Carolina se encontró con Cristo leyendo los evangelios: «Vi que Jesús era mi amigo y que a pesar de mi discapacidad, Dios me a querido así y era hermosa a sus ojos»

«Me gustaría decir a las personas que se rebelan contra Dios: No temas tu cólera. ¡Cuéntasela! Yo, cuando las cosas no van bien, se lo digo claramente. Pero díselo dejando el corazón abierto, es decir, dejándole la posibilidad de unirse a ti. Si uno dice que está irritado pero no quiere escuchar lo que Él tenga que decirnos, Él no va a forzar la puerta para hacerlo. Y luego un segundo consejo: Abrid un libro, abrid la Palabra de Dios, id a ver a algún sacerdote o a otros creyentes para preguntarles. No dudéis en plantear preguntas. ¡No es un pecado ser inteligente! Y confiad en Dios. Él os ama. Tenéis a sus ojos un valor increíble. Es lo que yo he vivido verdaderamente. ¡Qué triste está el Señor cuando alguien no se ama a sí mismo, sobre todo en su cuerpo! Así pues, ¡confianza!» 

A.L.M. / Camino Católico.- Carolina tiene 37 años y vive en Toulouse. Padece una osteogénesis imperfecta o síndrome de los huesos de cristal, un trastorno genético que da lugar a fragilidad y deformación ósea. Por ese motivo estuvo acudiendo desde los tres años a un centro de rehabilitación. Allí fue haciendo muchos amigos, algunos de ellos creyentes, “y principalmente musulmanes”, explica en un vídeo de Découvrir Dieu: “Como crecí con ellos, la cuestión de Dios siempre formó parte de mi día a día”. Pero fue a partir de los 27 años cuando viendo a sus amigos musulmanes empezó a leer el Corán, luego el Antiguo Testamento y finalmente el Nuevo Testamento. Se encontró con Cristo y se hizo bautizar, recibió la comunión y la confirmación. Esta es su historia contada por ella misma en primera persona:

Carolina se sintió amada por Dios incluso en su capacidad cuando lo conoció
«Le dije a Dios: ‘Vale, si realmente eres Dios, muéstramelo. Quiero creerlo, pero ¡muéstramelo!’ Y poco a poco, ¡me lo mostró! y aprendí a tener confianza en Él»

Mi nombre es Carolina. Tengo 37 años y vivo en Toulouse y voy a contar mi encuentro con Jesús.

Tengo una osteogénesis imperfecta o síndrome de los huesos de cristal y por eso, debido a esta enfermedad que es de nacimiento, me enviaron, cuando tenía 3 años, a un centro de rehabilitación, en el que conocí a muchos amigos. Y, en particular, tenía amigos creyentes, principalmente musulmanes. Como crecí con ellos, la cuestión de Dios siempre formó parte de mi día a día.

Cuando tenía 10 años, como ellos rezaban, yo también tenía ganas de rezar y de aprender a rezar. Pero rezar en mi lengua, el francés. Empecé a ir a catequesis y me enseñaron a rezar dos oraciones, el Padre Nuestro y el Ave María. Pero yo tenía muchas cosas que decirle a Dios y eso me parecía demasiado poco. Entonces completé mi formación y recibí el bautismo y la primera comunión, pero no perseveré en la fe. Oraba a Dios, esencialmente cuando tenía algún problema. Y a pesar de todo, siempre pensé que Dios me escuchaba.

A partir de los 27 años se comercializó el iPhone y la síntesis de voz, lo que me dio acceso a los libros, ya que tengo discapacidad visual y con la síntesis de voz podía tener acceso a ellos muy fácilmente. Empecé a investigar. Muchos de mis amigos parecían felices porque habían encontrado su lugar, es decir, su Iglesia o su religión, también alguna conversión al islam… Me dije que a mí también me gustaría encontrar mi lugar, mi Iglesia, mi Dios… saber dónde está la Verdad. Empecé una búsqueda de la Verdad

En primer lugar comencé a leer el Corán porque lo leían y rezaban mis amigos musulmanes. Y así conocí el Antiguo Testamento. En él hallé el relato de numerosas guerras, y pensando que Dios no podía querer algo así. Y entonces, desesperada, me dije: “Voy a leer el Nuevo Testamento”, donde se relata la vida de Jesús, los Evangelios católicos. Y cuando los leí, empecé por la primera página  Evangelios, es decir el primero, comencé por la página uno, de hecho, estuve de acuerdo y me impacto lo que dice Jesús: “Cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará” (Mt 6, 6).

Carolina aconseja como conocer a Dios y relacionarse con Él después de la experiencia de conversión que ella vivió

Esa era una realidad que yo ya vivía, yo rezaba en mi habitación y hablaba con Dios normalmente, por ejemplo para pedirle ayuda en los exámenes. Luego descubrí el Sermón de la Montaña, donde Jesús hace una promesa de felicidad a los pobres, a los tristes… lo que se llaman las Bienaventuranzas. Me gustó y dije: “Estoy de acuerdo con Él”.

Y eso fue un problema serio porque realmente no me apetecía ser católica. Pero le dije a Dios: “Vale, si realmente eres Dios, muéstramelo. Quiero creerlo, pero ¡muéstramelo!”. Y poco a poco, con el paso de los meses… ¡me lo mostró! No sé exactamente cómo, pero poco a poco aprendí a tener confianza en Él.

A partir de ese momento comencé a ir a misa y conocí a un sacerdote, también religioso, a quien pregunté: ‘Y vosotros los católicos, ¿en qué creéis?’ Él se tomó su tiempo y quedamos para explicarme un poco los fundamentos de la fe católica. Me pareció intelectualmente coherente. Pero quise conocer otros sacerdotes, otros medios, otras espiritualidades en la Iglesia… pues sentía cierto pánico a caer en una secta o a que me hiciesen un lavado de cerebro. Así que visité a muchos sacerdotes distintos, incluso en ciudades distintas, para estar segura de que los fundamentos eran coherentes.

Una vez que estuve convencida de esto, pedí la confirmación que recibí en 2014, un sacramento de iniciación cristiana. Descubrí que Jesús podía ser mi amigo, algo realmente muy importante para mí porque crecí lejos de mi familia, fundamentalmente rodeada de amigos. Así que saber que Jesús era un amigo con quien podía hablar normalmente porque era Dios y hombre me hizo sentirme mucho menos sola.

En la oración, empecé a vivir algo que me dio la conciencia fortísima de que, a pesar de mi cuerpo diferente, a pesar de mi discapacidad, Dios me había querido así, que yo era hermosa a sus ojos, que yo no era un error, que ser discapacitada no es una cruz, es lo que soy. Y eso me dio una fuerza tremenda que aún conservo diez años después, aunque la vida de oración es hoy más complicada, porque… en fin, uno tiene que luchar, como todo el mundo. Pero eso no me impide reconocer que la percepción de mi dignidad como mujer y como persona ante los ojos de Dios nació ahí.

Me gustaría decir a las personas que se rebelan contra Dios: No temas tu cólera. ¡Cuéntasela! Yo, cuando las cosas no van bien, se lo digo claramente. Pero díselo dejando el corazón abierto, es decir, dejándole la posibilidad de unirse a ti. Si uno dice que está irritado pero no quiere escuchar lo que Él tenga que decirnos, Él no va a forzar la puerta para hacerlo.

Y luego un segundo consejo: Abrid un libro, abrid la Palabra de Dios, id a ver a algún sacerdote o a otros creyentes para preguntarles. No dudéis en plantear preguntas. ¡No es un pecado ser inteligente! Y confiad en Dios. Él os ama. Tenéis a sus ojos un valor increíble. Es lo que yo he vivido verdaderamente. ¡Qué triste está el Señor cuando alguien no se ama a sí mismo, sobre todo en su cuerpo! Así pues, ¡confianza!

Carolina

El video del testimonio de Carolina en francés


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