El padre Luis Ruiz, 70 años con los leprosos en China: Evangelio viviente

1 de agosto de 2009.-El padre jesuita Luis Ruiz Suárez tiene 95 años y lleva más de 70 cuidando a leprosos en la China continental. Su labor y el modo de llevarla a cabo deja atónito a cualquiera. Su identificación con los pobres, el cariño con que los trata y la absoluta pobreza en la que convive con ellos hacen de él un auténtico Evangelio viviente.

(P. Luis Ruiz / Alfa y Omega) Soy jesuita, de Gijón, nacido en 1913. En 1930 ingresé en la Compañía de Jesús, y al año siguiente fui expulsado de España, por la famosa República. Ya después de los primeros votos, pedí y obtuve la misión de China, pero por la convulsión de aquel tiempo fui enviado a Cuba. Por fin, en 1941 salí para dos años de estudio del chino en Pekín. Pero sobrevino la guerra del Pacífico, entre Japón y Estados Unidos, y tuve que irme a Shanghai para los estudios de Teología, en medio de los bombardeos de los aviones americanos.

En 1945 me cayó el premio gordo con la ordenación sacerdotal, de manos de un obispo chino. Después empecé a visitar los centros de misión a lo largo de la diócesis de Anking. Caminaba a pie 60 u 80 kilómetros, día tras día, pues en tiempo de la ocupación japonesa no había transporte. Eran tiempos peligrosos, pues las guerrillas comunistas ya andaban por los alrededores.

En 1959 llegan las tropas comunistas a Anking. Después de unos meses, no habiendo podido encontrar cristianos que acusasen a los misioneros, cierran nuestra misión. En este tiempo, cogí una fiebre tifoidea muy grave… Estaba sin médico y sin medicinas, al cuidado de nuestro Hermano enfermero. Una vez curado de la fiebre, tuve que salir de China, expulsado por las autoridades, y vine a Macao para recobrar la salud.

Macao: nueva vida, nueva misión

Macao, en 1951, era una ciudad muy pobre. Allí iban llegando los chinos del norte que huían de las tropas comunistas. Gentes que llegaban con lo que tenían puesto, sin poder comunicarse, sin trabajo, y en medio de ellos me encontré yo, con mi pobre mandarín para comunicarme con ellos, y sin dinero.

Empecé a encontrar algunos contactos, y pronto algunas organizaciones americanas empezaron a enviarme arroz, harina y otras cosas, que fuimos repartiendo entre los refugiados. En aquellos años, yo hacía de todo, hasta de cargador de sacos de arroz, pero muy feliz… Con estos medios me iba poniendo en contacto con muchos refugiados, encontrándoles casa y preocupándome de la educación de los niños. Éste fue el humilde nacimiento del hoy famoso Colegio Ricci, entonces un sencillo y viejo pabellón de dos pisos. Abajo estaban las oficinas para auxiliar a los pobres, lo que fue el principio de Cáritas Macao.
También solicité al señor obispo que nos prestara una iglesia cercana que estaba cerrada, y así, como Cristo, iba haciendo el bien por todas partes y después anunciaba la Buena Nueva. Los primeros bautizos fueron en la Navidad de 1952. El número siguió creciendo, llegando a unos 5.000 bautizados, que se han extendido por todo el mundo.

Con los leprosos

En 1986, me encontré con el mundo olvidado de los leprosos. Mi primera visita a la leprosería de Tai-Kam fue impresionante. Situada en una islita a una hora del continente, fui en un barco de pesca y con gran oleaje. Yo iba preparado para regalarles cigarrillos americanos. Los 200 enfermos ya nos estaban esperando. Quería darles un apretón de manos pero muchos no tenían manos y no podían coger los cigarrillos que les daba; tuve que encender los cigarrillos yo mismo y pasarlos a la boca de los leprosos, que después lo cogían con los muñones. Admiré toda la miseria que se palpaba y sentí el abandono en que vivían, fuera de todo contacto humano. Pero gracias a cuatro Hermanas de la Caridad de Santa Ana, una sevillana y tres indias, aquel centro triste, sucio y abandonado es hoy la mejor leprosería de China. Los enfermos están alegres, limpitos, felices, bien vestidos y comidos, y el Gobierno ha ido mandando enfermos para ser curados allí.

Después, visitamos prácticamente todos los leprosarios de la provincia de Cantón, algunos situados en sitios imposibles. En determinado momento, un médico me dijo: «Los leprosos del noreste de China están mucho peor». Fui y quedé espantado, no podía creer lo que veía: sin agua para beber ni electricidad, casas derruidas, ropas andrajosas y muertos de hambre. Un leprosario estaba al fondo de una caverna. Hasta allí bajé, con mucha dificultad, para ver leprosos que hace 40 años fueros descendidos hasta allí con cuerdas. Viendo esto, no puede uno cruzarse de brazos y decir: Dios te ampare.

Hoy estamos haciendo lo posible para cambiar la vida de estos leprosos. Trayéndoles agua y electricidad, haciendo casas nuevas y consiguiendo que vengan religiosas que dan amor, que es lo que más necesitan estos enfermos. Gracias a Dios, ya tenemos doce centros atendidos por Hermanas.
 
No hay nada más feliz que hacer felices a los demás. Al final salta la pregunta de siempre: ¿Cómo ha hecho eso? Y mi respuesta es: No lo sé ni lo quiero saber, me basta saber que lo está haciendo el Señor. Para mí es una alegría inmensa hacer feliz a la gente, y en la gente a Dios.


Para ayudar

Secretariado de Misiones de la Compañía de Jesús (Provincia de Castilla):
Teléfono: 979 74 35 19

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