Benedicto XVI / Ángelus 4/11/2012: «Amar incluso a quien no lo merece, como Dios hace con nosotros»

4 de noviembre de 2012.-  (13 TV / Camino Católico) La actitud ante la Palabra de Dios “ha de ser escucharla, meditarla y guardarla en el corazón”, ha afirmado el Papa en el saludo a los peregrinos de lengua española reunidos en la plaza de San Pedro. Con ellos y tantos otros peregrinos venidos de diversas partes del mundo, harezado la oración dominical del Ángelus, desde la ventana de su estudio. El Santo Padre expresó que “si el amor de Dios ha echado raíces profundas en una persona, esta es capaz de amar incluso a quien no lo merece, así como Dios hace con nosotros”, para concluir que “la misma Persona de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor a Dios y al prójimo”.  En el vídeo se visualiza y escucha traducida al castellano la intervención integra de Benedicto XVI. El texto de las palabras del Papa es el siguiente:

¡Queridos hermanos y hermanas!

El evangelio de este domingo (Mc. 12,28-34) nos propone la enseñanza de Jesús sobre el mandamiento más importante: el mandamiento del amor, que es doble: amar a Dios y amar al prójimo.

Los santos, que acabamos de celebrar juntos en una única fiesta solemne, son aquellos que, confiando en la gracia de Dios, tratan de vivir de acuerdo a esta ley fundamental. De hecho, el mandamiento del amor lo puede aplicar plenamente quien vive en una relación profunda con Dios, así como el niño se hace capaz de amar a partir de una buena relación con su madre y su padre.

San Juan de Ávila, a quien recientemente he proclamado Doctor de la Iglesia, escribe así al inicio de su Tratado del Amor de Dios: «La razón, dice, que empuja mayormente nuestro corazón al amor de Dios, es el considerar profundamente el amor que Él tuvo por nosotros… Esto, además de los beneficios, mueve el corazón a amar; porque el que hace al otro un beneficio, le da algo que tiene; pero el que ama, se entrega a sí mismo con todo lo que tiene, sin que le quede algo más para dar» (n. 1). Antes de ser un mandato -el amor no es un mandato-, es un regalo, una realidad que Dios nos hace conocer y experimentar, de modo que, como una semilla pueda también germinar dentro de nosotros, y desarrollarse en nuestra vida.

Si el amor de Dios ha echado raíces profundas en una persona, esta es capaz de amar incluso a quien no lo merece, así como Dios hace con nosotros. El padre y la madre no quieren a sus hijos solo cuando se lo merecen: lo aman siempre, aunque es natural que le hacen entender cuando se equivocan.

De Dios, aprendemos a querer siempre y solamente el bien y el nunca mal. Aprendemos a mirar al otro no solo con nuestros ojos, sino con la mirada de Dios, que es la mirada de Jesucristo. Una mirada que sale del corazón y no se detiene en lo superficial, va más allá de las apariencias y captura los más profundos anhelos del otro: de ser escuchado, de una atención gratuita; en una palabra: de amor. Pero también se produce en la dirección opuesta: que abriéndome al otro tal como es, yendo hacia él, haciéndome disponible, me abro también para conocer a Dios, para sentir que está allí y que es bueno. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables y están en relación recíproca.

Jesús no inventó ni lo uno ni lo otro, pero reveló que son, después de todo, un solo mandamiento, y lo hizo no solo con la palabra, sino sobre todo con su testimonio: la persona misma de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor de Dios y del prójimo, como los dos brazos de la Cruz, vertical y horizontal. En la Eucaristía, Él nos da este doble amor, dándose a Sí mismo, porque, alimentados de este Pan, nos amamos los unos a otros como Él nos ha amado.

Queridos amigos, por intercesión de la Virgen María, oramos a fin de que todo cristiano sepa mostrar su fe en el Dios único y verdadero con un claro testimonio de amor al prójimo.

 (El Papa ha dicho en español:)

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los profesores y alumnos del Instituto Bioclimático de Badajoz (España). Con el mandamiento del amor que se proclama hoy en el Evangelio, Jesús nos indica cual ha de ser nuestra actitud ante su palabra: escucharla, meditarla y guardarla en el corazón, haciendo de nuestra vida un testimonio gozoso y continuo de caridad. Que la Virgen María, Madre del Amor hermoso, sea para todos modelo de constancia y fidelidad en el bien obrar. Feliz domingo.

Benedicto XVI

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