Oración a Santa Catalina Labouré para servir haciendo el bien a los demás / Por P. Carlos García Malo

*  «Santa Catalina Labouré, la Santísima Virgen se te apareció en el convento de la Rue du Bac, en París. Te encomendó que acuñaras una medalla con su imagen derramando gracias sobre el mundo y una jaculatoria: ¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a vos! Enséñanos a ser como tú, sirviendo en lo escondido de las manos de la Virgen haciendo siempre el bien para hacer felices a los demás»

Carlos García Malo / Camino Católico.- Cada 28 de noviembre la Iglesia celebra a santa Catalina Labouré, que nació en Francia, de una familia campesina, en 1806. Al quedar huérfana de madre a los 9 años le encomendó a la Santísima Virgen que le sirviera de madre, y la Madre de Dios le aceptó su petición. Como su hermana mayor se fue de monja vicentina, Catalina tuvo que quedarse al frente de los trabajos de la cocina y del lavadero en la casa de su padre, y por esto no pudo aprender a leer ni a escribir.

A los 14 años pidió a su papá que le permitiera irse de religiosa a un convento pero él, que la necesitaba para atender los muchos oficios de la casa, no se lo permitió. Ella le pedía a Nuestro Señor que le concediera lo que tanto deseaba: ser religiosa. Y una noche vio en sueños a un anciano sacerdote que le decía: «Un día me ayudarás a cuidar a los enfermos». La imagen de ese sacerdote se le quedó grabada para siempre en la memoria.

Al fin, a los 24 años, logró que su padre la dejara ir a visitar a la hermana religiosa, y al llegar a la sala del convento vio allí el retrato de San Vicente de Paúl y se dio cuenta de que ese era el sacerdote que había visto en sueños y que la había invitado a ayudarle a cuidar enfermos. Desde ese día se propuso ser hermana vicentina, y tanto insistió que al fin fue aceptada en la comunidad.

El 27 de noviembre de 1830 estando Santa Catalina rezando en la capilla del convento, la Virgen María se le apareció totalmente resplandeciente, derramando de sus manos hermosos rayos de luz hacia la tierra. Ella le encomendó que hiciera una imagen de Nuestra Señora así como se le había aparecido y que mandara hacer una medalla que tuviera por un lado las iniciales de la Virgen María «M», y una cruz, con esta frase «Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti». Y le prometió ayudas muy especiales para quienes lleven esta medalla y recen esa oración.

Catalina le comentó a su confesor esta aparición, pero él no le creyó. Sin embargo el sacerdote al darse cuenta de la santidad de Catalina, intercedió ante el Arzobispo para obtener el permiso para hacer las medallas y por ende, los milagros.

Desde 1830, fecha de las apariciones, hasta 1876, fecha de su muerte, Catalina estuvo en el convento sin que nadie se le ocurriera que ella era a la que se le había aparecido la Virgen María para recomendarle la Medalla Milagrosa. En los últimos años obtuvo que se pusiera una imagen de la Virgen Milagrosa en el sitio donde se le había aparecido.

Al fin, ocho meses antes de su muerte, fallecido ya su antiguo confesor, Catalina le contó a su nueva superiora todas las apariciones con todo detalle y se supo quién era la afortunada que había visto y oído a la Virgen. Por eso cuando ella murió, todo el pueblo se volcó a sus funerales. En 1947 el santo Padre Pío XII declaró santa a Catalina Labouré.

Pidamos por intercesión de santa Catalina Labouré servir haciendo el bien a los demás:

Santa Catalina Labouré,

monjita francesa del siglo XIX,

hija de San Vicente de Paul.

Humilde y delicada,

pediste la protección de la Virgen María

al perder con poca edad a tu madre terrena.

La Santísima Virgen se tomó en serio tu petición

y te custodió toda tu vida.

Allá por 1830 se te apareció en el convento de la Rue du Bac, en París.

Te encomendó que acuñaras una medalla con su imagen

derramando gracias sobre el mundo y una jaculatoria:

¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros

que recurrimos a vos!

y en el anverso los corazones de Jesús y María

que se ofrecen por la salvación de los pecadores.

La Señora prometió grandes favores y milagros

a cuantos la llevasen consigo y rezasen la famosa oración.

No tardó en realizar grandes prodigios de conversión

y curaciones instantáneas por lo que el pueblo la llamara «la medalla Milagrosa».

Gracias Santa Catalina por tu fidelidad, entrega y discreción.

Así son los verdaderos santos… Enséñanos a ser como tú,

sirviendo en lo escondido de las manos de la Virgen

haciendo siempre el bien para hacer felices a los demás.

Santa Catalina Labouré, ruega por nosotros.

Carlos García Malo

Oración a la Virgen de la Medalla Milagrosa para pedir nuestra conversión y todas las gracias e interceder por los demás

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