Adorar en Espíritu y Verdad: curación y crecimiento personal, familiar y de las relaciones / Por Conchi Vaquero y Arturo López 

Camino Católico.- «Pero llega la hora, ya estamos en ella, en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.» (Juan 4, 23-24).

La hora es en este instante. Aquí y ahora podemos adorar al Padre del Cielo en Espíritu y Verdad, fijando nuestra mirada en Cristo Resucitado. Nuestra mirada debe ser limpia y nítida. Nuestros ojos interiores y exteriores deben desear absorver toda la luz de Dios-Amor que brilla en medio de las tinieblas.

Nuestra mirada debe ser sincera y transparente, mostrando nuestra debilidad, nuestra dependencia total del Padre como hijos de Dios, necesitados de alimentarnos de su Voluntad.

Puede adorarse a Dios en silencio, en casa, andando por la calle, en el trabajo, en medio de la naturaleza o en muchos momentos y formas. La adoración es una actitud total, radical de nuestro ser: cuerpo, alma, espíritu y mente. Hemos constatado y vamos a contar algunos testimonios de como la adoración da frutos de curación interior para uno mismo, crecimiento espiritual y de restauración familiar y de las relaciones.

En nuestra práctica de oración cotidiana hemos constatado que el silencio interior es vital para poder dejarnos penetrarsantsimo_sacranento.jpg por el Amor del Padre Celestial manifestado en Cristo por el don del Espíritu Santo. Sin embargo, no podemos resistirnos a manifestar la constatación de la importancia que tiene la Adoración Eucarística, para alimentarnos como Pan bajado del cielo: Pan de Vida. La praxis evangelizadora nos ha enseñado que la Adoración ante Jesús-Eucaristía es esencial para sostener e impulsar el crecimiento espiritual personal, comunitario o de cualquier actividad pastoral.

El P. Miquel Peix CMF, fallecido en el año 2007, tenía una gracia para propagar el deseo de adorar a Jesús-Eucaristía a cuantos encontraba en su camino evangelizador. En todos los retiros y convivencias que impartimos con él siempre la Adoración Eucarística ocupaba un lugar central. Hacíamos que Jesús fuera el centro, el imán de atracción de todas las personas que acudían al encuentro. En definitiva, poníamos en práctica el único mensaje Kerigmático de toda evangelización:

Sólo en Cristo Jesús el Señor está la Salvación, la Vida, el Amor y la Felicidad. Sólo en Él podemos ser transformados por la Misericordia de Dios Padre. Sólo mirando a Jesús seremos curados y fortalecidos de todas las heridas de nuestra vida. Únicamente el Señor puede penetrar hasta lo profundo de nuestro corazón.

El P. Miquel Peix exponía habitualmente el Santísimo Sacramento en su parroquia. Su única pretensión era que la gente fuera atraída por Cristo hacia el Amor de Dios Padre. Una vez San Juan María Vianney, el Cura de Ars, preguntó a un campesino que se pasaba muchas horas sentado en un banco de la iglesia, ante el Sagrario: «-Por qué te estas aquí tanto tiempo?. El hombre contestó: «Yo lo miro y Él me mira», refiriéndose al Señor.

Los frutos perdurables siempre los hemos visto unidos a la oración y especialmente p._emiliano_tardif_m.s.c.-santisimo.jpga la adoración. Por eso hemos elegido la fotografía de la derecha del P. Emiliano Tardif M.S.C., también fallecido, que va acompañada por una frase impresa pronunciada por él a la Comunidad Siervos de Cristo Vivo. Esas palabras las asumimos plenamente y creemos que son aplicables a todo tipo de grupo, movimiento o pastoral de la iglesia, pero también y esencialmente a cada persona como miembro del cuerpo de Cristo y administradora de su relación personal con el Señor: «Si ustedes descuidan la adoración del Santísimo, su comunidad comenzará a desmoronarse». Podemos aplicarla si queremos a la inversa: «a menos adoración y oración personal y comunitaria menos frutos de comunión y evangelización». Y deberíamos saber que la frase debe guiar nuestros pasos en todos los ámbitos de la vida. Nosotros parafraseando al padre Emiliano afirmamos: «Si ustedes descuidan la adoración del Santísimo, su vida perderá todo sentido, dejarán de dar frutos, las relaciones se banalizarán, andarán como ovejas sin pastor, se reabrirán viejas heridas y la insatisfacción y el desánimo ocuparan la mente hasta hundirse en una depresión».

Recordamos un día que iniciamos un retiro, sobre las relaciones familiares, en un lugar apartado, a donde sólo se podía llegar en coche o en taxi. Había unas 400 personas y esa tarde empezamos hablando de la necesidad del perdón para crecer en el Amor. Al final de la charla expusimos el Santísimo durante dos horas, mientras quienes lo deseaban podían recibir el Sacramento de la Reconciliación.

Estábamos en un Seminario Diocesano y pedimos a varios sacerdotes que vinieran para poder confesar. Todos dijeron que sí, pero con un gran escepticismo, convencidos que sería poca la gente que acudiría a confesarse. De las 400 personas presentes el 90 % acudió a reconciliarse con el Señor, ante la sorpresa de los sacerdotes diocesanos, mientras se adoraba a Jesús-Eucaristía.

Pero lo que más nos impresionó a todos fue una acción poderosa e imprevista del Amor de Dios. Cuando llevábamos una hora en adoración empezaron a llegar familiares de distintas personas que estaban en el retiro. Eran mayoritariamente hombres, pero también algunas mujeres y jóvenes. Ninguno no había acompañado al encuentro a sus familiares porque no tenían ninguna relación profunda con Dios, ni tampoco interés en establecerla. Además todos tenían muy mala relación con sus familiares que participaban en el retiro.

familia_rezando1.jpgEstas personas llegaron individualmente y fueron colocándose en primera fila o en el altar a los pies del Señor. Todas quedaban exhaustas y lloraban largamente. Hubo un hombre que llegó, se arrodilló y empezó a pedir perdón a Dios reiteradamente. Luego nos contaría que el mismo día de su boda había dejado esperando a su esposa dos veces para irse con otras mujeres. Llegó tarde a la boda para disfrutar con otra persona sexualmente. Después del casamiento, durante el banquete desapareció hasta el día siguiente para vivir lujurias excitantes. Su esposa lo había perdonado siempre, pero él con maltratos síquicos y físicos había llevado al matrimonio al punto de la ruptura desde el primer día.

Aquella tarde, mientras bebía, aprovechando que su familia estaba en el retiro, se sintió como sacudido interiormente y sintió una llamada a coger un taxi y acudir al lugar del encuentro espiritual. Según nos contó no pudo ni tan siquiera pensar que hacia muchos años que no entraba en una iglesia y que culpaba a Dios de las actitudes de su mujer y sus hijos que eran creyentes y estaban convertidos. Aquella tarde el Señor le atrajo con tal poder que se confesó y se volvió un hombre nuevo. Lo atestiguan los más de 10 años transcurridos desde entonces. Toda esa familia al punto del abismo fue renovada y fortalecida por el mismo Dios.

Diez familias más vivieron una situación similar. Hijos que no querían saber nada de sus padres. Esposas que habían abandonado a los maridos y a los hijos. Hermanos enfrentados por causas de herencias. Realmente vimos y constatamos con el paso de los años las grandes maravillas que Dios había obrado en su pueblo sólo por gracia. Todos los testimonios han perdurado en los años creciendo sus familias más y más en el Amor.

Señor enseñanos cada día a Adorarte en Espíritu y Verdad. Danos la gracia de la adoración a Jesús-Eucaristía. Llenanos de Tu sabiduría y haz que todo nuestro ser sea un templo de adoración real en cada acto de nuestra vida. Gracias Señor por tu gran misericordia con nosotros. Amén.

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