Ángelo Ragosta y Paola eran novios, tenían fecha para la boda, pero Dios los llamó: él es sacerdote y ella monja carmelita

* «Fuimos a la conferencia sobre la Renovación en el Espíritu Santo en Rimini y Dios le hizo entender a Paola que quería que fuera suya, pero ella no pudo aceptarlo. Me dejó por primera vez en mayo. Después de un tiempo nos volvimos a juntar porque ella no podía decir su «sí» al Señor. En octubre, sin embargo, Dios superó sus obstáculos y Paola me dejó, concluyendo definitivamente nuestra historia»

Camino Católico.-  Estaban comprometidos, tenían fecha para la boda y ya estaban buscando casa, pero Dios tenía otros planes para ellos: hoy son monja y sacerdote. Se trata de Ángelo Ragosta y Paola, quienes, después de 10 años de noviazgo, descubrieron que el Señor los estaba llamando a la vida consagrada.  El pasado 21 de abril Angelo Ragosta celebró diez años de su ‘si’ a Dios en su ordenación sacerdotal y Paola en cambio de su «llamada» como monja de clausura, carmelita descalza, con el nombre de Sor María Giuseppina del Amor Encarnado.

«Nuestros años de noviazgo pasaron rápido, hasta el día en que llegó a la parroquia, cerca de la casa de Paola, el joven vicepárroco Don Michele Madonna, actual párroco de Santa Maria di Montesanto en Nápoles, que nos hizo conocer a Jesús vivo. Siempre repetía: ’muchachos, pregúntenle a Dios qué piensa de ustedes, cuál es su sueño para cada uno de ustedes”, relata Angelo Ragosta, que explica su historia y la de Paola al periódico italiano Avvenire. 

Paola eligió el nombre de Sor Maria Giuseppina y en la imagen se la ve tras la reja del monasterio de clausura de las Carmelitas Descalzas

La boda de Paola y Angelo ya estaba planeada, ellos buscaban casa mientras Paola completaba sus estudios universitarios de economía.

No hubo boda, pero “recibimos un Sacramento juntos -confiesa don Angelo- y es el de la Confirmación, el 1 de mayo de 2006. Con la Confirmación -continúa- para mí todo se puso  patas arriba. Continué mi vida trabajando como electricista industrial, pero en el fondo cada vez estaba más inquieto. Tenía un salario, salía con amigos y amigas, pero todo era de mal gusto y parecía que no era suficiente para mí. Lo tenía todo, pero no era feliz».

Justo cuando encuentran una casa, Angelo es dejado por su novia. «Fuimos a la conferencia sobre la Renovación en el Espíritu Santo en Rimini y Dios le hizo entender a Paola que quería que fuera suya, pero ella no pudo aceptarlo. Me dejó por primera vez en mayo. Después de un tiempo nos volvimos a juntar porque ella no podía decir su «sí» al Señor. En octubre, sin embargo, Dios superó sus obstáculos y Paola me dejó, concluyendo definitivamente nuestra historia».

Don Angelo Ragosta cuando fue ordenado sacerdote en Nápoles por el cardenal Sepe

Una noche, incluso Angelo dice su «sí» definitivo a Dios: «Después de haber rezado las Vísperas, le hago a Dios la fatídica pregunta con la que Don Michele nos había insistido durante los años en que frecuentábamos la parroquia. Le pregunto: ‘¿pero por qué estoy en la tierra? ¿Qué quieres de mí?’ Abro la Biblia, la que había recibido como regalo del padrino de la Confirmación, la figura que había elegido entre las personas que frecuentaban mi comunidad parroquial y que, en lugar de darme un objeto inútil, me había traído la Palabra como un regalo. Y leo: “Antes que te formase en el vientre te conocí, antes que nacieras te santifiqué (Jeremías 1:4-5)”.

Desde ese momento Angelo comienza su discernimiento. Ingresó al seminario a los 26 años, a los 33 fue ordenado sacerdote por el entonces arzobispo de Nápoles, cardenal Crescenzio Sepe. En 2018 Angelo solicitó y obtuvo del arzobispo la autorización para tener una experiencia de apostolado en la misión católica de Wuppertal, Alemania. Después de cinco años acepta la propuesta de trasladarse a Mühlacker, todavía en Alemania, donde actualmente se dedica al servicio pastoral de las comunidades italianas.

«Cada vez que estoy en Nápoles voy al monasterio de sor Maria Giuseppina. La historia no ha cambiado tanto: cuando estaba comprometida me sermoneaban. ¡Me siguen retando hasta siendo sacerdote!», concluye.


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