Oración al buen Jesús pidiendo que su Santa Cruz redima el mundo / Por P. Carlos García Malo

* «El velo del templo se rasgó… y el hombre de la cruz perdió el aliento entregando su vida al Padre en el Misterio… Y la marabunta se desperdigaba en su abucheo ante un inocente que, llevado al cadalso sin culpa alguna,  decidió morir por «muchos». Desde entonces miramos la Cruz con otros ojos. Y a ella nos abrazamos esperanzados, y en ella volcamos nuestros pecados, frustraciones y dolencias; y esperamos que alguna gota de su preciosa sangre se vierta sobre nosotros y sane tanta herida»

P. Carlos García Malo / Camino Católico) El Viernes Santo la Iglesia celebra la muerte victoriosa de Jesús. En la cruz vemos al Señor y en Él descubrimos la posibilidad de colmar todas las ansiedades de nuestro mundo. La cruz es la revelación de nuestro destino: el triunfo de Cristo es la victoria de todos. Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. Este día no se celebra la Santa Misa, pero sí la liturgia de la Palabra en la que se lee el evangelio de la Pasión de Cristo.

Después se pasa al rito de la Adoración de la Cruz que es presentada a la Iglesia y a la que todos los presentes nos dirigimos para besarla. Besar la cruz significa estar dispuesto a aceptarla. Aceptar la cruz del Señor, su camino de entrega por los demás que le llevó a la muerte y aceptar la propia cruz, el camino que cada uno de nosotros tenemos para unirnos al que nos llama desde el Calvario. Este rito es el testimonio de nuestro deseo de poner nuestra vida en manos de Dios, como Jesús, para bien del mundo. Recemos al buen Jesús pidiendo que su Santa Cruz redima el mundo:

El velo del templo se rasgó…

y el hombre de la cruz perdió el aliento

entregando su vida al Padre en el Misterio…

Y llegaron las nubes y se oscureció el cielo;

y cesó el martilleo de los clavos

que cosían su cuerpo al madero.

Y la marabunta se desperdigaba en su abucheo

ante un inocente que,

llevado al cadalso sin culpa alguna, 

decidió morir por «muchos».

Desde entonces miramos la Cruz con otros ojos.

Y a ella nos abrazamos esperanzados,

y en ella volcamos nuestros pecados, frustraciones y dolencias;

y esperamos que alguna gota de su preciosa sangre

se vierta sobre nosotros y sane tanta herida.

¡Oh, buen Jesús, que tu Santa  Cruz redima el mundo…!

                                              P. Carlos García Malo

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