Homilía del Evangelio del Domingo: El ministerio profético del cristiano / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

* «El Bautista inauguraba la nueva profecía cristiana, que no consiste en anunciar una salvación futura (‘en los últimos tiempos’), sino en revelar la presencia escondida de Cristo en el mundo. ¿Qué tiene que decirnos todo esto a nosotros? Que también debemos mantener juntos esos dos aspectos del ministerio profético: compromiso por la justicia social por una parte, y anuncio del Evangelio por otra. No podemos partir por la mitad esta tarea, ni un sentido ni en otro. Un anuncio de Cristo, sin el acompañamiento del esfuerzo por la promoción humana, resultaría desencarnado y poco creíble; un compromiso por la justicia, privado del anuncio de fe y del contacto regenerador con la palabra de Dios, se agotaría pronto, o acabaría en estéril contestación. Nos dice también que anuncio del Evangelio y lucha por la justicia no deben quedarse como cosas yuxtapuestas, sin vínculo entre sí. Debe ser precisamente el Evangelio de Cristo el que nos impulse a luchar por el respeto del hombre, de forma que se haga posible a todo hombre ‘ver la salvación de Dios’»

Juan el Bautista, profeta del Altísimo: II Domingo de Adviento (Ciclo C):

Baruc 5, 1-9; Filipenses 1, 4-6.8-11; Lucas 3, 1-6

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. / Camino Católico.-  El Evangelio de este domingo se ocupa por entero de la figura de Juan el Bautista. Desde el momento de su nacimiento, Juan el Bautista fue saludado por su padre Zacarías como profeta: «Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos» (Lc 1, 76).

juan2.jpg¿Qué hizo el Precursor para ser definido como un profeta, es más, «el mayor de los profetas» (Lc 7, 28)? Ante todo, tras la estela de los antiguos profetas de Israel, predicó contra la opresión y la injusticia social. En el Evangelio del domingo siguiente le oiremos decir: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo». A los publicanos [recaudadores de impuestos. Ndt.], que tan frecuentemente desangraban a los pobres con requerimientos arbitrarios, les dice: «No exijáis más de lo que os está fijado». A los soldados, inclinados a la violencia: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas» (Lc 3, 11-14). También las palabras sobre los montes que hay que rebajar, los barrancos por colmar y los pasos tortuosos por hacer rectos, podríamos hoy entenderlas así: «Toda injusta diferencia social entre riquísimos (los montes) y paupérrimos (los barrancos) debe ser eliminada o al menos reducida; los caminos tortuosos de la corrupción y del engaño deben ser enderezados».

Hasta aquí reconocemos fácilmente la idea que actualmente tenemos del profeta: alguien que impulsa al cambio; que denuncia las deformaciones del sistema, que apunta su dedo contra el poder en todas sus formas –religioso, económico, militar- y se atreve a gritar en la cara del tirano: «¡No te es lícito!» (Mt 14, 4).

Pero Juan el Bautista hace también una segunda cosa: da al pueblo el «conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados» (Lc 1, 77). ¿Dónde está, podríamos preguntarnos, la profecía en este caso? Los profetas anunciaban una salvación futura; pero Juan el Bautista no anuncia una salvación futura; indica a uno que está presente. Él es quien apunta su dedo hacia una persona y grita: «¡Aquí está!» (Jn 1, 29). «Aquello que se ha esperado durante siglos y siglos está aquí, ¡es Él!». ¡Que estremecimiento debió recorrer aquel día el cuerpo de los presentes que le oyeron hablar así!

Los profetas tradicionales ayudaban a sus contemporáneos a superar el muro del tiempo y mirar el futuro, pero él ayuda a superar el muro, aún más grueso, de las apariencias contrarias y permite descubrir al Mesías oculto tras el aspecto de un hombre como los demás. El Bautista inauguraba así la nueva profecía cristiana, que no consiste en anunciar una salvación futura («en los últimos tiempos»), sino en revelar la presencia escondida de Cristo en el mundo.

juanelbautistajesus2.jpg¿Qué tiene que decirnos todo esto a nosotros? Que también debemos mantener juntos esos dos aspectos del ministerio profético: compromiso por la justicia social por una parte, y anuncio del Evangelio por otra. No podemos partir por la mitad esta tarea, ni un sentido ni en otro. Un anuncio de Cristo, sin el acompañamiento del esfuerzo por la promoción humana, resultaría desencarnado y poco creíble; un compromiso por la justicia, privado del anuncio de fe y del contacto regenerador con la palabra de Dios, se agotaría pronto, o acabaría en estéril contestación.

Nos dice también que anuncio del Evangelio y lucha por la justicia no deben quedarse como cosas yuxtapuestas, sin vínculo entre sí. Debe ser precisamente el Evangelio de Cristo el que nos impulse a luchar por el respeto del hombre, de forma que se haga posible a todo hombre «ver la salvación de Dios». Juan el Bautista no predicaba contra los abusos como agitador social, sino como heraldo del Evangelio, «para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto» (Lc 1, 17).

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. 

Evangelio

En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

«Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios».

Lucas 3, 1-6


Para entrar en el catálogo y en la tienda pincha en la imagen

Comentarios 0

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad