Homilía del evangelio del Domingo: Jesús es la Palabra eterna de Dios encarnada / Por P. José María Prats

* «El Bautista, pues, ha dejado hoy bien clara la identidad y misión de Jesús: Él es el Hijo eterno de Dios, por quien todo fue hecho y en quien todo se sustenta, que nos revela con su vida al Padre, y que ha venido al mundo para librarnos del pecado por su sacrificio en la Cruz y para hacernos participar de su plenitud de vida por el don del Espíritu Santo”

Segundo domingo del tiempo ordinario – Ciclo A:

Isaías 49,3.5-6 / Salmo 39 / 1ª Corintios 1, 1-3  / Juan 1, 29-34

P. José María Prats / Camino Católico.- El domingo pasado celebramos el Bautismo del Señor, en el que Jesús recibe al Espíritu Santo que le impulsará a llevar a cabo su ministerio de salvación. Pero antes de empezar a relatar este ministerio, la liturgia de hoy nos presenta el testimonio de Juan Bautista sobre Jesús.

Juan había sido enviado para preparar el camino del Señor, llamando a los hombres a la conversión y conduciéndolos hacia Jesús. Y para ello había recibido un profundo conocimiento de la identidad y misión de Jesús. Tras haber vivido la experiencia del Bautismo, en la que profundiza en este conocimiento y el Señor es manifestado a Israel, Juan da a conocer lo que le ha sido revelado sobre Jesús en cuatro afirmaciones que empiezan con las palabras «éste es…» y que constituyen toda una cristología:

«Éste es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”».

Jesús no es un hombre cualquiera, es la Palabra eterna de Dios encarnada, la Palabra que «existía desde el principio» (Jn 1,1) y «por la cual todo fue hecho» (Jn 1,3). Jesús, pues, va delante de nosotros, es previo a nosotros: es nuestro origen, sentido y fundamento.

«Éste es el Hijo de Dios».

Así lo manifestó solemnemente la voz del Padre en el Bautismo: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto» (Mt 3,17). Como Hijo, Jesús es pura sintonía y obediencia al Padre, y por ello todas sus palabras y obras manifiestan al Padre: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14,9). «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1,18).

«Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo».

Es la afirmación más conocida de Juan Bautista sobre Jesús. De hecho, con mucha frecuencia se le representa con un cordero y una cinta donde pone «Ecce Agnus Dei». Frente al judaísmo de su época, que esperaba un Mesías que derrotaría a los enemigos de Israel, Juan Bautista identifica a Jesús con el Siervo de Yahvé profetizado por Isaías, que fue «llevado como cordero al matadero» (Is 53,7), que «soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores» (Is 53,4) y «entregó su vida como expiación» por nuestros pecados (Is 53,10). Jesús llevará a su pleno cumplimiento la figura del cordero pascual, cuya sangre libró a los israelitas de la muerte y cuya carne los fortaleció para emprender el largo viaje hacia la tierra prometida.

«Éste es el que ha de bautizar con Espíritu Santo».

Finalmente, como decíamos el domingo pasado, Jesús es aquel sobre el que desciende y se posa el Espíritu Santo, el cual impulsa su ministerio, lo resucita y colma tras su muerte y se derrama sobre los que creen en Jesús, restableciendo la comunión con Dios perdida por el pecado.

El Bautista, pues, ha dejado hoy bien clara la identidad y misión de Jesús: Él es el Hijo eterno de Dios, por quien todo fue hecho y en quien todo se sustenta, que nos revela con su vida al Padre, y que ha venido al mundo para librarnos del pecado por su sacrificio en la Cruz y para hacernos participar de su plenitud de vida por el don del Espíritu Santo.

Con este conocimiento previo, podremos interpretar debidamente el ministerio de Jesús que a partir de ahora nos irá narrando, domingo a domingo, el evangelio según san Mateo.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:

«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.” Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».

Y Juan dio testimonio diciendo:

«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el bautiza con Espíritu Santo.” Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».

Juan 1, 29-34

Homilía del Evangelio del Domingo: Jesús ha dado al dolor sentido y fecundidad / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.


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