Homilía del evangelio del Domingo: En Cristo Dios ha hecho nuevas todas las cosas, y esta novedad radical se manifiesta ya en la concepción misma de Jesús / Por P. José María Prats

* «Esta concepción se realiza sin concurso de varón, por obra y gracia del Espíritu Santo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios». Ahora, pues, es Dios mismo quien va a venir a habitar en medio de su pueblo. Vamos a revivir muy pronto el nacimiento del Hijo de Dios. Acojámoslo en nuestra vida diciendo con María «hágase en mí según tu palabra», para que Él pueda hacer nuevas todas las cosas”

Cuarto domingo de Adviento – Ciclo B:

2 Samuel 7, 1-5.8b-12.14a.16 / Salmo 88 / Romanos 16, 25-27 / Lucas 1, 26-38

P. José María Prats / Camino Católico.- Este cuarto domingo de Adviento nos propone la meditación del misterio de la concepción del Niño que está a punto de nacer. Se trata de un texto de una gran riqueza teológica del que sólo voy a comentar un aspecto central: Este misterio había sido anunciado desde antiguo por los profetas, pero su cumplimiento se realiza de modo sorprendente y desbordando todas las expectativas; la encarnación del Hijo de Dios en las entrañas de María va a suponer una nueva creación del ser humano.

La concepción y nacimiento del Mesías fue un hecho anunciado desde antiguo.

El texto del evangelio remarca mucho que lo que está aconteciendo supone el cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo, pues el anuncio del ángel Gabriel a María está tejido con citas del Antiguo Testamento donde se hicieron estas promesas:

–      «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» recoge la profecía de Isaías: «la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel» (Is 7,14).

–      «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» recoge la profecía de Natán a David que hemos escuchado en la primera lectura: «Afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza …  Tu casa y tu reino durarán por siempre en mí presencia; tu trono permanecerá por siempre» (2 Sam 7,12.16). Antes, al presentar a la Virgen, ya se había dejado bien claro que el hombre con quien estaba desposada era «de la estirpe de David».

Lo que fue anunciado se realiza de modo sorprendente y desbordando todas las expectativas.

Hay una clave que pasa desapercibida a muchos lectores, y es que antes y después del relato de la anunciación se menciona que esto ocurre al sexto mes de la concepción de Juan Bautista: El texto anterior termina diciendo que, tras su concepción, Isabel estuvo cinco meses sin salir de casa y «en el sexto mes» el ángel Gabriel fue enviado a Nazaret; y el anuncio del ángel termina insistiendo nuevamente en que «ya está de seis meses la que llamaban estéril».

Se trata de un recurso bíblico muy conocido llamado inclusión: cuando un pasaje empieza y termina con la misma idea, se nos está diciendo que esa idea es su clave interpretativa. La concepción de Jesús al sexto mes de la de Juan Bautista nos indica que lo que ha sucedido en ese día en Nazaret es una nueva creación del ser humano. El primer capítulo del Génesis nos presenta la creación del hombre y de la mujer al sexto día, después de haber preparado la tierra para acogerlos. Ahora, la recreación de la humanidad en Jesucristo tiene lugar al sexto mes de la concepción de aquél que Dios envió para «preparar el camino al Señor».

En Cristo Dios ha hecho nuevas todas las cosas, y esta novedad radical se manifiesta ya en la concepción misma de Jesús al menos en dos cosas:

–      Las circunstancias de esta anunciación –a una virgen jovencísima en una ciudad de una región paganizada– rompen totalmente con las de las anunciaciones típicas del Antiguo Testamento a mujeres ancianas y estériles (Isaac, Sansón, Samuel) y particularmente con la de Juan Bautista que acaba de ser narrada.

–      Pero es que, además, esta concepción se realiza sin concurso de varón, por obra y gracia del Espíritu Santo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios». Ahora, pues, es Dios mismo quien va a venir a habitar en medio de su pueblo.

Vamos a revivir muy pronto el nacimiento del Hijo de Dios. Acojámoslo en nuestra vida diciendo con María «hágase en mí según tu palabra», para que Él pueda hacer nuevas todas las cosas.

P. José María Prats

Evangelio

Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo:

«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.

El ángel le dijo:

«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

María respondió al ángel:

«¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?».

El ángel le respondió:

«El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios».

Dijo María:

«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

Y el ángel dejándola se fue.

Lucas 1, 26-38


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