Papa Francisco en homilía en Santa Marta: «El Reino de Dios es silencioso, crece dentro, no es un espectáculo. Lo hace crecer el Espíritu Santo con nuestra disponibilidad»

«El Reino de Dios es humilde, como la semilla: humilde pero se hace grande, por la fuerza del Espíritu Santo. A nosotros nos toca dejarlo crecer en nosotros, sin vanagloriarnos: dejar que el Espíritu venga, nos cambie el alma y nos lleve adelante en silencio, en paz, en la quietud, en la cercanía a Dios, a los demás, en la adoración a Dios, sin espectáculos»

13 de noviembre de 2014.- (Radio Vaticano Camino Católico) El Reino de Dios crece cada día gracias a quien da testimonio de él sin hacer “ruido”, rezando y viviendo con fe sus tareas en la familia, en el trabajo, en su comunidad de pertenencia. Lo subrayó hoy el Papa Francisco en la homilía de la Misa matinal celebrada en la capilla de Casa Santa Marta.

En el silencio, quizás de una casa donde “se llega a fin de mes sólo con medio euro” y sin embargo no se deja de rezar y de cuidar a los hijos y a los abuelos: allí está el Reino de Dios. Lejos del clamor, porque el Reino de Dios “no llama la atención” exactamente como no la atrae la semilla que crece bajo la tierra.

El Papa Francisco se deja guiar en su homilía por las palabras del pasaje del Evangelio de Lucas, donde a la pregunta de los fariseos: ‘¿cuándo vendrá el Reino de Dios?’, Jesús replica: vendrá un día en el que “os dirán: ‘Está allí’, o: ‘Está aquí’; no vayáis, no les sigáis”. “El Reino de Dios – asevera el Papa –no es un espectáculo. El espectáculo muchas veces es la caricatura del Reino de Dios”.

“¡El espectáculo! Nunca dice el Señor que el Reino de Dios sea un espectáculo. ¡Es una fiesta! Pero es distinto. Es fiesta, cierto, es bellísima. Una gran fiesta. Y el Cielo será una fiesta, pero no un espectáculo. Y nuestra debilidad humana prefiere el espectáculo”.

Muchas veces, prosigue el Papa Francisco, el espectáculo es una celebración – por ejemplo las bodas – a la que se presenta gente que más que a recibir un Sacramento “viene a hacer el espectáculo de la moda, hacerse ver, la vanidad”. En cambio, repite, “el Reino de Dios es silencioso, crece dentro. Lo hace crecer el Espíritu Santo con nuestra disponibilidad, en nuestra tierra, que debemos preparar”. Además, añade citando las palabras de Jesús, también para el Reino llegará el momento de la manifestación de fuerza, pero será sólo al final de los tiempos.

“El día que hará ruido, lo hará como la descarga del rayo, que brilla de un extremo a otro del cielo. Así será el Hijo del hombre en su día, el día que hará ruido. Y cuando uno piensa en la perseverancia de tantos cristianos que sacan adelante la familia – hombres, mujeres – que cuidan a los hijos, cuidan a los abuelos, y llegan a fin de mes con medio euro solo, pero rezan, allí está el Reino de Dios, escondido, en esa santidad de la vida cotidiana, esa santidad de todos los días. ¡Porque el Reino de Dios no está lejos de nosotros, está cerca! Esta es una de sus características: cercanía de todos los días”.

También cuando describe su vuelta en una manifestación de gloria y de poder, sin embargo Jesús – insiste el Papa Francisco – añade en seguida que “antes es necesario que sufra mucho y sea rechazado por esta generación”. Esto significa, observa el Papa, que “también el sufrimiento, la cruz, la cruz cotidiana de la vida – la cruz del trabajo, de la familia, de llevar adelante las cosas –esta pequeña cruz cuotidiana es parte del Reino de Dios”. Y concluye: pidamos al Señor la gracia de “cuidar el reino de Dios que está dentro de nosotros” con “la oración, la adoración, el servicio de la caridad, silenciosamente”.

“El Reino de Dios es humilde, como la semilla: humilde pero se hace grande, por la fuerza del Espíritu Santo. A nosotros nos toca dejarlo crecer en nosotros, sin vanagloriarnos: dejar que el Espíritu venga, nos cambie el alma y nos lleve adelante en silencio, en paz, en la quietud, en la cercanía a Dios, a los demás, en la adoración a Dios, sin espectáculos”.

 

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