Alberto de la Hera, catedrático: “Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios porque Dios es el sumo bien, la suma bondad, la suma sabiduría, la suma verdad….”

«Espiritualmente estar en la infancia es un sueño, una maravilla. Me parece una maravilla acercarse al niño Jesús como un niño, acercarse a la Virgen como un hijo, acercarse a Dios como una criatura abierta a ser formado, educado, con la receptividad que tiene un niño. ¿Lo estoy yo viviendo o lo he conseguido? No sería capaz de decirlo. Rezo al ángel de la guarda y cuando voy a pasar una puerta procuro esperar un momento para que pase el delante. Para tener conciencia que está a mi lado muchas veces le dejo paso en las puertas. No es una tontería. Es para que no se me olvide que lo tengo siempre a mi lado»

10 de mayo de 2016.- (A.L.M. / Intereconomia TV  / Camino CatólicoAlberto de la Hera, Granada 1932, es catedrático pero vive la fe en Dios procurando hacerse como un niño tal como enseñó Cristo. Lo cuenta en el vídeo que ahora recuperamos,  en la entrevista realizada por Gonzalo Altozano para el programa “No es bueno que Dios esté solo” de Intereconomía TV, el mes de enero de 2013:

-Espiritualmente estar en la infancia es un sueño, una maravilla. Me parece una maravilla acercarse al niño Jesús como un niño, acercarse a la Virgen como un hijo, acercarse a Dios como una criatura abierta a ser formado, educado, con la receptividad que tiene un niño.  ¿Lo estoy yo viviendo o lo he conseguido? No sería capaz de decirlo. Rezo al ángel de la guarda y cuando voy a pasar una puerta procuro esperar un momento para que pase el delante. Para tener conciencia que está a mi lado muchas veces le dejo paso en las puertas. No es una tontería. Es para que no se me olvide que lo tengo siempre a mi lado.

A su ochenta años Alberto de la Hera tiene un extenso curriculum: Decano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid (1975-77); Vicerrector de Ordenación Académica (1977-79; Director General de Teatro y Espectáculos (1979-80);  Director General de Asuntos Religiosos (1996-2004); Vicepresidente de la Asociación Internacional para la Libertad Religiosa y ha sido numerario del Opus Dei. Del Opus se salió porque vio que no era el lugar para vivir su vocación y su fe. Sin embargo, considera el Opus Dei como uno de los pilares que han contribuido a formar y consolidar su vida en Dios. Incluso ha declarado como testimonio en el proceso abierto de beatificación del prelado Alvaro del Portillo. La entrevista empieza ante el pesebre y Alberto de la Hera es preciso al explicar su vivencia vital de estas fiestas:

-La manera más entrañable de celebrar la Navidad es conmemorando el nacimiento de Cristo mediante la instalación de un Belén. A mi me gusta hacer el nacimiento de Cristo, los pastores que se ponen en marcha y los Reyes Magos que llegan a adorarlo. Puedes notar que no hay la anunciación a los pastores porque yo siempre he partido de la base, heredada de mi madre, que si hay pastores yendo  al Belén quiere decir que ya les han anunciado. Entonces no tiene sentido si están en marcha poner la anunciación.

La fe de Alberto de la Hera es sólida y no duda en explicar con humor su único interrogante:

-La única duda de fe que tengo sobre la existencia de Dios es lo mal que le ha salido el hombre. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios porque Dios es el sumo bien, la suma bondad, la suma sabiduría, la suma verdad, la suma libertad, la suma belleza… Nuestra finalidad es aproximarnos a la verdad, a la belleza, a la sabiduría… Y si esa aproximación no se produce es porque nosotros cortamos el camino. Estamos hechos a semejanza de Dios porque podemos llegar a encarnar en nosotros un reflejo de la belleza, de la sabiduría,  de la verdad,  de la libertad…Por tanto sino cortamos el camino podemos llegar a ello y somos un reflejo de las virtudes divinas.

De sus padres cuenta con emoción como con su testimonio le trasmitieron la fe:

-Mi padre era farmacéutico en un pueblo. Mi madre no tenía estudios porque entonces las chicas no estudiaban. Era un matrimonio creyente, honrado, honesto, trabajador. Y no hicieron otra cosa, en su vida, que tratar de educar bien a sus hijos, quererse mucho, amar a Dios y trabajar.

Además de a sus padres y al Opus Dei su formación religiosa también es consecuencia de haber estado ocho años en una escuela de la Compañía de Jesús:

-Estudie en el colegio de los Jesuitas de Sevilla de los 8 a los 16 años. Yo les debo a los Jesuitas mi primera formación religiosa científica y humana. Nunca les pagaré lo bien que lo hicieron.

El recuerdo más antiguo que tiene de su conocimiento de Dios se remonta a su infancia y está relacionado con la guerra:

Mi abuela me cogía a mí en brazos y mi madre a mi hermana y bajaban corriendo las escaleras que conducían hasta un sótano de la casa de Granada donde oía los estallidos de las bombas. Había un ambiente de miedo y mi abuela rezaba en voz alta el Trisagio: “Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal: Líbranos Señor de todo mal. Gloría al Padre, gloría al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Santo, santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos: Líbranos Señor de todo mal”.  Ese rezo convulsó del Trisagio de mi abuela es el primer recuerdo que tengo de Dios.

Alberto de la Hera está convencido que la verdadera religión es la católica y en más de una ocasión lo ha manifestado abiertamente:

-Recuerdo una conversación con el secretario general de una de las asociaciones musulmanas más importantes de España. Yo le dije que la religión católica era la verdadera y que yo rezaba por su conversión al catolicismo. Y él me respondió que oraba por mi conversión porque opinaba que la religión verdadera era el Islam.

Estudiando en Alemania Alberto vivió la grata experiencia de conocer al actual Papa Benedicto XVI en una conferencias en las que habló del Concilio Vaticano II que se celebraba entonces:

-Yo estaba estudiando Historia del derecho e Historia de la Iglesia en la Universidad de Bonn, se acababa de clausurar la primera sesión del Concilio, y andando por los pasillos  vi un cartel en el que se anunciaba que el profesor Joseph Ratzinger,  catedrático de la Facultad de Teología, que había estado de experto, va a dar cuatro conferencias sobre el Concilio Vaticano II.  El primer día fui para entrar a la conferencia pero cuando quedábamos 15 personas en la cola se cerró la puerta porque se habían vendido todos los asientos. 14 eran alemanes, que se fueron a sus quehaceres, y un español, yo, que salté por una ventana y me colé. A mi me llamó la atención mucho la conferencia de  Joseph Ratzinger porque tenía el don de explicar, para que lo entendiera todo el mundo, muy metódicamente, muy sistemáticamente y nada aburrido. Luego fui los tres días restantes y así conocí a Joseph Ratzinger cuando él tenía 36 años.

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