Comentario a la segunda lectura del 1er domingo de adviento: El mundo que viene / Por P. José María Prats

* «Pero para dejar las actividades de las tinieblas y conducirnos como en pleno día es necesario «pertrecharse con las armas de la luz»: la oración, los sacramentos, el estudio y meditación de la Palabra de Dios, la abnegación y el ejercicio de la caridad”

LECTURA        Rm 13, 11-14

Hermanos: Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz.

Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo

COMENTARIO

P. José María Prats / Camino Católico.- Un espectáculo precioso que probablemente muchos habréis tenido la oportunidad de contemplar es ver amanecer desde el avión. Primero aparece en la oscuridad de la noche un arco de luz de infinidad de colores en el horizonte, después asoman los primeros destellos del sol y poco a poco este frente de luz va avanzando y creciendo hasta invadirlo todo con su claridad, revelando con nitidez los contornos y formas de todas las cosas.

Esta es –como nos ha dicho San Pablo- una figura preciosa de la realidad histórica presente: «La noche está avanzada, el día se echa encima», es decir, está amaneciendo. El sol representa a Cristo resucitado del que nos llegan ya esos primeros destellos de luz que San Pablo llama «las primicias del Espíritu» (Rm 8,23), y ese arco iluminado por el sol en el horizonte es el Reino de Dios que avanza rápidamente hacia nosotros hasta que alcance su plenitud en la parusía, cuando Cristo venga con gloria para juzgar a vivos y muertos y recapitular en Él todas las cosas.

¿Qué hemos de hacer ante esta realidad que se avecina? San Pablo responde: «Dejemos las actividades de las tinieblas y (…) conduzcámonos como en pleno día». Porque ahora la oscuridad de la noche nos permite todavía vivir en la mentira, centrados en nosotros mismos, en el empeño por satisfacer nuestras pasiones, en la autocomplacencia que ignora la miseria humana; pero cuando llegue la plenitud del Reino de Dios, iluminará con tal fuerza la verdad de la condición humana, que ya no será posible seguir viviendo en la ambigüedad de las tinieblas. Dios es amor, donación de sí mismo, y su plena soberanía en el mundo supondrá la hegemonía del amor, de la vida vivida como don recibido y entregado. El que no entre ya ahora en este paradigma no podrá vivir en el mundo que viene, porque no se habrá capacitado para participar de los dinamismos de mutua donación que engendran y alimentan la vida.

Pero para dejar las actividades de las tinieblas y conducirnos como en pleno día es necesario –nos dice San Pablo- «pertrecharse con las armas de la luz» y «vestirse del Señor Jesucristo». Sólo podemos prepararnos para vivir en la plenitud de la luz viviendo ya desde ahora en la luz de «las primicias del Espíritu», de esos primeros fulgores que nos llegan del sol naciente que es Jesucristo resucitado. Con un juego de espejos se puede crear un sencillo dispositivo óptico que capture y retenga los débiles destellos del sol naciente creando un espacio potentemente iluminado en medio de la oscuridad. He aquí una figura preciosa de la vida espiritual donde los espejos representan las «armas de la luz» mencionadas por San Pablo, armas como la oración, los sacramentos, el estudio y meditación de la Palabra de Dios, la abnegación y el ejercicio de la caridad, con cuya ayuda amplificamos y retenemos en nosotros al Espíritu Santo que nos viste del Señor Jesucristo para caminar a su luz, como en pleno día, en un mundo que todavía se debate entre las tinieblas y la luz.

Los inversores en bolsa darían lo que fuera por saber lo que va a ocurrir en los mercados de valores. Si supieran que una determinada empresa va a hundirse y otra va a encumbrarse transferirían rápidamente de una a otra todo el capital, antes de que fuera demasiado tarde. Nosotros tenemos esta información privilegiada: sabemos que la existencia humana edificada sobre las bases del materialismo, la codicia, el egoísmo y la explotación va a derrumbarse. Ha llegado, pues, el momento de poner todo nuestro capital en el Reino de Dios. Y hay que hacerlo ya, antes de que sea demasiado tarde, porque el Hijo del Hombre vendrá como un ladrón en la noche.

P. José María Prats

 ORACIÓN      (Himno de la Liturgia de las Horas)

Cuando la muerte sea vencida

y estemos libres en el reino,

cuando la nueva tierra nazca

en la gloria del nuevo cielo,

cuando tengamos la alegría

con un seguro entendimiento

y el aire sea como una luz

para las almas y los cuerpos,

entonces, sólo entonces, estaremos contentos.

 

Cuando veamos cara a cara

lo que hemos visto en un espejo

y sepamos que la bondad

y la belleza están de acuerdo,

cuando, al mirar lo que quisimos,

lo veamos claro y perfecto

y sepamos que ha de durar,

sin pasión, sin aburrimiento,

entonces, sólo entonces, estaremos contentos.

 

Cuando vivamos en la plena

satisfacción de los deseos,

cuando el Rey nos ame y nos mire,

para que nosotros le amemos,

y podamos hablar con él

sin palabras, cuando gocemos

de la compañía feliz

de los que aquí tuvimos lejos,

entonces, sólo entonces, estaremos contentos.

 

Cuando un suspiro de alegría

nos llene, sin cesar, el pecho,

entonces -siempre, siempre-, entonces

seremos bien lo que seremos.

 

Gloria a Dios Padre, que nos hizo,

gloria a Dios Hijo, que es su Verbo,

gloria al Espíritu divino,

gloria en la tierra y en el cielo.

Amén.


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