Ana María Contreras se casó y su familia se rompió, enfadada con la Iglesia buscó en el reiki… pero Dios transformó su vida en una adoración y con la intercesión del Padre Pío

* «Pensar en el padre Pío me hizo llorar toda la noche. Yo estaba mirando un crucifijo y mi mente repasaba mis pecados, todas mis decisiones equivocadas. Y al día siguiente me fui a confesar. Y esa confesión fue como una especie de rocío. Yo estaba de rodillas, confesando mis pecados. Algo me impedía levantarme. En esa confesión, entendí profundamente la importancia de la pureza. Sin duda, el padre Pío ha sido un intercesor en mi conversión»

Camino Católico.-  Ana María Contreras ha querido contar a Pablo J. Ginés en Religión en Libertad  su testimonio de conversión firme, después de haber vivido un tiempo enfadada con la Iglesia, lejos de los sacramentos, herida en su corazón y explorando incluso el mundo del reiki y las espiritualidades alternativas. Un retiro tumbativo y la intercesión del Padre Pío, asegura, la unieron a Cristo y a su Iglesia y la llenan hoy de la alegría del Espíritu.

Una fe juvenil tibia

Ana María creció y vive en Mota del Cuervo, una población de unos 6.000 habitantes en Cuenca que exhibe unos típicos molinos manchegos, como los de Don Quijote. Sus padres eran católicos y toda la familia iba a misa los domingos. Su abuela la enseñó a rezar por la noche. «Recuerdo que mi Primera Comunión la viví con emoción y alegría por recibir a Jesús por primera vez, y como una fiesta familiar para celebrarlo», explica.

De adolescente cantaba en el coro parroquial y acudía a veces a los retiros que organizaban. Eso la mantenía en su práctica religiosa, pero con fe tibia. En realidad, dice, «yo no tenía un encuentro personal con Jesús».

Mota del Cuervo, uno de sus molinos… y el ancho cielo manchego

A partir de los 17 años empezó a salir de fiestas y diversiones con los amigos. El fin de semana consistía en salir, conocer chicos, acostarse muy tarde… y tener mucho sueño el domingo por la mañana.

Matrimonio con un no creyente

Conoció un chico de su edad que no era creyente. «Le dije: me caes bien, pero no me gusta que blasfemes. Dijo que cambiaría, pero no perseveró en sus intenciones», recuerda. Él no la acompañaba a misa y la debilitaba en su fe. Pusieron fecha para casarse tras 5 años de novios, a los 23 años. «Yo quería lo que había visto en mi casa: casarme por la iglesia, para toda la vida, que mis hijos se bautizaran y que fueran a misa conmigo. No hablé de estos deseos con él: lo daba por supuesto. La semana antes de la boda, él me habló de casarnos con separación de bienes. Eso ya me sonó raro y me despertó alarmas y casi estuve a punto de aplazar la boda, aunque al final se celebró según estaba prevista».

«Una vez casada, me obsesioné en que quería tener hijos pronto. A los 2 años nació mi hijo, con tan solo 23 semanas de embarazo. El niño pasó 3 meses en la unidad de neonatos del hospital, y yo estaba con el bebé todo el día. Yo me quedaba en el hospital pero mi marido se quedaba en casa. Nuestra relación no era realmente sólida y no lo afrontamos juntos como matrimonio».

«Ya teníamos problemas de convivencia. Aunque siempre he querido ser madre, pensé que tener un hijo mejoraría las cosas. Años después entendí que esa idea es errónea, que lo más importante para que un niño sea feliz es que el matrimonio sea feliz. Pero nuestra relación tenía carencias y heridas desde el noviazgo. Una pregunta me rondaba en la cabeza y en el corazón constantemente: ¿esto es lo que mi hijo va a tener? Tenía que elegir entre vivir un infierno o velar por la felicidad de mi hijo. Sacrificando mis ideales religiosos, decidí separarme de su padre».

Ruptura familiar… y una psicóloga anti-católica

El proceso de ruptura hirió emocional y psicológicamente a Ana María. Eso la llevo a una psicóloga que la ayudó a fortalecerse en su autoestima y en sus inseguridades.

Pero un día le comentó que estaba pensando pedir a la Iglesia que examinara la nulidad de su matrimonio. La psicóloga respondió con un discurso militante anticatólico. «¿Para qué la nulidad? ¿Sabes lo que vas a sufrir?», dijo la psicóloga. «Además», insistió, «¿sabes lo que Dios opina del matrimonio? Mira, hay un versículo de la Biblia que dice que la mujer ha de ser sumisa al hombre«, le señaló indignada.

«Esa mujer me dijo que Dios y la Biblia son machistas, que Dios quería una familia patriarcal, etc… Y yo, que tenía 25 años, me indigné contra la Iglesia, contra la religión y los curas. Y dejé de ir a misa. Mi madre sufría al ver que me alejé de Dios. Y estuve un año y medio completamente alejada de la parroquia».

Un día se encontró por casualidad con un cura que había conocido en un retiro 5 años antes. «Le conté lo que dijo la psicóloga y me respondió: no está bien engancharse en un solo versículo sin entender el capítulo entero, el anterior, el contexto’. Incluso me llamó por teléfono y me detalló el contexto, el significado. Y decidí volver al coro parroquial y a misa«.

Pero ahora era una mujer separada, con un hijo pequeño, y una fe muy débil y «en el interior me dolía cada vez que oía una lectura sobre mujer o familia. A veces llegaba a misa tranquila y salía hundida. Aún no veía las cosas según el Espíritu Santo».

Buscando paz en el reiki

«Empecé una búsqueda de paz interior y felicidad. Y me puse a mirar por internet sobre reiki y yoga. Una conocida me invitó a ir a un curso de reiki. Me atraía, pero mis padres me habían educado en el ahorro, vi que valía 75 euros una jornada de 5 horas y pensé: ‘esto se sale de mi presupuesto’. Eso me salvó de ir«. Pero sentía necesidad de buscar, de llenar el vacío y la tristeza de su interior. Incluso pensaba en apuntarse a estudiar, quizá, psicología.

En septiembre de 2016 una amiga la invitó a un retiro de un solo día de la Renovación Carismática Católica en Albacete. «Me dijo que allí se cantaba, que se alababa… yo no sabía que era eso de alabar, pero pensé que un retiro no podía ser nada malo, que sería alguna charla, con oración y misa y ya está».

En los encuentros carismáticos hay mucha música y se usan mucho los gestos corporales con la música. «Al principio los gestos me daban algo de vergüenza y pensaba ‘esto no es lo mío’, pero veía una alegría real en esa gente, y yo también quería sentir eso. Abrí el corazón, me dejé llevar y me metí en una charca, pero de Espíritu Santo. Yo, que siempre tuve vergüenza de hablar en público, me presenté voluntaria para ser portavoz de nuestro grupito. Quería participar, me abrí. Plantearon unas preguntas para reflexionar y hablar. Una era: ¿qué lugar ocupa Dios en tu vida? Y caí en la cuenta de que para mí Dios no tenía ninguna prioridad, que había mil cosas más importantes antes que Dios… Hoy he aprendido y comprobado que si me ocupo de las cosas de Dios, Él se ocupa de las mías, que si me detengo y rezo, salgo con más fuerza y las cosas mejoran».

El momento de conversión y el padre Pío

La adoración eucarística de ese retiro transformó a Ana María. «Veía al Señor expuesto y a la gente que se acercaba a la custodia, gente que lloraba, rota de dolor, de heridas en su vida. Yo pensaba: ‘qué envidia, querría salir también’, pero me daba vergüenza y además estaba ayudando en el coro. Pero el sacerdote tomó la custodia y vino a mí, me bendijo con la custodia, y me dijo una frase que el Espíritu Santo le inspiraba. Me dijo esas palabras de consuelo, y rompí a llorar. Entonces sentí el amor de Dios. Sentí que Él estaba conmigo. Y sentí también que tenía que poner orden en mi vida».

Cuando volvió a casa esa noche, sintió ganas de vomitar, «como si lo malo quisiera salir de mí». A la mañana siguiente se levantó con una sensación que no había experimentado antes: «eran unas ganas tremendas de orar, una gran necesidad. Me puse a rezar el Rosario, pero me bloqueaba llorando, sintiendo que algo le pasaba a mis heridas. Eran unas lágrimas sanadoras, que me hacían bien».

Además, el sacerdote del retiro había contado que llevaba puestos unos mitones (guantes sin dedos) que habían pertenecido a San Pío de Pietrelcina, y con ellos la había bendecido. «Busqué por Internet y encontré un vídeo de José María Zavala hablando de su nulidad matrimonial y de su relación con el padre Pío, que cambió su vida. Eso me enganchó. Después del vídeo de Zavala busqué la película del padre Pío y la vi en un par de sesiones, y me tocó profundamente». Era la película del año 2000 de Carlo Carlei.

El periodista José María Zavala ha contado en numerosas ocasiones como el padre Pío cambió su vida de fe y matrimonial (aquí, sus libros sobre el santo, otras figuras religiosas y temas históricos)

Después de ver la película del padre Pío, vivió una experiencia más en su proceso. «Pensar en el padre Pío me hizo llorar toda la noche. Yo estaba mirando un crucifijo y mi mente repasaba mis pecados, todas mis decisiones equivocadas. Y al día siguiente me fui a confesar. Y esa confesión fue como una especie de rocío. Yo estaba de rodillas, confesando mis pecados. Algo me impedía levantarme. En esa confesión, entendí profundamente la importancia de la pureza. Sin duda, el padre Pío ha sido un intercesor en mi conversión», afirma.

Una vida transformada

Esta película del año 2000 sobre el Padre Pío ha divulgado mucho su figura

En el retiro había conocido «a una persona que tenía la nulidad, y eso fue un aliciente para intentarlo yo. También el ejemplo de Zavala me animó. Esa misma semana hablé con el abogado y empecé la solicitud. Ya mi vida cambió. Necesitaba rezar cada día, leer la Palabra de Dios, meditar los 5 minutos del Espíritu Santo y acudir a todos los encuentros posibles de oración y alabanza y formación carismática. Tenía sed y necesidad de vivir cerca del Señor. Tomé la decisión de no alejarme más. Había comprobado que lejos de Dios me iba mal». Ana María intenta ir a misa también entre semana, casi cada día.

Decidió abandonar amistades tóxicas «que me llevaban por malos caminos». Además, el proceso de nulidad la enseñó a entender mejor la enseñanza católica sobre el matrimonio «y a buscar en un hombre lo importante, que sea creyente, que podamos vivir la fe juntos…»

«De hecho, yo tenía otro novio cuando pedí la nulidad. En el proceso entendí que había que seguir a Jesús incondicionalmente. Y veía que mi novio era buena persona pero muy lejos de Dios, que no se abría con disponibilidad a dejar actuar al Espíritu. Y lo dejé. Mi confesor me decía que por muy buenas intenciones que yo tuviera con mi novio, mientras no consiguiera la nulidad, al tener una relación de pareja (incluso sin convivencia), era adulterio. Esto eran palabras que dolían, pero que me ayudaban a crear en mi conciencia una realidad de pecado. Al final acabé dando gracias por el hecho de que el sacerdote me hiciera pensar en la realidad de mi situación. Desde mi conversión todos los sacerdotes que he conocido me han ayudado, no he tenido nunca una mala experiencia». 

Buscando evangelizar y compartir el gozo

«Durante un par de años fui a retiros y encuentros a Albacete, a cien kilómetros de mi pueblo. Pero hace como un año descubrí que había un antiguo grupo carismático en mi pueblo, pero poco conocido, porque se reunía en una casa y no estaba registrado en los listados oficiales de la Renovación. Fui a conocer a esas hermanas, rezamos juntas y sentí que Dios me pedía animar a organizar un retiro carismático de vida en el Espíritu en el pueblo. Y lo hicimos: en un lugar pensado para 40 personas acudieron 80. En parte fue un reencuentro de gente de grupos antiguos, que se reavivaron».

Parroquia de San Miguel en Mota del Cuervo (Cuenca)

«Ahora intentamos organizar adoración perpetua en el pueblo y completar sus turnos de adoración. Por el momento, ya hay adoración cada semana. Y querría poner en marcha un grupo de oración del Padre Pío, con su imagen peregrina. Y el grupo de oración carismática pasó a ubicarse en la parroquia, abierto a todos.  Ya figura en las listas oficiales de la Renovación». El grupo se reúne en la parroquia de San Miguel Arcángel de Mota del Cuervo los sábados a las seis de la tarde y cualquier persona puede acudir a él.

Un mensaje para los alejados de Dios

A una persona alejada de la fe, Ana María les diría: «yo te entiendo, yo he estado ahí, y hay mil tentaciones al alcance de la mano, incluso en el móvil. Pero aconsejo a la gente que haga un seminario de Vida en el Espíritu, o un par al año, para avivar la fe. Animo a ir a grupos de oración. Cuando experimentas la misericordia del Señor y tienes un encuentro con Jesús ves que nada hay más atrayente que el amor de Dios«.

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