Homilía del evangelio del Domingo: Amar a Dios es promover su designio de que todos los hombres formemos en Cristo una unidad en el amor / Por P. José María Prats

* “Hoy se oyen voces diciendo que los jóvenes están desmotivados porque no tienen un proyecto de futuro, y que los matrimonios y hasta las naciones se rompen porque sus miembros carecen de un proyecto común capaz de ilusionarlos, dinamizarlos y liberarlos de sus intereses particulares. Esto nos pasa, en definitiva, porque hemos rechazado el proyecto común por excelencia: la construcción del reino de Dios, que es el reino del amor. Este proyecto es capaz de despertar en las personas energías insospechadas hasta el punto de entregar por él la propia vida, como ha hecho el mismo Jesucristo y tantos discípulos suyos a lo largo de la historia”

Domingo XXX del tiempo ordinario – Ciclo A:

Éxodo 22, 20-26 / Salmo 17 / 1 Tesalonicenses 1, 5c-10 / Mateo 22, 34-40

P. José María Prats / Camino Católico.- En el evangelio de hoy Jesús enuncia el archiconocido “doble mandamiento del amor”: amar a Dios con todo el ser y al prójimo como a uno mismo. Pero para entender en profundidad este mandamiento, primero hay que entender qué significa amar; y para ello hemos de remitirnos a Dios, que es la fuente del amor. En Dios vemos que el amor tiene un origen –el Padre– que se da a sí mismo engendrando eternamente al Hijo, el cual acoge este don y responde a él con la entrega de sí mismo en obediencia. Esta donación mutua en el Espíritu Santo es la esencia misma de la vida divina, una vida de tal riqueza y plenitud que se desborda en el acto de la creación para invitar a todas las creaturas a participar en ella.

Amar a Diossignifica unirse al Hijo en su acogida y entrega al Padre, participando así de su plenitud de vida. Por ello Jesús dice que éste es el mandamiento «principal y primero», pues es el que nos enraíza en la Vida, el que nos permite alcanzar el fin para el que fuimos creados y, por tanto, la plena realización de nuestro ser.

Pero acoger al Padre supone acoger su voluntad, su designio para la creación, que no es otro que el que los hombres nos amemos formando una sola familia, un solo Cuerpo que tiene a Cristo por Cabeza, tal como dice San Pablo: «Este es el plan que Dios había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra» (Ef 1,9-10).

Ahora se entiende por qué Jesús dice que amar al prójimo es un mandamiento «semejante» a aquel otro –amar a Dios– que es «principal y primero»: porque amar a Dios supone acoger y promover su designio de que todos los hombres formemos en Cristo una unidad en el amor.

A menudo se entiende el amor como un filantropismo que desea y procura el bienestar material y psicológico para todas las personas. Y esto está bien, pero el amor va mucho más allá y consiste en rechazar el propio proyecto, que busca satisfacer intereses particulares, para asumir con todo el ser el proyecto de Dios para la creación.

Hoy se oyen voces diciendo que los jóvenes están desmotivados porque no tienen un proyecto de futuro, y que los matrimonios y hasta las naciones se rompen porque sus miembros carecen de un proyecto común capaz de ilusionarlos, dinamizarlos y liberarlos de sus intereses particulares. Esto nos pasa, en definitiva, porque hemos rechazado el proyecto común por excelencia: la construcción del reino de Dios, que es el reino del amor. Este proyecto es capaz de despertar en las personas energías insospechadas hasta el punto de entregar por él la propia vida, como ha hecho el mismo Jesucristo y tantos discípulos suyos a lo largo de la historia. Éste es el proyecto ilusionante por excelencia porque es el que, como personas y como sociedad, nos enraíza en la Vida. Hay que animar a todos a participar en este proyecto maravilloso.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, cuando oyeron los fariseos que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en grupo, y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba:

«Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?».

Él le dijo:

«‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente’. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas».

Mateo 22, 34-40


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