A Andrea Povero, huérfano desde niño e inseguro, un sacerdote le leyó el alma y ahora es cura entre niños sin padre

* «En el seminario, he sentido más que nunca que Dios es mi padre. He encontrado mi lugar, y ya no me siento como un huérfano. No estoy abandonado. Si antes tenía un gran sentimiento de ausencia por la muerte de mi padre, ahora tengo la presencia continua de Dios, el Padre de mi vida. Es por mi pérdida que siento a Dios Padre de una forma mucho más profunda que muchas personas. Me siento precioso a Sus ojos. Me doy cuenta de que las experiencias de mi vida están dirigidas a una misión particular. Estoy deseando ver qué me tiene preparado Dios para el futuro. He llegado a este punto de mi vida porque Dios, poco a poco, me ha ido guiando. Ahora no puedo esperar a ver que más va a hacer. Vivimos en un momento en el que todo va de independencia. La vida va a toda velocidad, y tenemos la mentalidad de que podemos resolver los problemas inmediatamente y sin ayuda. Sé que siempre debo ser dependiente de Dios, como sacerdote y como persona. Debo vivir en la Verdad con Dios siempre»

CaminoCatólico.com.-  “Cuando tenía siete años, perdí a mi padre, y fue en la Iglesia donde encontré esperanza”. Esto es lo que ha dicho a The Boston Pilot el padre Andrea Povero, que fue ordenado el pasado 19 de mayo, y que ahora trabaja con chicos que crecen sin padre en Boston. Religión en Libertad traduce el testimonio de este sacerdote.

Povero era el menor de cuatro hermanos. El hecho de no tener una figura paterna durante su infancia lo llenó de ansiedad e inseguridad. Creció en Ivrea, una ciudad cerca de Turín, Italia.

Una idea que siempre rondaba su mente

La idea de ser sacerdote le rondó la cabeza desde que era muy joven. “Fue en el puerto de San Jorge, una ciudad de la costa adriática, en la playa, donde me vino por primera vez la idea de ser sacerdote”, ha explicado. “Era tan solo eso, una idea, pero nunca me la quité de la cabeza”.

Povero tenía tan solo 13 años entonces. Aunque recuerda haber tenido este pensamiento siendo tan joven, nunca lo compartió por miedo a que le empujaran al seminario o que le convencieran de que esa vocación era una tontería.

Un desierto

Según fue creciendo, Povero se “sumergió totalmente” en los estudios y era, como él mismo dice, “el típico adolescente italiano”. “Tenía amigos, hacía deporte… etc. Pero la idea del sacerdocio estaba siempre ahí”, explica.

Cuando tenía 16 años, Povero conoció a una chica y se enamoró. “Tenía muchos miedos que bloqueaban la relación”, comenta. “Uno de ellos era que me sintiera llamado al sacerdocio de una manera fuerte. Tenía miedo de perder a la Iglesia y de perder a Dios; pero a la vez no quería terminar con la relación”.

Esta renuencia le costó finalmente su relación, y, tras graduarse en el colegio, se encontró viviendo lejos de su familia, estudiando Terapia Física en la universidad; estaba totalmente solo.

“Dios estaba creando un desierto a mi alrededor”, ha dicho el sacerdote. “No tenía amigos ni padre. Estaba confuso. Incluso dejé de ir a la Iglesia durante un tiempo, pero sabía que Dios me estaba llamando… Después de vivir dos meses así, la idea del sacerdocio me rondaba más que nunca”.

«¿A qué estás esperando?»

En un estado de indecisión, Povero acudió a la boda de un primo cuyo hermano era el padre Emanuele de Nigris, ahora rector del seminario Redemptoris Mater (www.rmmiami.org), en la Archidiócesis de Miami, Estados Unidos.

“En medio de la boda, vino hacia mí y me preguntó: “¿A qué estás esperando? ¡El sacerdocio te espera!” Huelga decir que nunca hablé a nadie de estos pensamientos -a nadie-, y de repente me dijo esto. No podía creerlo”, ha dicho Povero. “Supe que tenía que escuchar”, añadió.

Dios Padre

Después de aquello, Povero acudió a un retiro espiritual internacional para hombres que estaban discerniendo su vocación. El retiro era del Camino Neocatecumenal. Dos semanas después, fue enviado al seminario Redemptoris Mater de Boston (www.rmsboston.org).

“En el seminario, he sentido más que nunca que Dios es mi padre”, ha dicho Povero. “He encontrado mi lugar, y ya no me siento como un huérfano. No estoy abandonado”.

“Si antes tenía un gran sentimiento de ausencia por la muerte de mi padre, ahora tengo la presencia continua de Dios, el Padre de mi vida”, comentó Povero. “Es por mi pérdida que siento a Dios Padre de una forma mucho más profunda que muchas personas. Me siento precioso a Sus ojos”.

Ayudando a otros como él

Tener esta experiencia le ayudó especialmente en su etapa de diácono. En aquel momento, estaba asignado a la parroquia de San Patricio, en Brockton, un lugar donde casi el 85% de los adolescentes viven sin padre. Ha podido relacionarse con ellos de una forma que es “muy significativa” para ellos.

“Me doy cuenta de que las experiencias de mi vida están dirigidas a una misión particular”, explica. Y añade que Dios utilizará estas experiencias para servir mejor a aquellos que encuentre en su ministerio.

“Estoy deseando ver qué me tiene preparado Dios para el futuro”, ha comentado. “He llegado a este punto de mi vida porque Dios, poco a poco, me ha ido guiando. Ahora no puedo esperar a ver que más va a hacer”.

Povero entiende que habrá muchos retos en el futuro, pero sabe que todos ellos serán “oportunidades para aprender con Dios”.

“Vivimos en un momento en el que todo va de independencia”, aseguró Povero. “La vida va a toda velocidad, y tenemos la mentalidad de que podemos resolver los problemas inmediatamente y sin ayuda. Sé que siempre debo ser dependiente de Dios, como sacerdote y como persona. Debo vivir en la Verdad con Dios siempre”.

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