Mons. Juan José Omella ha tomado posesión como Arzobispo de Barcelona: “El Señor nos dice hoy a todos nosotros: ¡sed misioneros, no tengáis miedo, apoyaos en mi!”

“Evangelizar hoy en el mundo exige de nosotros una gran conversión. No podemos anclarnos en viejos métodos o en ideologías mundanas. Evangelizar supone celo apostólico. Supone la parresía de salir de sí mismo. La Iglesia está llamada a salir de sí misma hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de las injusticias, las de la ignorancia, las del pensamiento, las de toda miseria. Y cuando la Iglesia no lo hace se vuelve autorreferencial y entonces enferma”

26 de diciembre de 2015.- (13 TV Camino Católico)  Después de mes y medio desde la aceptación de la renuncia del Cardenal Sistach, la Iglesia de Barcelona ya tiene nuevo pastor: Mons. Juan José Omella, quien ha tomado posesión como Arzobispo este 26 de diciembre, coincidiendo con la festividad de San Esteban protomártir. Acompañado por el Nuncio Apostólico, por el Cardenal Sistach y por el Obispo Auxiliar, Mons. Omella se ha trasladado desde el Palacio Episcopal -donde residirá a partir de ahora- hasta la Catedral a las 11.30h, seguido de cientos de fieles de su anterior diócesis. que lo han seguido en todo momento cantando muy animadamente. «Os presento al que desde ahora presidirá las celebraciones litúrgicas en esta Catedral de la Santa Cruz como Arzobispo de Barcelona», ha proclamado el Nuncio, Mons. Renzo Fratini, ante la aclamación de los miles de fieles que han llenado la Catedral.

El decano del Capítulo catedralicio, el Dr. Joan Guiteras, ha ofrecido al Arzobispo electo -en la Puerta Santa de la Catedral- la reliquia del Lignum crucis, la Vera Cruz, para que la besara justo en la entrada principal de la Catedral. Posteriormente, todos los canónigos de la Catedral han acompañado a Mons. Omella a la capilla del Santísimo, donde ha rezado durante unos minutos antes de hacer efectivo el inicio de su ministerio.

La celebración ha comenzado presidida por el Nuncio, Mons. Fratini, aunque las primeras palabras han sido del administrador apostólico, el Cardenal Martínez Sistach, quien recordó que Mons. Omella viene «con el deseo de servir a todos los diocesanos»: «La Iglesia diocesana de Barcelona quiere estar con vos (…) Os deseo un pontificado lleno de frutos». Después ha sido el turno del Nuncio Apostólico, representante del Papa Francisco, «lo animo a mantener su actitud con manos para acoger y corazón para amar a todos los barceloneses ya que al obispo se le juzga según su capacidad de pastoreo. Espero que incentive siempre la esperanza». Mons. Renzo Fratini también aconsejó a los fieles asistentes que «vivan en sintonía con su nuevo arzobispo».

Una vez finalizado su discurso, el Canciller del Arzobispado de Barcelona, ​​Mn. Sergi Gordo, ha leído las llamadas letras apostólicas, es decir, el nombramiento de Mons. Omella en latín, que se ha enseñado al pueblo fiel asistente. Después de la aclamación, el nuevo Arzobispo se ha puesto de pie y ha recibido el báculo, signo de toma de posesión de una diócesis. El Nuncio también ha invitado al Arzobispo a sentarse en la cátedra episcopal para que pudiera recibir a algunos representantes de la comunidad diocesana, que le han manifestado obediencia y respeto. Así, ha continuado la celebración de la Eucaristía. La homilía ha finalizado con un sonoro aplauso.

Una vez proclamado el Evangelio, ha sido el momento de escuchar por primera vez una homilía del nuevo Arzobispo. Ha comenzado agradeciendo a Dios, al Papa y a las iglesias donde ha servido su trayectoria episcopal. Y ha continuado dando también las gracias a su predecesor, el Cardenal Sistach, presente a su lado: «Que Dios lo acompañe en su nueva etapa de retiro, de jubilación. Estoy seguro de que seguirá siendo para todos nosotros, los barceloneses, un icono viviente del Buen Pastor». A partir de tres iconos bíblicos, el Arzobispo de Barcelona ha querido explicar cómo será su ministerio en la diócesis aunque antes ha dado una pista: «Quiero escucharos, compartir los gozos y los sufrimientos que os abruman; quiero caminar con vosotros en la búsqueda de la luz que viene del Señor y que nos empuja a ser testigos humildes y valientes en medio de esta sociedad del siglo XXI».

El primer icono bíblico es del Génesis. Concretamente, relativo a Abraham: «Como él, me he puesto en camino hacia una tierra y hacia una comunidad que tengo que empezar a conocer para poder amarla con todo mi corazón. Este camino quiero hacerlo libre de prejuicios, con un corazón abierto y unos oídos atentos». El segundo pasaje que destacó Mons. Omella es del libro de Jeremías: «Como este profeta, siento que esta misión que se me confía es muy grande y que mis capacidades y mis fuerzas son muy limitadas. Y siento en mi corazón mucho temor y temblor». Ya por último, el tercer icono es del Evangelio de San Juan que dice «Sígueme: Os invito, queridos diocesanos, a retomar con entusiasmo el envío de Jesús».

La celebración, que finalizó con el canto del Virolai, contó con la asistencia de casi 60 obispos y arzobispos de toda España. Cabe destacar la presencia de Mons. Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española, entre todos los asistentes. En el vídeo se visualiza y escucha la homilía de Mons. Juan José Omella, que ha hecho alternando castellano y catalán, y cuyo texto completo es el siguiente:

Señor Nuncio,
Señores Cardenales, Arzobispos y Obispos,
Queridos sacerdotes y diáconos,
Representantes de otras Iglesias Hermanas (ortodoxos y protestantes) y otras religiones (judíos y musulmanes) que forman parte del Grupo de Trabajo Estable de Religiones.
Estimadas autoridades civiles y militares,
Queridos diocesanos de esta Iglesia de Barcelona,
Hermanos todos:

1. Al comenzar mi andadura episcopal en esta Iglesia que peregrina en Barcelona, quiero, en primer lugar, dar gracias a Dios, Padre de toda bondad,que en su sorprendente misericordia me ha asociado a Jesucristo, único Señor y Salvador, en su Espíritu de amor y comunión, a consagrarme con alma, vida y corazón al cuidado pastoral de esta hermosa porción de su Pueblo Santo.

Al Santo Padre, de quien recibo el envío y misión en esta Iglesia particular, va mi recuerdo y afecto con profunda gratitud, y a la vez con el propósito de unir mis esfuerzos, a la extensión del Reino de Dios, en comunión con su ministerio universal, juntamente con todos los obispos del mundo, mis hermanos.

En segundo lugar, quiero tener un recuerdo agradecido a las Iglesias en las que he ejercido el ministerio sacerdotal y episcopal y que me han ayudado tanto a madurar en esta no siempre fácil tarea de pastorear la comunidad cristiana: Zaragoza, la Iglesia que me engendró en la fe, donde desempeñé el ministerio de obispo auxiliar; Barbastro-Monzón, mi primer destino como obispo residencial, así como en Jaca y Huesca en donde desempeñé por dos años y varios meses el oficio de Administrador Apostólico; y, por último, Calahorra y La Calzada-Logroño, Iglesia a la que he servido en los últimos once años y medio. Gracias por haberme ayudado a crecer como pastor y a gozar en ese ministerio, a pesar de los momentos duros y difíciles, aunque, siendo sincero, tengo que decir que estos han sido más bien pocos ya que siempre me he sentido acogido y querido.

2. Soy consciente de que vengo a una Iglesia que ha estado acompañada y conducida por unos grandes y buenos pastores.He compartido la fraternidad episcopal con los dos últimos: el cardenal Ricard M. Carles Gordó y el cardenal Lluís Martínez Sistach.

Estimado señor cardenal Lluís Martínez Sistach, gracias por su labor al frente de esta Archidiócesis; que Dios lo acompañe en su nueva etapa de retiro, de jubilación; que Él siga siendo su fuerza y ​​su báculo en el que usted se apoye. Estoy seguro de que seguirásiendo para todos nosotros, los barceloneses, un icono viviente del Buen Pastor.

También deseo tener un recuerdo agradecido para con todos los obispos auxiliares que lo han sido en las etapas de los arzobispos Ricard Maria Carles Gordó y Lluís Martínez Sistach, y especialmente para con el actual señor obispo auxiliar, Sebastià Taltavull. Ellos también han colaborado de manera muy singular en la pastoral de la archidiócesis, así como lo han hecho y lo hacen los sacerdotes, los agentes de pastoral, los religiosos y religiosas y los laicos, hombres y mujeres. A todos va mi agradecimiento y mi admiración.

Vengo y entro con emoción a esta Iglesia regada por la sangre de mártires y de santos. De ellos tenemos que aprender a servir a Dios y los hermanos, dando incluso la vida, si fuera necesario. De ellos aprendemos a trabajar por la paz, la libertad, la unión y la reconciliación. Nuestras vidas deben tener siempre la mano extendida para ofrecer la paz y el perdón a todos los hombres, de tal forma que ya nunca más haya guerras ni divisiones entre nosotros. Que trabajemos, con la ayuda de Dios, para erradicar en nuestro mundo toda forma de violencia, de terrorismo, de injusticia y de exclusión por razones ideológicas, raciales o religiosas.

En este día del inicio de mi camino episcopal en esta tierra entrañable, quiero decir con claridad que vengo a recoger el libro en el que están escritos los grandes eventos que esta Iglesia ha vivido a lo largo de su historia, y especialmente en la más recent. Quiero escucharos, compartir los gozos y los sufrimientos que os abruman; quiero caminar con vosotros en la búsqueda de la luz que viene del Señor y que nos empuja a ser testigos humildes y valientes en medio de esta sociedad del siglo XXI, en la que nos toca vivir. Quiero estar muy atento, junto con vosotros, a las mociones del Esperita. Por eso mi oración, ya desde ahora, deseo que sea la del Rey Salomón: «Señor, no quiero oro ni riqueza, no quiero poder ni prestigio; te pido solo que me concedas un oído de discípulo, que me concedas sabiduría para gobernar a tu pueblo «(Cf. 1 R 3, 9-10).

3. Y en este contexto de apertura de mi corazón de pastor a todos vosotros; sí, a todos sin excluir a nadie, quiero descubriros los tres iconos bíblicos que se me representan interiormentedesde que supe que el Santo Padre me había nombrado Arzobispo deBarcelona.
v”Sal de tu tierra y vete al país que yo te mostraré”(Gn12,1).

Como Abrahán me he puesto en camino hacia una tierra y hacia una comunidad que tengo que empezar a conocer para poder la amar con todo mi ser. Ese camino quiero hacerlo libre de prejuicios, con un corazón abierto y unos oídos atentos. Y quiero hacerlo guiado de la mano del Señor que es quien nos conoce a todos y nos conduce siempre a todos con su mano amorosa.

Y ese camino me exige, nos exige a todos, saber desapropiarnos de nosotros mismos, estar abiertos a lo que vayamos descubriendo en el camino, acogiéndolo como un don de Dios porque, como decía Saint Exupery, “lo esencial es invisible a los ojos; lo que embellece al desierto es que en algún lugar esconde un pozo”. Sí, en cada persona que encuentro en mi camino; en cada situación o acontecimiento de la vida se esconde algo bello porque todo es regalo de Dios, todo nos lleva a encontrarle a Él que es quién da plenitud a nuestras vidas. v“¡Ah, Señor! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho” (Jr 1,6).

Como el profeta Jeremías yo también siento que esa misión que se me confía es muy grande y que mis capacidades y mis fuerzas son muy limitadas. Y siento en mi corazón mucho temor y temblor. Pero os confieso que las palabras que el Señor dirigió a Jeremías las escucho como dirigidas también a mi: “No tengas miedo, Yo estoy contigo para salvarte” (Jr 1,8). Sí, hermanos, os invito y me invito a mi mismo a poner nuestra confianza en el Señor. Y el camino quiero recorrerlo también codo a codo con vosotros porque todos somos y formamos la Iglesia. Sí, quiero contar con vosotros bautizados, padres y madres de familia, niños y jóvenes, adultos y ancianos; quiero contar con vosotros sacerdotes, diáconos y miembros de la vida consagrada; todos juntos formamos el Pueblo Santo de Dios. A nosotros se nos confía el anuncio de la Buena Nueva. Y el Señor nos dice hoy a todos nosotros: “¡Duc in altum!”, ¡lanzaos a la mar, sed misioneros, no tengáis miedo, apoyaos en mi!

Os invito y me invito a mí mismo a ser en verdad misioneros humildes y valientes de la Buena Nueva de Jesús. Por eso no quiero que el miedo se apodere de mí. No quiero que el miedo se apodere de vosotros. Os digo, y me digo a mí mismo, lo que san Juan Pablo II decía al comienzo de su pontificado: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”. Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Seamos apóstoles valientes y esperanzados. Dios está vivo y camina con nosotros.

Evangelizar hoy en el mundo exige de nosotros una gran conversión. No podemos anclarnos en viejos métodos o en ideologías mundanas. Los últimos Papas nos invitan a llevar a nuestro mundo la frescura del Evangelio y el compromiso con los más pobres y necesitados. El Papa Francisco nos lo ha dicho en su bella Exhortación Evangelii Guadium y nos lo muestra con su testimonio.

Evangelizar supone celo apostólico. Supone la parresía de salir de sí mismo. La Iglesia está llamada a salir de sí misma hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de las injusticias, las de la ignorancia, las del pensamiento, las de toda miseria. Y cuando la Iglesia no lo hace se vuelve autorreferencial y entonces enferma. La Iglesia cuando se hace a sí misma el centro de su misión, pretende encerrar a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir. Se llega a creer que tiene luz propia y deja de ser “myterium lunae” (misterio de la luna). Cuando deja de hacerlo e intenta vivir de su propia luz, cae en la “mundanidad espiritual”, que es el peor mal que puede sobrevenir a la Iglesia. (cfr. Henri de Lubac, Meditación sobre la Iglesia).

Os invito, queridos diocesanos, a retomar con entusiasmo el envío de Jesús: “Id al mundo entero y predicad el Evangelio”. Sí, nos toca predicar la Buena Nueva de Jesús en esta gran ciudad de Barcelona, en esta gran urbe, en la que hay corrientes secularizantes y secularizadas, a la vez que cristianos ejemplares con una identidad inequívoca. Pero repito lo que nos dice el Señor: “No tengáis miedo, Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Hermosa tarea la que nos confía el Señor. Tarea en la que deben estar, muy en el corazón de todos nosotros, los más pobres y pequeños. Ellos son los preferidos del Señor. Que ellos experimenten también la ternura, la entrañable misericordia de nuestro Dios.

Pongo mi ministerio episcopal, todas las comunidades cristianas de nuestra archidiócesis de Barcelona, a cada una de las personas presentes en esta celebración, y a todos los barceloneses, bajo la protección de la Virgen Santa María, madre de Jesús y madre nuestra, venerada con tantas advocaciones en Cataluña y particularmente invocada con los dulces nombres de Virgen de Montserrat y de Virgen de la Merced.

Que Ella, con su poderosa intercesión, dirija hacia nosotros y hacia nuestras necesidades sus ojos misericordiosos para que seamos fieles discípulos de Jesucristo.

Que Ella, faro resplandeciente de la evangelización, continúe animándonos como en Pentecostés, como en los primeros tiempos de la predicación apostólica, a anunciar a Jesucristo con obras y palabras.

Que Ella ruegue por nosotros ahora, en esta hora concreta de nuestra milenaria archidiócesis, en esta hora concreta de la Iglesia que peregrina en medio de nuestro pueblo, en esta hora del mundo … y en la hora de nuestra muerte . Amén.

Mons. Juan José Omella

Arzobispo de Barcelona

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