María José Hernández se alejó de Dios y hacia reiki y yoga: «Estaba adorando al diablo y abriendo puertas muy oscuras. De aquello me sacó el Señor y la Virgen y yo soy de Jesús»

* «Entonces yo tenía un Yapa Mala, una especie de rosario budista, y rezaba en sánscrito sin saber lo que decía. Nada tenía sentido. Cogí mi rosario –el nuestro `porque yo nunca había dejado de ser católica´- y empecé a rezarlo. La Virgen tiró de mí hacia ella y empecé a tener una sed brutal de Dios hasta que di el paso de confesarme e hice la confirmación en 2016»

Camino Católico.- María José Hernández tenía solo diez años cuando sufrió lo que podríamos llamar su primera crisis de fe, abandonó la Iglesia,  pero fue a partir de la etapa universitaria cuando comenzó a sumergirse en las diversas disciplinas de la Nueva Era, como el reiki y la angeología, y de manera especial el yoga, que siguió practicando al terminar la carrera, para llenar su vacío interior, pese a que la vida parecía sonreírle, ascendía en el trabajo y el dinero nunca fue una preocupación. Aunque se expuso a riesgos muy graves, la Virgen nunca la dejó sola, y en los momentos de peligro, María José siempre acudía a Ella.

Volvió a la parroquia por la Primera Comunión de su hijo y la invitación del párroco a ser coherente con la fe en la que quería formar a su hijo le tocó el corazón. Rompió definitivamente con la Nueva Era gracias al testimonio del P. José María Verlinde, que fue maestro de yoga.  “Estaba adorando al diablo y abriendo puertas muy oscuras. De aquello me sacó el Señor y la Virgen y yo soy de Jesús”, cuenta conversión en el programa «Cambio de Agujas» de de H.M. Televisión, que se visualiza y escucha en el video superior.

María José Hernández cuando hizo la primera comunión

Angeloterapia y abortos espontaneos

Al ingresar en la universidad, María José comenzó a sentir “un gran vacío, una crisis existencial” en la que nada le llenaba. Aquellos años abandonó toda práctica religiosa, pero nunca olvidó por completo la fe que le enseñaron sus padres.

Por eso, buscando superar su crisis empezó un curso de angeloterapia, una de las muchas terapias de la Nueva Era que, según dicen, permite contactar con “ángeles de luz” para mejorar su  día a día.  “Empecé con los ángeles, pero pronto supe que realmente no lo eran. En ese mundo hay muchos católicos que se meten en la angeloterapia y no saben que lo que hay detrás de esos seres de luz no son los ángeles del Señor”.

En poco tiempo, María José y su esposo se vieron sumergidos en el dolor producido por dos abortos espontáneos. “Quedé muy afectada, pero me decían que solo eran células y no podía expresar mi duelo ni mi dolor. Comencé a caer en picado y solo me recomendaron una solución: el reiki”.

Con el reiki abrió más puertas al mal y tuvo consecuencias

Por la práctica que tenía en otras meditaciones orientales, le era fácil dejar su mente en blanco. Pero desde la primera sesión de reiki comenzaron a sucederse lo que María José no quería ver como otra cosa que extrañas “casualidades”. Noté algo”, recuerda. “Ellos –los maestros– lo llamarían energías. Salí fatal, mareada y vomitando, a punto de perder la conciencia…”.

Pero más que las “energías” o su desagradable estado, a María José le impactó la reacción de su mentora. “Me dijo cosas íntimas que solo podía saber yo. Me chocó mucho, y era la prueba que necesitaba para saber que ahí pasaba algo de verdad”.

María José Hernández antes de su conversión

Durante la segunda sesión, “la Virgen me cogió la mano, dejé la mente en blanco y empecé a rezar avemarías”. En aquella ocasión y especialmente más adelante, no podía entender “cómo había tantos católicos practicantes, de misa diaria, sin tener ni idea de dónde se metían”.

María José asistió a lo que podría ser su primera manifestación. “Eran como unos haces de luz en la sala, lo vimos casi todos. Ellos hablaban de ángeles de luz”. Su desconfianza aumentó cuando hablando con su profesora, le dijo: “Si seguís adelante, cuando lleguéis al nivel más alto, sabréis quién es vuestro ángel. Y os vais a sorprender”.

Convencida de que aquello «no podía ser católico», dejó el Reiki y trató de olvidarlo. Pero había dejado “puertas abiertas”. Y llegaron las consecuencias.

Años después, la vida de María José comenzó a desmoronarse. Dedicada por entero a su trabajo, muchas cosas personales se resintieron, y de repente, enfermó. “No me podía levantar de la cama, me hacían pruebas de todo tipo, en una de ellas llegué a entrar en parada… Me iban dando sustos y me decían que tenía un tumor, pero no encontraban nada”.

“Mi hijo es muy pequeño, no me importa que me lleves, pero necesita una madre, y mi esposo no se puede quedar solo”, rezó asustada. Poco a poco se unió más a su marido, y fue recuperándose hasta que un día le dijo a la doctora que estaba bien y que no se haría más pruebas.

Fue consecuencia del Reiki, porque siempre abres puertas, y todos los que he conocido que lo practican teniendo problemas, van cayendo en problemas mayores”, afirma.

María José Hernández después de su conversión

El yoga y su vuelta a la fe

Por eso, cuando se presentó la posibilidad de adentrarse en el yoga, no lo dudó. “Empecé con algo físico, pero lo que yo estaba buscando era espiritual. Para mí era ideal, la meditación se me daba muy bien y nos decían que no era una creencia religiosa. Yo meditaba en un punto de luz, pero mi profesora me decía que podíamos meditar en cualquier flor o paisaje, en Jesús, en Buda…”

Conforme avanzaba, descubría que el yoga está “intrínsecamente unido al hinduismo” junto con algunas verdades poco agradables. “Todo el mundo piensa que cuando hace Yoga solo hace ejercicio, pero cada asana –cada una de las posturas de yoga, matiza– es una adoración a una deidad hindú”.

Su hijo comenzó a asistir a catequesis. “Nuestro párroco nos dijo que fuésemos coherentes, que si queríamos que nuestro hijo hiciese la comunión, teníamos que ir a misa”. María José, sin conocer “las incompatibilidades entre el yoga y la fe” le dio la razón, pero empezó a percibir que al principio, cada vez que salía de la iglesia, le invadía un malestar. “Pese a ser incómodo, una obligación y pensar que el sacerdote era un retrógrado, empecé a encontrarme con una alegría que no venía de mí y siempre salía con una felicidad inmensa”, confiesa.

 “Y aquí entra la Virgen. Entonces yo tenía un Yapa Mala, una especie de rosario budista, y rezaba en sánscrito sin saber lo que decía. Nada tenía sentido. Cogí mi rosario –el nuestro `porque yo nunca había dejado de ser católica´- y empecé a rezarlo”. Desde aquel momento, explica, “la Virgen tiró de mí hacia ella y empecé a tener una sed brutal de Dios hasta que di el paso de confesarme e hice la confirmación en 2016”.

 “Un día me pusieron un vídeo de un religioso, el padre Joseph Marie Verlinde”, un maestro del yoga durante 20 años converso a la fe. “En el momento clave le dijo a su maestro que en Europa el yoga se practicaba como una disciplina física, no como una creencia. El maestro se rio y dijo que daba igual, porque los efectos eran los mismos. Aquella fue la respuesta que necesitaba, y deje el yoga”.

No tardó en hacer sus primeros ejercicios espirituales ignacianos, donde fue consciente de lo que había sido su vida hasta entonces. “Estaba adorando al diablo y abriendo puertas muy oscuras”, concluye. “De aquello me sacó el Señor y la Virgen y yo soy de Jesús”.

La historia de Joseph Marie Verlinde, que pasó de ser un gran experto conocedor del budismo y del hinduismo a prior de la Fraternidad Monástica San José en Montpellier (Francia) puede verse en el vídeo y leerse ingresando a:

Fray Joseph-Marie Verlinde, prior monástico, se convirtió y fue llamado por Dios al sacerdocio al experimentar que Cristo es incompatible con el yoga y la New Age


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