanza es más fuerte que el desánimo. Creen que el amor es más fuerte que la muerte, y que sin duda un día triunfará, aunque en tiempos y formas que nosotros no conocemos. Los hombres y mujeres de oración llevan en sus rostros destellos de luz: porque incluso en los días más oscuros el sol no deja de iluminarlos. La oración te ilumina: te ilumina el alma, te ilumina el corazón y te ilumina el rostro. Incluso en los tiempos más oscuros, incluso en los tiempos de dolor más grande.

Todos somos portadores de alegría. ¿Lo habíais pensado? ¿Qué eres un portador de alegría? ¿O prefieres llevar malas noticias, cosas que entristecen? Todos somos capaces de portar alegría. Esta vida es el regalo que Dios nos ha dado: y es demasiado corta para consumirla en la tristeza, en la amargura. Alabemos a Dios, contentos simplemente de existir. Miremos el universo, miremos sus bellezas y miremos también nuestras cruces y digamos: «Pero, tú existes, tú nos hiciste así, para ti». Es necesario sentir esa inquietud del corazón que lleva a dar gracias y a alabar a Dios. Somos los hijos del gran Rey, del Creador, capaces de leer su firma en toda la creación; esa creación que hoy nosotros custodiamos, pero en esa creación está la firma de Dios que lo hizo por amor. Qué el Señor haga que lo entendamos cada vez más profundamente y nos lleve a decir “gracias”: y ese “gracias” es una hermosa oración.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Meditamos hoy sobre el misterio de la creación, que nos lleva a la oración y a la contemplación de Dios. El salmo 8 ―que hemos escuchado― expresa la grandeza y la belleza de esta creación, frente a la cual el ser humano percibe su pequeñez, pero también el lugar especial que en ella ocupa; porque, aunque el ser humano por naturaleza sea insignificante comparado con la grandiosidad de todo lo creado, posee una dignidad sorprendente, que surge de su relación filial con Dios.

El relato de la creación habla de la bondad y la hermosura de todo lo que el Señor hizo con el poder de su Palabra. La creación no es fruto de una ciega casualidad, sino de un plan amoroso que Él tiene para sus hijos. Por eso, cuando el hombre mira extasiado la creación, toma conciencia de que él es la única criatura capaz de reconocer la belleza que encierra la obra divina y, ante tanto esplendor, eleva al Creador su oración de agradecimiento y de alabanza por el regalo de la existencia.

Cuando las tristezas y las amarguras de la vida tratan de sofocar nuestra gratitud y alabanza a Dios, la contemplación de las maravillas de su creación enciende, de nuevo, en el corazón el don de la oración, que es la fuerza principal de la esperanza. Y la esperanza es la que nos manifiesta que la vida, aún con sus pruebas y sus dificultades, está llena de una gracia que la hace digna de ser vivida, protegida y defendida.

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación social. Que Jesús resucitado, con la fuerza de su Espíritu Santo, nos haga portadores de alegría, afiance en nosotros la esperanza y también la certeza de que el amor es más fuerte que la muerte y que triunfa siempre. Que Dios los bendiga.

El Papa ha dicho al saludar a los peregrinos en otras lenguas:

Saludo cordialmente a todos los polacos. En estos días celebramos el centenario del nacimiento de san Juan Pablo II. Pastor de gran fe, amaba encomendar a Dios en la oración a la Iglesia y a toda la humanidad. Al elegir el lema episcopal «Totus Tuus», nos enseñó también que en los momentos difíciles debemos recurrir a la Madre de Dios, que puede ayudarnos e interceder por nosotros. Que su vida, construida sobre una oración profunda, intensa y confiada, sea un ejemplo para los cristianos de hoy. Os bendigo de todo corazón.

La fiesta, ya cercana, de la Ascensión del Señor me brinda la ocasión para exhortar a todos a ser testigos generosos de Cristo Resucitado, sabiendo bien que Él está siempre con nosotros y nos sostiene a lo largo del camino.

Dirijo un pensamiento especial a los ancianos, los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Jesucristo, al ascender al cielo, deja un mensaje y un programa para toda la Iglesia: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes… enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”.(Mateo 28, 19-20). Que vuestro ideal y vuestro compromiso sea dar a conocer la palabra de salvación de Cristo y dar testimonio de ella en la vida cotidiana. ¡A todos mi bendición!

Francisco

«En el mundo tendréis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo» / Por P. Carlos García Malo


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