Papa Francisco en el Ángelus: «Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte, sino que quiere que la usemos para provecho de los demás»

«Es como si Jesús nos dijese: “He aquí mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y  úsalos abundantemente”. Y nosotros ¿qué hemos hecho con ellos? ¿A quién hemos “contagiado” con nuestra fe? No existen situaciones o lugares excluidos a la presencia y al testimonio cristiano»

16 de noviembre de 2014.- (13 TV Radio Vaticano Camino Católico)  Este domingo al mediodía durante el rezo del Ángelus ante miles de fieles y peregrinos, el Papa se refirió al Evangelio de hoy:  la parábola de los talentos.  Mientras en el lenguaje común el término “talento” indica una resaltante calidad individual – por ejemplo en la música, en el deporte, etcétera –,  en la parábola los talentos representan los bienes del Señor, que Él nos confía para que los hagamos fructificar.

El pozo cavado en el terreno por el «servidor malo y perezoso» indica el  temor del riesgo que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor. Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte, sino que quiere que la usemos  para provecho de los demás. Es como si nos dijese: “He aquí mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y  úsalos abundantemente”.En el vídeo se escucha y visualiza la meditación completa del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:

El Evangelio de este domingo es la parábola de los talentos, tomada de san Mateo (25,14-30). Narra de un hombre que, antes de partir para un viaje, convoca a sus servidores y les confía su patrimonio en talentos, monedas antiguas de un gran valor. Ese hombre confía al primer servidor cinco talentos, al segundo dos, al tercero uno. Durante la ausencia del hombre, los tres servidores deben hacer fructificar este patrimonio. El primer y el segundo servidor duplican cada uno el capital inicial; el tercero, en cambio, por miedo a perder todo, entierra en un pozo el talento recibido. Al regreso del señor, los primeros dos reciben felicitaciones y la recompensa, mientras el tercero, que devuelve solamente la moneda recibida, es reprendido y castigado.

El hombre de la parábola representa a Jesús, los siervos son los discípulos y los talentos son el patrimonio que el Señor les confía: su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celeste, su perdón… en resumen, sus más preciosos bienes. Mientras en el lenguaje común el término “talento” indica una resaltante cualidad individual – por ejemplo en la música, en el deporte, etcétera –,  en la parábola los talentos representan los bienes del Señor, que Él nos confía para que los hagamos fructificar. El pozo cavado en el terreno por el «servidor malo y perezoso» (v. 26) indica el  temor del riesgo que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor.

Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte, sino que quiere que la usemos  para provecho de los demás. Es como si nos dijese: “He aquí mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y  úsalos abundantemente”. Y nosotros ¿qué hemos hecho con ellos? ¿A quién hemos “contagiado” con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos alentado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo? Cualquier ambiente, también el más lejano y árido, puede convertirse en un lugar donde hacer fructificar los talentos. No existen situaciones o lugares excluidos a la presencia y al testimonio cristiano.

Esta parábola nos empuja a no esconder nuestra fe y nuestra pertenencia a Cristo, a no sepultar la Palabra del Evangelio, sino a hacerla circular en nuestra vida, en las relaciones, en las situaciones concretas, como fuerza que pone en crisis, que purifica, que renueva. Así como también el perdón, que el Señor nos dona especialmente en el Sacramento de la Reconciliación: no lo tengamos encerrado en nosotros mismos, sino dejémoslo que desate su fuerza, que haga caer aquellos muros que nuestro egoísmo ha levantado, que nos haga dar el primer paso en las relaciones bloqueadas, retomar el diálogo donde no hay más comunicación…

El Señor no da a todos las mismas cosas y de la misma manera: nos conoce personalmente y nos confía aquello que es justo para nosotros; pero en todos coloca la misma, inmensa confianza ¡No lo defraudemos! ¡No nos dejemos engañar por el miedo, sino intercambiemos confianza con confianza! La Virgen María encarna esta actitud de la forma más bella y más plena. Ella ha recibido y acogido el don más sublime, Jesús en persona, y a su vez lo ha ofrecido a la humanidad con corazón generoso. Pidámosle ayudarnos a ser “servidores buenos y fieles”, para participar  “de la alegría de nuestro Señor”.

 (Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:)

Queridos hermanos y hermanas:

En estos días, en Roma, hubo tensiones más bien fuertes entre residentes e inmigrados. Son hechos que suceden en diversas ciudades europeas, especialmente en barrios periféricos marcados por otras necesidades. Invito a las Instituciones, de todos los niveles, a asumir como prioridad lo que ya constituye una emergencia social y que, si no es afrontada lo más pronto posible y de modo adecuado, hace que se corra el riesgo de degenerar cada vez más.

La comunidad cristiana se empeña de modo concreto para que no haya desencuentro, sino encuentro. Ciudadanos e inmigrados, con los representantes de las instituciones, pueden encontrarse, también en una sala de la parroquia, y hablar juntos de la situación. Lo importante es no ceder a la tentación del desencuentro, rechazar toda violencia. Es posible dialogar, escucharse, proyectar juntos, y de este modo superar la sospecha y el prejuicio y construir una convivencia cada vez más segura, pacífica e inclusiva.

Hoy se celebra la “Jornada mundial de las víctimas de la carretera”. Recordamos en la oración a cuantos han perdido la vida, deseando el empeño constante en la prevención de los accidentes de circulación, así como también un comportamiento prudente y respetuoso de las normas por parte de los automovilistas.

Saludo a todos ustedes, familias, parroquias, asociaciones y fieles, que han venido de Italia y de tantas partes del mundo. De manera especial, saludo a los peregrinos procedentes de Murcia, España, Cagliari, Teramo, Gubbio y Lissone; al coro Amadeus de Villafranca, a la asociación de “Acompañantes a los Santuarios Marianos en el Mundo” y a los chicos de la Confirmación de Monte San Savino y de Torano Nuovo. Saludo a los empleados del Hospital Fatebenefratelli de Roma y al grupo de músicos del Teatro de la Opera de Roma.

Y no se olviden, hoy en casa, de tomar el Evangelio de Mateo, San Mateo, capítulo 25, versículo 14, y leerlo. Y hacerse las preguntas que vengan.

A todos deseo bueno domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!

Francisco

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