Phally Budock fue niña en el genocidio de Camboya; adulta, rezó a Cristo, ha podido, después de 40 años, perdonar aquellos horrores… y una teleserie la llevó a bautizarse

* «Era la primera vez que acudía a Jesucristo. Le dije: ‘Señor, si tú eres el Dios del que siempre oí, ayúdame, muéstrame cuál es el propósito de mi vida, para qué me creaste’. Mi vida cambió en una dirección que me permitía conocerle personalmente, no sólo saber cosas de Él a través de mi madre como cuando yo era una muchacha que crecía. El mundo no se redimirá sin Jesucristo, con esfuerzo meramente humano puedes hacer poca cosa, sin la Gracia de Dios no avanzas. Estoy lista para hacer la voluntad de Dios, sea la que sea»

Camino Católico.-  En abril de 1975, el régimen comunista de los Jemeres Rojos y el Angkar, el partido comunista de Camboya, tomaron el control de este pequeño país asiático de tradición budista. Ordenaron evacuar las ciudades y trasladaron a casi toda la población al campo, en condiciones de esclavitud. Los intelectuales, los que sabían leer y escribir, los que habían sido funcionarios, los cristianos y los que hablaban lenguas extranjeras o conocían algo de Occidente, fueron masacrados.

Después, seguirían las matanzas con cualquier excusa. Se considera que entre 1,5 y 3 millones de camboyanos murieron asesinados por este régimen en campos de la muerte, hambrunas planificadas o puras ejecuciones. Aproximadamente, uno de cada cinco habitantes. La película Killing Fields (Los gritos del silencio) expresaría al mundo cómo fueron esos años.

Fragmento de 4 minutos de Killing Fields que recoge la vida de trabajos forzados en los campos comunistas de Camboya de 1975 a 1979; minuto 3:10: «nos dicen que Dios ha muerto y que el partido que llaman el Angkar cuidará de nosotros»

Entre las víctimas estuvo el padre de Phally Budock, una camboyana que será bautizada católica esta vigilia pascual de 2019 en Silver Spring (Maryland, EEUU).

Al conocer a Cristo, ella ha sido capaz de perdonar, pero entiende que los que no lo conocen no consigan perdonar. A ella le costó 40 años… y tiene muchas heridas, que ha explicado al Catholic Standard  y que relata P. J. Ginés en Religión en Libertad.

A los 5 años, le quitaron al padre y la enviaron a campos de trabajo

En 1975 ella tenía 5 años. Su padre presidía un banco rural en Camboya y había estudiado en Estados Unidos. Los jemeres la llevaron con toda su familia a un campo de trabajo en medio de la jungla, al norte del país. Recuerda vivamente que los soldados se llevaban a su padre y ella corría detrás de ellos. Su madre la cogió en brazos y le dijo que papá volvería. Papá no volvió nunca.

En los siguientes 3 años, Phally vio morir a su hermano en esa selva, lugar de trabajo, hambre y muerte. Su madre lo enterró. Después vio morir a su hermana. Vio como su madre la enterraba también. Hubo guerra con Vietnam del Sur, que derrocó a los jemeres. Al acabar, en una familia que había tenido 12 miembros, solo su madre y 5 hijos sobrevivían, y dos de ellos habían tenido la suerte de estar estudiando en el extranjero en estos años.

Después de pasar un año en un campo de refugiados en Tailandia, consiguieron llegar a Estados Unidos como refugiados.

Dios existía pero ¿le importaba algo el dolor humano?

Su madre, que había sido educada católica, nunca perdió la fe, ni ante los infortunios ni ante la propaganda atea de la reeducación jemer. Pero no había transmitido esa fe a la niña, ni había podido bautizarla. 

Phally no dudaba de que Dios existiera, pero se preguntaba cómo permitía tantas atrocidades y maldades, las desgracias que le pasaban a su familia y a tanta gente. ¿Era Dios una fuerza ciega, ajena al sufrir de las personas? 

Phally se casó con un católico, y alguna vez lo acompañaba a misa, pero en realidad no le interesaba nada la fe. Estaba cerrada a ella.

El escándalo de la pobreza: salir de una misma

Hasta que en 2004, con 34 años, pudo volver a Camboya en un viaje. Ver la inmensa pobreza que había en ese país cambió su vida. Se sentía llamada a hacer algo, a ayudar, a salir de sí misma. Y eso le llevaba a preguntarse: ¿para qué sirve mi vida, por qué estoy aquí?

Empezó un proceso de insatisfacción. Y en 2007, por primera vez, rezó a Dios, a Jesucristo, como había visto hacer a su madre alguna vez.

«Era la primera vez que acudía a Jesucristo. Le dije: ‘Señor, si tú eres el Dios del que siempre oí, ayúdame, muéstrame cuál es el propósito de mi vida, para qué me creaste'».

Tras esa oración, explica, sintió que «mi vida cambió en una dirección que me permitía conocerle personalmente, no sólo saber cosas de Él a través de mi madre como cuando yo era una muchacha que crecía».

Sí, Dios estaba «por ahí», y escuchaba. Ella más o menos se interesaba por Él, con altibajos. Pero en la Pascua de 2015 sucedió el otro gran acontecimiento que la impulsó. Vio la teleserie AD La Biblia Continúa.

Explica lo que experimentó. Viendo a Jesús llevar la Cruz sintió que ella tomaba el lugar de Él, que podía sentir físicamente Su dolor y el peso que Él cargaba.

Inmediatamente tras esa experiencia, ella rezó y le dio gracias por lo que Jesús hizo para quitar el pecado del mundo.

Buscando, comparando y eligiendo iglesia

A partir de este momento, acompañada de su hermana Pheary Sem, empezó a visitar distintas iglesias cristianas, de distintas denominaciones, buscando conocer y seguir mejor a Jesús.

Las investigó, las comparó y llegó a la conclusión de que «el catolicismo lo tiene todo bajo un solo techo; otras denominaciones tienen solo fragmentos de esa plenitud».

Empezó a acompañar a su madre a misa, y a gozar con la profunda fe de ella, hasta que murió en septiembre de 2018.

«Empecé a entender lo que mi madre siempre supo. Que Dios ha hecho milagros por nosotros, que actuó al sacarnos salvos de esa jungla tras la guerra y traernos a EEUU».

¿Y los horrores del mal? Estudiando la Biblia y reflexionando vio que lo que a ella le dañó fueron maldades realizadas por hombres, por su voluntad, no obras de Dios.

La visión cristiana, y el perdón, lo cambian todo

Phally estaba escribiendo un libro sobre los crímenes y horrores del genocidio de Camboya, pero ahora, al darle un enfoque cristiano, cambia casi todo. «El mundo no se redimirá sin Jesucristo, con esfuerzo meramente humano puedes hacer poca cosa, sin la Gracia de Dios no avanzas», señala.

Ha podido entrevistar a algunos genocidas, ha constatado su «pobreza espiritual». Algunos se han hecho cristianos y se han arrepentido de sus crímenes.

Los camboyanos que no conocen a Jesucristo, dice, pocas veces consiguen perdonar o entender el perdón. Pero ella dice que perdonar es necesario para «reconstruir la humanidad, restaurar la pérdida y el dolor. Perdonar es dejar que sea Dios quien restaure la justicia, es dejar que Él lleve la justicia a la injusticia. Tu trabajo es dejar marchar eso, perdonar». 

Insiste en que ahora que conoce a Cristo y que sabe que Dios es justo, le es posible perdonar. Especialmente desde que ella decidió rendirse a Él, entregar su vida.

Parroquia de Saint Andrew, en Silver Spring, donde Phally y su hermana serán bautizadas esta Vigilia Pascual de 2019

En octubre empezó a ir a misa a Saint Andrew Apostle, en Silver Spring, y allí conoció su apostolado de laicos que ayudan a personas con dificultades. Se sumó a ese trabajo, y anima a todos a perdonar y seguir adelante, evitando la «guerra en nuestro corazón», que puede ser «un divorcio, una enfermedad, depresión, muchas cosas que nos atacan por dentro…» 

En enero habló con el párroco y ella y su hermana Pheary Sem hicieron ya su curso de preparación para el bautismo. Se bautiza en la Vigilia Pascual. «Estoy lista para hacer la voluntad de Dios, sea la que sea», explica.

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