Aina Delgado usaba la ouija con 11 años, pasó al reiki y fue maltratada: «Pregunté que querría Dios y en Medjugorje sentí como el Señor me curaba y daba una nueva vida»

* «Comencé a hacer la lectura, a ir a misa diaria, y a cantar para el Señor. Empecé a encontrar mi verdadera felicidad. En la Adoración y en la misa encontré mi sitio. En Medjugorje sentí como si el Señor me diese un abrazo, una nueva oportunidad. “Después de Medjugorje, me hice sierva de Dios. Sentía que me pedía que cambiara mi forma de vestir, mis faldas cortas… y empecé a cambiarlo todo. He pasado dos años sintiendo que el Señor hacia una mujer nueva en mí. Quiero ganar el cielo, y quiero empezar a ganarlo aquí. Durante muchos años he estado en `la parte oscura´ de Yoga, Reiki, fui a videntes… un mundo terrible. He buscado a Dios en los sitios y personas tan equivocadas que es un nuevo nacer. Ahora solo consulto mis cosas a Dios y a mi director espiritual. Soy feliz»

Camino Católico.-  Aina Delgado es la cuarta de cuatro hermanos de una familia católica. Aina recuerda su infancia como una época de grandes carencias afectivas por la educación de sus padres. “Mis padres eran hijos de militares por lo que mi madre nos hacía contestar de una forma disciplinada”, recuerda en un video de Mater Mundi TV. Esta disciplina ya era un obstáculo y un rechazo fuerte para Aina que se rebelaba antes las imposiciones que le hacían.

El sentimiento era de sentirse como una niña que no encajaba en el mundo que le había tocado vivir pero a la vez sentía desde muy pequeña una fuerte conexión con Dios. “Sentía desde pequeña esa amistad con Dios, como amigo le contaba las cosas que me pasaban y aquello que me preocupaba y en él encontraba ya un amor muy fuerte”, explica.

“Puertas al enemigo”

Encontraba en esos momentos de intimidad con Dios que no estaba sola. Pero ya en la adolescencia, “sin saber que eran puertas al enemigo, a los once años empecé a jugar a la Ouija”. Esto le llevó a practicar yoga, meditación y más tarde el Reiki, cuando estas terapias no eran todavía muy conocidas, y otras religiones como el budismo.

“Practicaba todo esto pero siempre me faltaba algo. Y el yoga además me confundía mucho porque el profesor nos decía que cuando meditábamos podíamos pensar en la figura de Jesús y eso a mí me confundía”, recuerda Aina.

“A los 16 años empecé a salir mucho de noche y tenía amigas muy adelantadas en el tema sexual, pero Dios me protegía y cuidaba mucho”  y al año siguiente Aina conoció al que sería el padre de dos de sus hijos. Se separó de esa persona y con posterioridad conoció a otra persona con la que se casó por primera vez cuando tenía 20 años. “Él no tenía fe y yo, pese a tenerla, no practicaba. Me quedé embarazada y empecé a recibir malos tratos. Todo el mundo quería que abortase. El día que me separé fue porque me dio patadas incluso en el vientre. Pero Dios en esos momentos estaba conmigo. Estaba convencida de que mi hijo estaba cuidado por Dios”.

Boda y aborto

Sola y sin ingresos, Aina tuvo que trabajar en la limpieza e ingresó sola en el hospital para dar a luz. “Mi hijo me dio la fuerza. Estuvimos 7 años solos, con muchas penalidades económicas. Para pagar la hipoteca, tenía que trabajar en tres sitios a la vez y alquilar la habitación de la casa para poder comer”.

Siete años después, Aina se encontró con un antiguo novio, con quien se casó. “Tuvimos dos hijos. Tuve un aborto natural con cinco meses y me enfadé mucho con Dios… Como no había podido estudiar, empecé magisterio musical con 31 años”. En la universidad, que era de monjas, empezó a estudiar religión. Tras hacer el último examen, su profesora le llamó a su despacho y le confesó que sería la primera matrícula de honor que ponía. “Me pregunté que querría Dios de mí y ahora, diez años más tarde, estoy dando clases de religión en colegios”.

Para Aina, su nueva relación estaba marcada por los barcos, los viajes, relaciones sociales… “Mundo, mundo y más mundo, pero mi corazón estaba vacío. Pasaron los años y nos casamos por la Iglesia pensando que todo podría arreglarse. Fue un matrimonio que fracasó, porque no estaba basado en Dios ni teníamos un proyecto común. Mi proyecto era Dios y mi familia y el suyo era el mundo. En 2016 nos divorciamos”.

El Señor empieza a guiarla hasta la curación

Durante sus últimos meses de matrimonio, Aina pudo hacer un retiro de Emaús, donde tuvo una fuerte conversión. “Después caí en una iglesia del Opus Dei y le dije al sacerdote que me quería morir. Tenía tanto dolor que no podía soportarlo. Pero estos sacerdotes me ayudaron a levantarme, y me convencieron de que yo era hija de Dios. Comencé a hacer la lectura, a ir a misa diaria, y a cantar para el Señor. Empecé a encontrar mi verdadera felicidad. Aquí encajé. En Emaús había empezado a ver que esto era mi camino, y veía que había gente parecida a mí. En la Adoración y en la misa encontré mi sitio”.

La última parada del camino de superación de Aina fue Medjugorje. “Cuando estaba preparada con mi mochila y mis zapatillas para subir por las piedras, escuche que la Virgen me decía: descálzate que yo te ayudaré. Tenía una fuerza que no era la mía. Mis pies empezaron a sangrar”.

Aina Delgado caminando descalza en Medjugorje

Llegando a la cima del Vía Crucis, sintió que no podía más. “Ella me hizo un regalo especial, me presentó como una alfombra de rosas frescas… No tenía ni agua ni zapatos, pero las últimas dos estaciones las subí sin cansancio, sintiendo los pies mojados. En el hotel, cuando salí de la ducha, tenía el pie intacto. Sentí como el Señor me curaba, como si el Señor me diese un abrazo, una nueva vida, una nueva oportunidad”.

“Después de Medjugorje, me hice sierva de Dios. Sentía que me pedía que cambiara mi forma de vestir, mis faldas cortas… y empecé a cambiarlo todo. He pasado dos años sintiendo que el Señor hacia una mujer nueva en mí. Quiero ganar el cielo, y quiero empezar a ganarlo aquí. Durante muchos años he estado en `la parte oscura´ de Yoga, Reiki, fui a videntes… un mundo terrible. He buscado a Dios en los sitios y personas tan equivocadas que es un nuevo nacer. Ahora solo consulto mis cosas a Dios y a mi director espiritual”.

Soy feliz. Ahora soy empresaria, hace ocho años monté una empresa para niños, el Club de las Hadas. Acabo de montar un centro de belleza en Palma de Mallorca y dando clases de religión. También canto a la Virgen todos los domingos, y espero estar a la altura de saber hacer lo que ella me pida”.


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