Aroa Carrasco fue abusada de niña, vivió en el desenfreno, drogas, sexo, aborto… hasta que en Medjugorje vio a Jesús en la hostia: «Me confesé y volví a nacer en Dios»

* «El sacerdote expuso al Santísimo, estaba distraída y de repente, me quedé mirando y pensé: ‘Que imagen más bonita de Jesús han impreso en la hostia'» Pero cuando se lo dije a mi tía, ella no vio nada. Pensando que era mi imaginación, volví a mirar. Y ahí estaba Él. El hombre más bello que he visto en mi vida por el amor que desprendía. Recuerdo cómo me miraba, como diciendo ‘Te quiero, te perdono, te estaba esperando’. Y tras volver a apartar la mirada entre lágrimas, la imagen seguía estando… Dios me ha curado todas mis heridas, me ha mostrado mis miserias para transformarlas en perdón»

Vídeo del testimonio de Aroa Carrasco en Mater Mundi TV

A.L.M. / Camino Católico. Aroa Carrasco estudió en un colegio católico pero en su entorno familiar Dios estaba totalmente ausente. Sufrió abusos durante la infancia, algo que le marcó durante mucho tiempo. A los 14 años afrontó la separación de sus padres, otro hecho que afectó profundamente a su adolescencia. “A esa edad ya estaba llena de rabia, rencores y odio, y cero amor propio”, confiesa Aroa Carrasco a Mater Mundi TV. Con esos precedentes, la joven acabó cayendo en un infierno de relaciones y hábitos tóxicos que desembocaron en un embarazo no deseado y en un aborto. Dios se hizo presente en su vida en Medjugorje cuando vio la imagen de Cristo en la hostia expuesta para la adoración, se confesó y “murió la antigua Aroa y nació la nueva, en Dios”.

Fue a los 6 años cuando Aroa Carrasco quedó traumatizada al empezar a sufrir abusos y fue el inicio de su descenso a un infierno personal que cuenta así:

“A la corta edad de seis años vino el primer varapalo para mi vida. Por motivos laborales, mis padres nos tenían que dejar al cuidado de un familiar y en esa casa vivía otra persona que tenía adicción al alcohol, lo que hizo que cometiera abusos sexuales contra mí. No sabría decir el tiempo que duraron porque yo era muy pequeña. Lo único que recuerdo es que cada vez iban más lejos. Yo no decía nada pues por tener la mente tan pequeñita en ese momento y sabes que no te gusta la situación que estás viviendo, pero no sabes si es culpa tuya.

Al final, lo comenté con mis padres porque ya no aguantaba más y ellos reaccionaron de la mejor manera que consideraron. Fueron a enfrentar a esta persona, pero para mí en ese momento no fue suficiente. Durante muchos años guardé como una decepción, una rabia hacia mis padres de queno habían buscado venganza, meterlo en la  cárcel o incluso golpearle. Hoy gracias a Dios. lo veo de otra manera y estoy súper orgullosa de ellos y de que reaccionarán de esta manera tan correcta, con tan buen corazón.

A la edad de los catorce años me llega el segundo varapalo, que para mí es de lo más duro que he vivido: mis padres se separan. Aún recuerdo la imagen de mi padre saliendo con las maletas de casa y mi hermano y yo llorando. Se me desmoronó la vida.

Nos quedamos en un principio a vivir con mi madre, pero mi relación con ella cada vez iba de mal en peor y empeoró más todavía cuando conoció a su nueva pareja. Por motivos laborales nos comenta que nos tenemos que ir a vivir a otra ciudad, lo que implicaba cambiar de instituto, de amistades y de pueblo, por lo que nos negamos a trasladarnos. Un día tuvimos una discusión fuerte ella y yo y decido irme a vivir con mi padre y mi abuela.

A los 15 años conocí a un chico, mucho más mayor que yo, que tenía problemas con el alcohol y las drogas.  La relación se basaba en drogarnos, salir de fiesta y maltratarnos. Dejé la relación, pero seguí con esa vida. Lo primero que hacía cada mañana era tomar mi dosis, aunque estuviese mi familia en casa.

Me acostaba con hombres de la mitad de los cuales no conocía ni su nombre. Para mí eran trozos de carne, y yo misma sentía que lo era.

A los 18 años supe que estaba embarazada. Quería tener al niño, pero su padre no quiso saber nada de la criatura ni de mi. Fui cobarde, tendría que haber buscado más opciones. Pero aborté a mi hijo.

La sociedad te vende que estas decidiendo sobre tu cuerpo, cuando en realidad decides sobre otro ser humano. Nadie te habla del vacío que queda después, de la culpabilidad o de las pesadillas con niños”.

Aroa Carrasco y su boda con Isaac

Aroa manda “besos al cielo” a su hijo cada día, le encomienda en misa y espera al día de reunirse con el Señor para abrazarle.

Estuvo años afrontando y queriendo superar la situación y entonces se encontró con Isaac.

“Empezamos a quedar como amigos y se preocupaba por mí sin buscar nada a cambio. Me trataba con amor, delicadeza y cariño”, como nunca nadie la había tratado. Empezamos a salir, y a los 15 días me propuso irme a vivir con él. A los tres meses de convivencia, me quedé embarazada de nuevo. Pese a lo jóvenes que éramos, lo recibimos con mucha alegría. Hoy, Natalia tiene 10 años.”

Aroa había entablado una profunda relación con su suegra, la madre de Isaac, su novio, que falleció dos años después: “Lloraba en silencio porque Isaac ya tenía bastante”. Un día por la noche, cuando hacía pocos días que habían enterrado a su suegra y ella no podía dormir, Aroa vivió una experiencia que le cambió la vida: “Abrí la puerta del baño y estaban todas las ventanas cerradas cuando noté una ráfaga de aire muy fuerte con un intenso olor a rosas. Me quedé tan paralizada que no podía ni caminar”.

Contó lo ocurrido a su tía, la única católica de su familia: “No indagó mucho, pero al verme abierta espiritualmente me propuso ir al cine a ver una película sobre Medjugorje”. Al salir de verla, solo podía pensar una misma idea: “Yo quiero ir allí”.

 “Sin saber cómo ni por qué, comienzo a ir sola a misa y a hacerme preguntas existenciales, hasta que un día sentí que aunque llevaba cuatro años casada civilmente, no estaba casada. Isaac y yo nos dimos el sí ante el Señor. Fue uno de los días más bonitos de mi vida”, asegura. Era marzo de 2014.

Posteriormente, se fue a Medjugorje con su tía:

“En uno de los primeros días de viaje, cuando comenzó la adoración y el sacerdote expuso al Santísimo, estaba distraída y de repente, me quedé mirando y pensé: ‘Que imagen más bonita de Jesús han impreso en la hostia'» Pero cuando se lo dije a mi tía, ella no vio nada.

Pensando que era mi imaginación, volví a mirar. Y ahí estaba Él. El hombre más bello que he visto en mi vida por el amor que desprendía. Recuerdo cómo me miraba, como diciendo ‘Te quiero, te perdono, te estaba esperando’. Y tras volver a apartar la mirada entre lágrimas, la imagen seguía estando”.

Por primera vez después de 15 años, Aroa se confesó: “Pese a volver transformada, me consideraba católica, pero a la carta”. Durante algunos años pasó por recaídas hasta que una anemia aguda le inhabilitó prácticamente por completo. Era noviembre de 2020.

“Me acogí a Él. Recorrer las seis calles desde mi casa hasta la iglesia me costaba como una etapa del camino de Santiago, era como subir una montaña”, asegura. Cada día Aroa se arrastraba y hasta que llegaba a la iglesia y cuando llegaba se dejaba caer de rodillas pidiendo su sanación.

“Si todo esto que me ocurre lo permites para que vuelva a ti, lo haré encantada, rezaba. Y como si de una metamorfosis se tratara. Murió la antigua Aroa y nació la nueva, en Dios. Me ha curado todas mis heridas, me ha mostrado mis miserias para transformarlas en perdón”, testimonia.

Aroa empezó entonces a rezar especialmente por quien abusó de ella durante su infancia y por su conversión, y admite que, de encontrar al Señor y acudir a ella, “estaría encantada de abrazarle y decirle que todos hemos cometido errores”. Está agradecida con Dios, por su vida, su matrimonio “y por una hija que nunca hubiera imaginado. Todas las alabanzas y agradecimientos que le pueda dar van a ser míseros para todo lo que le debo. Soy feliz, y muy agradecida con el Señor”.

Publicado originalmente en Camino Católico en diciembre de 2021


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